Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

16 noviembre 2007

SEGOVIA, LA VIEJA CASTILLA


6 de Noviembre

Si hay una ciudad pequeña en su continente pero grande en su contenido, esta es Segovia; y cada una de sus piedras semeja al grano que prieto al otro, envuelto por láminas donde se escribe su historia, forman el bello fruto de una granada coronada.

En la segunda mitad del XVI el Rey Prudente trasladó la corte a Madrid y Segovia entró en retroceso. Pero antes, durante muchos siglos, y piedra a piedra, se fue gestando en ella gran parte de nuestra historia, la iniciada en la época romana cuando dos Emperadores, Trajano y Teodosio I, nacieron en tierras segovianas, aunque al primero hay quienes le atribuyen a Sevilla su lugar de nacimiento.

Con todo esto, más los castillos existentes por toda la provincia, el viaje a aquella tierra estaba sobradamente justificado. Sus asados, el Acueducto, el agua por arriba y el vino por abajo, contribuían, más si cabe, a pasar unos días en Segovia, la bella ciudad castellana.

Llegamos a hora de comer al Parador de Segovia, donde pasamos la tarde para programar las rutas y conocer las horas de visita a los lugares más interesantes, información que nos facilitaron los amables amigos de recepción.

7 de Noviembre.

El Palacio de Riofrío es uno de los Reales Sitios, situado a pie de la Sierra de Guadarrama en cuyas cimas descansa placidamente la “mujer muerta”, origen de curiosas leyendas. Pasada la puerta de acceso al Palacio, nos encontramos con la grata presencia de ciervos, venados y gamos tranquilamente paseando bajo las sombras del encinar. El Palacio, construido como lugar de residencia de Isabel de Farnesio alberga en uno de sus laterales el Museo de la Caza, escenificado por una gran variedad de animales de caza: cérvidos, aves rapaces y lagomorfos, gracias a las hábiles manos de los taxidermistas donde impera el buen gusto en la presentación de todas las especies.

Comimos en el Restaurante el Duque el obligado cochinillo, y aprovechamos la tarde para visitar a mi primo José Antonio y su esposa Milagros, quien nos informó de aspectos insospechados de la ciudad de Segovia. La plaza Mayor, en una tarde otoñal tranquila y apacible, sentados en una confortable terraza, flanqueados por la Catedral y el Teatro de Juan Bravo y teniendo al frente la actual Iglesia de San Miguel que reemplazó a la que estaba situada en el centro de la plaza y bajo cuyo atrio Isabel se proclamó en 1574 Reina de Castilla, el día de Santa Lucía, al conocer el fallecimiento de su hermano Enrique IV el Impotente, fue una gran placer para cerrar la tarde de nuestro segundo día en la ciudad.

8 de Noviembre

En nuestro tercer día, emprendimos una de las varias rutas de castillos, existentes en toda la provincia segoviana. Llegamos a Pedraza, bellísimo pueblo amurallado, anclado en la Edad Media y a cuyo interior se accede por su única puerta, sobre la que se albergaba la Cárcel de la Villa. Recrearse en la Plaza Mayor con sus porches singulares de auténtica esencia castellana, caminar por sus calles, observar sus rejas, sus balcones y su castillo, es volver al medioevo, siglos después de que Pedraza diera a Roma un Emperador, Trajano. El castillo, levemente separado del pueblo y al mismo nivel de sus calles, es propiedad de los herederos de Ignacio de Zuloaga, quien lo adquirió en el año 1926. El castillo fue cárcel de los hijos del rey Francisco I de Francia consecuencia de las hostilidades que con éste tuvo el Emperador Carlos I, permanentemente enfrentados. En nuestro paseo, vimos la calle de los Procuradores, donde vivieron los "dos más antiguos ejercientes en partido judicial".

Seguimos ruta hacía Castilnovo, castillo mudéjar de planta rectangular escondido entre una inmensa arboleda de álamos, encinas y sabinas que perteneció a Álvaro de Luna, valido de Juan II. En la actualidad es sede de la Asociación Cultural Hispano-Mexicana.

