Cualquier persona bien informada y con la suficiente libertad al igual que deseo en juzgar cuanto acontecía en las calles de España de Manuel Azaña, político que en su tarea de gobierno tenía la responsabilidad de ejercer su cargo pero que sin embargo tuvo la firme decisión de mirar hacia otra parte, sabe del peligro que encierra tal dejadez.
Bastantes páginas hay en nuestra historia que nos hablan de ello. Y en especial, en aquellos años en los que más que nunca y con el apoyo de la ciudadanía y el freno de una minoría irresponsable, nuestra nación trataba de reencontrarse así misma, incluso apoyada por la intelectualidad de la época.
Y como en tiempos de Maricastaña y remontándonos muchos siglos atrás, en nuestros días, la historia se repite en sus mismas formas, pero sin necesidad de cuantificar su intensidad porque los factores que la acompañan tienen desigual valía.
Por lo que vemos, el actual Gobierno y con Rajoy a la cabeza, tiene a bien actuar mismamente lo hiciera Azaña, tanto en cuento deja que las hordas campen a su antojo por nuestros campos y campiñas, incubando el caos y con la delicia del “cuenta cuentos” que sabe de su inicio, pero que portador de una psicopatía enfermiza y en su delirio, ignora el cómo acabarlo.
Aquella intelectualidad que le apoyaba y a los pocos meses del inicio de su gobierno, le dijo al mismo Azaña que lo encomendaba: “No es eso, no es eso”.
Todos sabemos de aquel final facilitado por la información que nos ofrecen librerías y hemerotecas, pero dificultado en su manipulación por tanto “sálvames”, belenes estebanes y tertulianos afines, todos a la caza del suculento pluriempleo.
Cuento por lo visto no aprendido pero de necesaria digestión, pues como tantas veces se dice, hay que aprender de nuestro pasado para no repetirlo. Al menos, del que nos fue inútil.
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