La posible duda ha quedado despejada. Ana Pastor, con su continuo “desayuno de victimismo” persiste en su empeño. Ahora hasta utiliza a su hijo de corta edad.
“No quiero que mi hijo piense que bajé la cabeza”, dice. Así se manifiesta la guapa periodista que como a otras caras televisivas y periódicamente, le ha llegado su relevo.
Sin embargo, no todos, afortunadamente, reaccionaron así; cuestión de crianza y profesionalidad, asignaturas ambas que no van con la diva.
¿Qué será capaz, Ana Pastor, de inculcar a su hijo cuando éste sea de mayor edad?
¿Será capaz de decirle que la tiraron de Televisión Española por no ser fiel al ideario político del momento, y que a la postre le exigían?
¿Será capaz de decirle esto?
Por sus declaraciones, la posibilidad de que lo haga así se mantiene viva, y en las mismas, va el certificado del sectarismo que nace por sus poros. Por la boca muere el pez.
Su adoctrinamiento es irrefutable. No obstante, siempre le quedará a su alcance la CNN+, tal y como ha sucedido. El sectario canal televisivo que durante tres largos días y con sus noches, abandonó en un baúl su programada parrilla, para sustituirlo por un panfleto proclive al triunfo electoral del PSOE en aquellas vísperas de un domingo de jornada electoral.
Aquellas que manipuló desvergonzadamente al ciudadano español y en jornadas maratonianos de veinticuatro horas.
Que ya es decir.
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