Continuamos ruta hacia Sepúlveda, ciudad céltica, repoblada por Fernán González, y en manos de Almanzor después. Hasta que pasó a ser definitivamente cristiana a principios del siglo XI. En todo lo alto, llegar hasta la Iglesia de El Salvador es muy complicado, sobre todo en coche, pero lo conseguimos. Sin embargo, visitar la de Iglesia de Nuestra Sra. de la Peña nos resultó muy sencillo. Así como, el Centro de Recreación de las Hoces del río Duratón, situado en la antigua Iglesia románica de Santiago, donde en sistema multimedia nos informaron cumplidamente de tan singular Espacio Natural con su peculiar flora y fauna, para comprender con mayor facilidad todo su significado, auténtico regalo de la naturaleza.

Comimos en el Figón de Ismael, atendidos por una pareja simpática y joven que nos ofrecieron un revuelto de trigueros delicioso y un asado de cordero de la especie churra muy sabroso, junto a un vino joven de la casa que fue un gran disfrute para nuestro paladar.

En Turégano contemplamos su castillo de raíces celtibéricas, situado en un altozano y restaurado recientemente. En su interior se construyó una Iglesia, y una espadaña destaca de sus torres y murallas. Entre sus gruesas paredes estuvo preso dos años Antonio Pérez, el que fuera secretario de Felipe II y firme forjador de la leyenda negra contra España.

9 de Noviembre

Si el arte está en los lienzos, en los escenarios, en el bronce y en la madera, también lo está en el ladrillo, siendo su mayor expresión el Castillo mudéjar de Coca. Y fue en Cauca, la actual Coca, donde nació Teodosio I, Emperador romano, lo que demuestra la importancia de Hispania en la época del Imperio Romano.

Nuestra primera visita del día fue al Castillo de Coca, de estilo mudéjar y rodeado de un profundo foso. Fue mandado construir por D. Alonso de Fonseca, tras obtener permiso del rey Juan II de Castilla en el año 1.453, construcción terminada a finales del siglo XV. El Castillo de Coca fue cedido por la Casa Ducal de Alba al Estado Español el dieciséis de Julio de 1954. La duración de la cesión fue por el tiempo de cien años menos un día, fijando el alquiler simbólico de una peseta al año. Actualmente es un centro de formación agraria desarrollando una gran actividad.

Terminada la visita al castillo de Coca nos fuimos a conocer Cuellar, la ciudad que saqueó Almanzor; en la actualidad la segunda ciudad de la provincia segoviana. Llegamos a través de un recorrido muy agradable, donde existe el mayor bosque de pinos de resina de toda Europa. La resina sintética sustituye a la producción potencial de la zona, pero la apacible tranquilidad que transmite sus pinares invita al recorrido lento contribuyendo a una mayor seguridad.

Cuellar gozó de una prospera economía gracias a la producción de lana, y el arte mudéjar impregna sus calles en sus múltiples iglesias. Don Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque, favorito de Enrique IV y presunto padre de Isabel la Beltraneja, mandó edificar el Castillo de Cuellar donde actualmente se teatralizan escenas de reyes, obispos, nobles, criados, dueñas y mancebos que nos trasladan a las costumbres y vivencias de una época esplendorosa

Junto al castillo destaca la Iglesia de San Martín, Centro de Interpretación del mudéjar, como el también Centro de Interpretación de los Encierros en la Iglesia de San Francisco, situado en la parte opuesta de la ciudad, donde se informa de los “juegos de toros” gracias a una tecnología muy avanzada. Especialmente, en homenaje a los Encierros de Cuellar, los más antiguos de España.

La hora de comer se acercaba, y nos recomendaron el Mesón de San Francisco. La sopa castellana estaba en su punto y el lechazo de cordero, en su especie churra, depositaba en nuestro paladar la mejor de sus esencias.

Tras perdernos por sus calles y cortos de tiempo para poder presenciar todo el tesoro monumental que encierra la ciudad, emprendimos el regreso a Segovia

10 de Noviembre

El día lo dedicamos a la ciudad de Segovia, que ya conocíamos de hace un par de años. Pero son tantos sus granos, que para saborear la granada obliga a visitarla con frecuencia. Y la mejor forma es utilizar el bus turístico que en su itinerario rodea toda la ciudad, gozándola desde el exterior con unas panorámicas increíbles que ayudan mejor a comprender su devenir histórico. La plaza del Azoguezo, a pie del Acueducto, fue el inicio y fin del trayecto, como no podía ser de otra manera. En esta misma plaza la Oficina de Turismo cumple una eficaz ayuda a los interesados por la histórica provincia segoviana.

