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12 octubre 2008

TOLEDO, LA CIUDAD IMPERIAL

6 y 7/10/2008
Abandonamos Asturias con dirección a Toledo, la ciudad que durante tantos años fuera capital del imperio español, testimoniado en sus huellas que aún existen no sólo en sus muchos rincones dentro del casco antiguo, sino en todo su perímetro. Recorriéndolo, el viajero se recrea observando una ciudad inconfundible a través de sus múltiples miradores, desde los que dirige su mirada al epicentro urbano, lugar en el que se gestó la ciudad de las tres culturas y orgullo de todos.

Patrimonio universal constantemente visitado desde cualquier parte del mundo por quienes buscan en sus calles las huellas de sus orígenes, saben de sus antepasados, quienes convivieron pacíficamente durante la baja edad media, y en la que gozaron de un largo periodo de gran fecundidad, cuyos frutos permanecen para el deleite de quienes llegan ansiosos de visitar la ciudad imperial.

De camino hacía Toledo, comimos en la ciudad abulense de Arévalo, de espléndida arquitectura mudéjar y famosa por su gastronomía, en la que destaca su famoso cochinillo asado, popularmente conocido como “tostón; aunque nos decidimos por un sabroso chuletón que no le andaba a la zaga, regado por un buen vino de la zona y rematando la comida con un flan de queso, excelencia de “Casa Felipe”, uno de los varios famosos asadores de Arévalo.

Para rebajar la comida recorrimos la ciudad contemplando sus amplias plazas en proceso de una ambiciosa restauración. Nos recreamos en la explanada ante su Castillo, que aunque cerrado, su bella planta y alta torre es referencia de la ciudad a los pocos kilómetros que se divisa desde el camino.

Avanzada la tarde llegamos a Toledo y la amplia terraza del Parador Nacional se convirtió en una tentación irresistible ante la monumentalidad de una ciudad que nos animaba a su contemplación. Mientras tanto, la última luz de la tarde se iba reflejando tenuemente sobre sus tejados, entre los que resaltaban imperiosas sus torres indicando en sus apocadas siluetas la llegada de un suave anochecer.

La mañana siguiente y partiendo de la plaza Zocodover fuimos recorriendo sus calles estrechas hasta llegar a la Plaza del Ayuntamiento contemplando sus edificios más emblemáticos y lamentando no poder prestarles la atención merecida, pero sí pudimos visitar con todo detalle el Monasterio de San Juan de los Reyes mandando construir por los Reyes Católicos, una vez zanjada la guerra de sucesión al trono castellano; y que inicialmente fue pensado como lugar de reposo eterno para los monarcas años antes de la conquista de Granada, donde definitivamente reposan. Es digno de resaltar el rico claustro de dos pisos destacando en el superior los arcos de piedra con la divisa “tanto monta”, alusiva al legendario Alejandro Magno en su episodio de resolución del famoso “nudo gordiano”, al que cortó de un golpe con su espada durante sus conquistas por las tierras de Anatolia.

Sobre una de las fachadas del Monasterio, cuelgan las cadenas con las que fueron encadenados los prisioneros cristianos en manos del poder musulmán, liberados después de la conquista de Granada.

Visitamos la Sinagoga Santa María la Blanca, probablemente del siglo XII, en la que llama la atención la presencia de imágenes, lo que nos habla de la tolerancia y respeto hacia la cultura judía y que evitó su destrucción. Digno de resaltar el estilo mudéjar que en ella impera, por ser arquitectos árabes los que se encargaron de la construcción de la sinagoga. Toledo fue la ciudad de las tres culturas, y éste templo es la mejor prueba de ello.

Nos recomendaron un restaurante situado en el intrincado nudo de callejuelas del interior, El Hierbabuena, una casa palaciega elegantemente restaurada donde quisimos dar el mejor remate a la jornada toledana disfrutando de buena mesa en un marco con sabor medieval.

Un leve paseo cuesta abajo pasando por la Puerta de la Bisagra era la mejor despedida de la ciudad imperial. Un taxi nos llevó al Parador, desde donde emprendimos el camino de regreso a Valencia a donde llegamos al anochecer, después de haber recorrido lugares diferentes, pero cuya variedad enriquece más si cabe un bello viaje por la siempre repetida piel de toro, en la que tantas cosas nos quedan aún por conocer.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace veinte años que salí de Toledo. Entonces se aparcaba fuera de la ciudad. Me encantó admirar hasta los picaportes de las viviendas. Despues de tu magnifica exposición me acaba de decir un reciente visitante que la ex-capital del reino que aquello esta hecho una guarrada. ¿Es verdad?
Iván

Julio Cob dijo...

Bueno, decir que aquello está hecho una guarrada me parece bastante exagerado. A mí me encantó su monumentalidad, junto sus espléndidas vistas panorámicas. Disfrute de la ciudad en las pocas horas que estuve, pero la masificación del turismo también tiene sus incovenientes. De cualquier forma, me encantaría volver una vez más y disfrutar de sus calles con mayor atención, y por supuesto, con más tiempo por delante.

Amigo Iván, gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Hola, paisano, yo estuve 3 días hace unos años y no me cansé de descubrir cada día un rincón nuevo de Toledo. Lástima que el Alcázar estuviera cerrado. Saludos desde Valencia.
Miquel.