¿Se reirán de su sombra? ¿Acaso sabrán de qué lo hacen? ¿Llega su hipotálamo a tal reto?
Por visto se ríen de alguna consideración del Ministro de Cultura de cuyo cometido ignoran. Pero no porque no se hayan molestado en saberlo, sino porque el alcance de su cultura es tan escaso, que sólo con el recurso a la “sonrisa del necio” tienen donde sustentarse.
¿Se reirían ante Juan Boscán, el gran poeta catalán del XVI; ante Jaime Balmes, natural de Vic, del XIX, hombre con “criterio”; ante Josep Plá, de Palafrugell, quizá o sin quizá el más grande intelectual español del siglo XX, con una extensa bibliografía en catalán y castellano?
¿Qué les dirían?
Con seguridad lo que no se atreven a decirles en la cara, por citar dos casos a los que muy bien pudieran añadirse muchos más, a los actuales Eduardo Mendoza y Juan Marsé, que de seguro y si se pusiera en los platos de la balanza su catalanidad, su ilustración y su españolidad, su fiel estaría en la templanza.
La de estos, no la del Bosch y Tardá quienes carecen de los tres méritos.
¿Qué les dirían? ¿Que están orgullosos de su adoctrinamiento?
Con seguridad y desde su más fundamentalista talibanismo, su capacidad para discernir está sujeta a un falso decálogo confeccionado desde el banderín de enganche de la mentira dispuesto a la caza de una ignorante leva abducida hacia lo imposible.
Sólo de esto. Porque de cualquier otro tema su conocimiento sería tan nulo, como falto de moral y de ejemplo a propagar. Tan simples, como pueda ser el poder de discernir del pepino más pepino de los pepinos cosechados, por muy ecológico que hubiese sido su cultivo.
¿Lo imaginamos?
Independientemente de su farfullo labial y mental, se presentarían con su habitual cara de gilipollas, tal y como se muestra en la foto riéndose de sí mismos. Porque ¿De qué otra cosa pueden reírse salvo que sea de lo cretino que llevan a cuestas, sin ningún tipo de argumento salvo el de las mentiras que han necesitado para construirse a si mismos, de cuya argamasa falsaria disfrutan.
Lo lamentable y a la vista de ello, ha sido allanarles el camino por parte de quien ha pregonado como normal el más ridículo de los razonamientos surgido de la boca de uno de estos sujetos que forman el “dúo giliflauta”, el Alfred Bosch, como ha sido el caso en la persona de Antonio García Ferreras, directivo de la Sexta, en manipulador arbitraje en horas de buena audiencia que más debiera haberle dado vergüenza invitarlo al plató, falto de toda profesionalidad que pudiera honrarle. A semejanza y más bien superándolo, como aquella famosa ingesta alcohólica que Fernando Arrabal nos ofreció un día ante la pantalla televisiva, salvada sea, por supuesto, la distancia intelectual entre éste y la del Bosch, y que sólo, como si de borrachera etílica se tratase, merece su comparación.
Antonio García Ferraras abierto a un talibanismo como mejor oferta cultural a sus oyentes afines que más que libres son esclavos.
¿Qué calificativo se merecen aparte del de vulgares giliflautas?
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