Lo sucedido en torno a la indocumentada restauración del sencillo mural del siglo XIX que contempla la faz del Crucificado de Elías García Martínez y su expectación lograda gracias al sector más irreverente, dispuesto en esta ocasión a presentar como berlanguiano vodevil la recuperación del Hecce Hommo del Santuario de la Misericordia de Borja, es más bien como un brochazo, y nunca mejor dicho, de una parte de la España de nuestro tiempo, tan manipulada como utilizada.
Serpiente de verano que como cualquier dato útil, hay que aprovechar y aprovechan.
Quede claro que por mi parte no existe la menor crítica a la desprendida labor de Dña. Cecilia, mujer dolorida por el alcance que ha supuesto su inacabada y querida restauración, la tan afable dama aragonesa.
Sin embargo, sí la tiene el vocerío logrado pese al conocimiento de su provisional estado y a la espera de su restauración final, que, de forma decidida, ha instado a la perpetuidad de su actual estado desde la más lerda de las actitudes, al igual que manifestando una falta de respeto ante el buen gusto, tal y como hemos visto en el programa de Jordi González, quien no pierde ripio para incitar al montaje de un pequeño circo, como en el caso que nos ocupa, ante el sagrado y pequeño templo de Borja, al que ha instado a su visita a sabiendas de la aplazada obra.
Que al fin y al cabo, tal y como estamos en un estado laico constitucional, cualquier causa que derive a su aprovechamiento, está servida. Con mayor razón, si cabe, si es útil para trivializar en ese sentimiento anticlerical que se pretende inculcar, en este caso y como en otros, de forma tan zafia y como sibilina.
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