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11 octubre 2008

GIJÓN, ISTMO DE ENCANTO, ELOGIO AL HORIZONTE

04/10/2008
El Parador Nacional de Gijón está situado en pleno parque de Isabel la Católica frente a la playa de San Lorenzo a la que da nombre una pequeña ermita cercana a la Plaza Mayor.

No madrugamos en la mañana dominical a la que dedicamos sus horas paseando por su centro urbano en torno al amplio paseo marítimo comunicado con el puerto deportivo a través de sus amplias calles, en las que su casco antiguo a pie de Cimavilla, origen de la ciudad, ofrece todo el sabor monumental de sus plazas palaciegas en las que destacan el entorno de la Iglesia de San Pedro, la plaza recoleta de Jovellanos con su casa natal y la capilla donde reposan sus restos, junto a Campo Valdés y el Palacio de Revillagigedo. Cercanas, las Termas romanas halladas hace pocos años y eficazmente restauradas entre otros muchos rincones selectos de la ciudad, dan testimonio a su belleza en la que el espíritu del erudito Jovellanos reina por todas sus calles. Como el de la Capilla de San Lorenzo del siglo XVII arriba citada.

En lo alto, reina el amplio mirador del Cerro de Santa Catalina con su monumental “Elogio del horizonte” frente al cantábrico: obra emblemática de Eduardo Chillida en cuyo refugio el clamor del mar inunda los sentidos.

Su porticada Plaza Mayor con el Hotel Asturias a un lado y la estatua de Don Pelayo frente al Puerto junto al Pozo de la Barquera, es un punto de solaz descanso y ocasión para un ligero aperitivo cuyo marco es el más adecuado.

Nos habían hablado de “La zamorana” donde el buen comer tiene sus encuadres más logrados. Decorado con muy buen gusto, disfrutamos de sus productos servidos con la mejor atención por los hermanos Méndez Fernández, quienes dan el mejor servicio a los que acuden a su cita cualquier día del año. Dimos cuenta de su buen marisco y de su selecto pescado, productos de un mar embravecido que seleccionan con especial cariño.

Tras un descanso en el Parador, la visita obligada a la “Casa natal de Jovellanos” resultaba ineludible. Más dedicada a exposición cultural de lienzos y pinturas, destaca en una de sus salas “El retablo del Mar”, obra cumbre de Sebastián Miranda destruida en la guerra civil, pero recuperada después y tallada en madera donde se representa la rula para la venta de pescado enriquecida con toda clase de personajes populares, desde el más desnudo infantil gozoso ante la lonja, al más anciano pescador disfrutando ante la pesca de una afortunada jornada enfrentada a la mar, y de cuya abundancia gozan sus ojos.

En otra de las salas queda patente los atributos literarios, poéticos, jurisconsultos, filósofos y economistas del más preclaro de los hijos que dio la ciudad: don Melchor Gaspar de Jovellanos, el gran promotor de la cultura española del “siglo de las luces”.

Terminado el día, no sin recorrer sus callejuelas repletas de sidrerías y ricos montados, un paseo por todo su arco marítimo procuró un mayor conocimiento de la ciudad, mostrando todo el esplendor de su noche iluminada en la que su rico porte le daba el mayor de los realces.

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