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10 octubre 2008

TARAMUNDI, REGRESO AL PASADO

30/09/2008
Aunque nuestro objetivo fundamental era conocer la costa asturiana, no podíamos desaprovechar la ocasión de visitar parte del interior y por ello nos dirigimos hacia Taramundi, lugar de visita obligada en su parte occidental, como pudiera ser el de los Picos de Europa en la parte oriental del Principado.

Taramundi está a unos 30 kms de la costa, pero sus curvas constantes, su paisaje, sus bosques de encinas, castaños, robles, eucaliptus, pinares y sus vacas y pastos, contribuyen a que el viaje resulte muy placentero, aunque necesitado de más tiempo para llegar a su núcleo urbano a pesar de su corta distancia. La Oficina de Turismo informa al visitante de las amplias ofertas, todas muy interesantes, siendo la más importante y única en su género la del pequeño poblado de Os Teixois donde en la actualidad sólo existe una familia, con Luis, enamorado del lugar, como alma insustituible de tan peculiar hábitat natural. Hasta hace unos años vivían allí diez familias, pero en la actualidad sólo Luis, su esposa y sus dos hijos son los residentes de Os Teixois.

Un pequeño caserío convertido en un conjunto de ingenios hidráulicos en el que Luis es el que gracias a su amor por todo lo que aquello representa, y lugar donde sus ojos vieron la luz por vez primera, consigue con su pericia y conocimiento el perfecto funcionamiento de toda aquella maquinaria cuya única fuerza motriz es el agua del rio Mesta, aguas que cruzan los bajos del caserío y sabiamente aprovechada tal como ya se hacía hace muchos siglos con documentación de su existencia allá por el siglo XII.

Los mazos, el molino, la rueda de afilar, un batán y una pequeña central eléctrica accionan y dan vida a tan singular centro etnográfico, cuyo movimiento deja en la memoria del visitante un recuerdo imperecedero. Saber cómo vivían sus antiguos pobladores y la gran posibilidad que brinda el agua es una experiencia de un valor incalculable, sobre todo para los centros docentes que visitan con frecuencia tan peculiar centro de ingeniería.

Desde la obtención del alumbrado para su consumo propio, el molido de los cereales, la singular forja cuyo fuelle es accionado gracias al efecto venturi producido por la acción del agua, el abatanado de los paños por la persistencia machacona de los mazos, completan todo un proceso industrial útil para subsistir en cualquier lugar donde mane el agua, ancestrales maquinarias movidas a base de trampillas que dan paso al agua donde el intelecto de Luis no tiene límite alguno. El conocimiento y la obtención de la altura necesaria para poner en marcha todo el conglomerado allí existente es la contribución del hombre al aprovechamiento que brinda la naturaleza y que generosa, nos ofrece la energía de sus aguas.

También vimos en el caserío cercano de Esquíos una colección privada de enseres recogidos por todo el Principado por un lugareño que ha hecho de su afición coleccionista su modo de vida, reuniendo en el interior de su casa utensilios diversos, desde los más variados de labranza, pasando por los domésticos, máquinas de escribir, de coser, de liar cigarrillos, aparatos de radio, de medida, incluso los más insospechados y cuya reseña necesitaría de varios folios, como una pequeña cuna de madera en la que sus padres le mecieron desde sus primeros días de vida. La casa situada en lo alto de una ladera de rico pasto utiliza el recurso de un “guincho” para elevar las cosechas y que si antes funcionaba a base de poleas, un pequeño motor eléctrico sigue funcionando con gran eficacia venciendo la dificultad de su pendiente.

Comimos en El Rectoral, restaurante emplazado en la parte más alta de Taramundi rodeado de verdes pastos y con un jardín embellecido con hórreos asturianos sobre pedestales de hortensias que invitaban al sosiego. Lo que hicimos después de disfrutar de un sabroso solomillo de ciervo y otras delicias gastronómicas ofrecidas por Diana: la simpática gallega que regenta tan bello establecimiento situado en una zona inolvidable, cuya mejor recomendación para abrir boca consistió en unas croquetas de compango: un manifiesto escrito sobre la sartén con la grafía de todos los componentes que habitan en una fabada asturiana que se precie.

De regreso a Ribadeo dimos la vuelta a la ría, recorriendo los pequeños pueblos marineros de Castropol y de Figueras, ya conocidos por las bellas vistas que desde el Parador situado justo enfrente se nos ofrecía. Quisimos conocer el Palacete Penalba, un hotel muy recomendado donde tomar un café, pero cerrado a quienes no están allí hospedados, tuvimos que contentarnos visitando su propia Marisquería situada junto al puerto donde disfrutamos de una amable conversación con la dueña en torno al pescado y a las excelencias gastronómicas de toda la zona.

El Parador y el balcón a la ría del que disfrutábamos nos adentró en la noche, gozando de su tranquilidad y entregándonos a un sueño profundo y reparador después de un día que nos había ofrecido recuerdos imborrables.

1 comentario:

Benê dijo...

Mi Amigo Julio, mirar esas fotos, de eses lugares maravillosos es como volver en el tiempo. Felicitaciones o mejor Parabéns como decimos en mi pais, el Brasil, tu bloc está cada vece mas estupendo, un beso de Benê.