“Somos País Valenciá, nuestro himno es la Muixeranga y nuestra Señera la cuatribarrada” Así explica la historia Marina Albiol antes las Cortes Valencianas. Pura e ilustrada erudición.
Seria, convencida e impertérrita, guapa ella: guerrera. Con el ceño sereno, pero alegre, como “cantora de la corrala”.
Ignoro si con falda almidonada o de ligeros vuelos. Pero segura de una soflama nacida en sus quistes neuronales que a yunque y martillo le han labrado en su cerebro.
¡Qué sabrá ella! Joven, guapa, e ignorante. Pena, penita, pena.
¡Qué mi barco son los votos; mi himno el de la “despertá”; mi ley, la fuerza y la pancarta; mi única bandera, la “cuatribarrá”.
¡Y ole! Que diría Espronceda.
El que un partido minoritario, del cinco por ciento y como producto de las rebajas, quiere imponer en contra del sentimiento de la inmensa mayoría del ciudadano valenciano unos criterios de identidad sin base alguna que los sustente, nos indica claramente de qué clase de personas estamos hablando.
Me pregunto a quiénes dirige su soflama y solo veo en lontananza a los que prefieren navegar por un mar encrespado en superficie, pero yermo en lo hondo. Navegan, pero ni siquiera en barbecho; sin nada que aportar, salvo el de la crispación y atentos en la orilla con su caña alzada, pero como siempre haciendo porra.
Pero bueno, después de la tormenta siempre viene la calma. Aunque en la orilla sinuosa queden residuos estériles que desaparecen en el tiempo.
Vuelven a aparecer, eso sí. Pero la higiene se impone y nunca se perpetúan.
¡Y ole!
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