No están los actuales tiempos para contemplar impasibles las bravuconadas de tanto imbécil, de tantos ignaros impenitentes, de zascandiles impertérritos, de provocadores de profesión en suma.
De existir las galeras no habría mejor lugar para ellos y hasta que de duro callo se guarnicionaran sus posaderas.
El atril parlamentario no está creado para dar eco de soflamas chulescas a tanto bufón al que acceden con gasolina incendiaria almacenada en un zurrón de pútrido animal escondido en su ombligo.
No valen ruegos, ni llamadas reglamentarias, ni regalo de tiempos para personajes de morro torcido, colmillo envenado, de profesión truhán de la política, mientras ejercen sus cargos con baldeos de insidias por las calles de la ciudad.
Cainitas de profesión, ejercen su cargo al son de trompetas que vía SMS incitan a la agresión directa, al acoso cobarde bajo el amparo de un juez comprado por un ideario falsario, germinado en donde como paraíso se ofrecía, en el que, sin embargo, su única herencia ha sido la de mafias violentas y millonarios de viejo carnet que en la actualidad esconden en el baúl de su cinismo.
Qué desvergonzada actitud en quienes como mudos cohabitaron en ochos años de mentiras al socaire de una panda indocumentada que desde “la igualdad” como bandera condujeron a los españoles por el tobogán del todo a cien, con curvas sin peraltes e ITV caducadas.
Ello, hacia un destino cuya estación deseaban de tapadillo y en la actualidad ofrecen como un edén pese a que en ella se anidaron las páginas más negras de un pasado al que quieren regresar quienes, sin mirar de frente, recurren a sus doctrinas de siempre: la mentira, el desprecio al ciudadano y el agasajo al súbdito que a suero de cizaña nutren en su beneficio.
¡Qué desvergonzada actitud!
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