Quise perder fuerzas antes de la comida, e inicié un paseo arriba bajo las piedras del Acueducto hasta su punto inicial del “desarenador”, lugar donde arranca su construcción y donde se distribuían sus aguas por la ciudad, llegadas de la Sierra de Guadarrama; a su lado, el Convento de San Antonio el Real, antiguo Palacio de Enrique IV y actual joya arquitectónica.

Comimos en Casa Bernardino, situada en la calle más popular de Segovia camino a la Plaza Mayor, con varios nombres a lo largo de su recorrido. Las morcillas de Bernardos y el cochinillo asado eran cuestión aligerarlos, y en solitario, quise recorrer la ciudad iniciando una ruta por su parte baja. Un camino de arboledas relajantes, de tonos ocres y cobrizos y por espesuras cuyas rendijas alertaban de monumentos románicos, góticos y mudéjares, donde el famoso dicho “de los huertos al parral paraíso terrenal” adquiere todo su sentido. Hubo un momento mágico, y fue cuando ante mis ojos apareció en lo alto y con todo su esplendor el Alcázar de Segovia, que más parece un buque navegando por las copas de la inmensa zona boscosa, el más bello de los pedestales. Llegado a este punto, torcí a la izquierda y un camino ascendente me llevó hasta la Plaza Mayor, apurando todas mis fuerzas que ya eran muy pocas. Atrás, dejaba una retícula urbana de calles estrechas, en cuyos rótulos cerámicos, además de su nombre, escudriñé curiosas leyendas testimonios de un pasado donde la fe era el mayor de sus arraigos. Sirva de ejemplo la calle del Mal Consejo: “donde vivía un sacristán que vendió a un judío una hostia consagrada dando ocasión al portentoso milagro del Corpus en 1410”.

A partir de ese momento todo resultó más fácil: había llegado el momento de volver al Parador y descansar.

11 de Noviembre

La mañana del domingo fue la del paseo en coche por los alrededores de la ciudad y cada parada nos supuso ver algo hermoso. Recorrimos toda la Alameda presenciado el Santuario de la Virgen de la Fuenciscla, la Patrona de Segovia, y el de los Padres Carmelitas donde está enterrado San Juan de la Cruz, ambos muy próximos; la Iglesia de la Vera Cruz, o de los Templarios; el Monasterio de Santa María de el Parral, lugar donde están enterrados los Marqueses de Villena; la Fabrica de la Moneda, actualmente en restauración; el Monasterio de Santa Cruz la Real construido por los Reyes Católicos en honor de Santo Domingo de Guzmán situado junto a su cueva, donde hacía penitencia en sus años de estancia en Segovia; y finalmente, la Iglesia románica de San Lorenzo de un pintoresco barrio segoviano.

Comimos en el Parador las famosas migas del pastor, unos sabrosos níscalos guisados y carrillada de ternera; de postre una deliciosa armonía de helados y el obligado café. Aún quedaba la tarde del domingo, y después de una ligera siesta, visité en solitario el Alcázar, con la fortuna de hacerlo en visita guiada, completando así una tarde muy bien aprovechada. La última en tan bella ciudad preñada de rincones insospechados como me advirtió Milagros, la esposa de mi primo José Antonio.

12 Noviembre

A media mañana salimos de Segovia ya de regreso a Valencia. Hicimos un alto en el camino en el Parador de Alarcón donde habíamos quedado a la hora de comer con un matrimonio entrañable y muy amigo, los Fernández Sarralde-Prats Catalá, con los que compartimos mesa y mantel, aprovechando para estar un rato unidos.

Tranquilamente llegamos a Valencia muy avanzada la tarde, después de un recorrido por la vieja y entrañable Castilla donde Segovia tuvo una especial relevancia en el devenir histórico de España, gozando de un viaje muy difícil de olvidar.

12 noviembre 2007

CABEZA FRÍA Y CORAZÓN CALIENTE


¡Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra!

La frase era como un retumbe en mi cabeza y en su lapidaria expresión, sus ecos, como ondas intermitentes, golpeaban mis creencias dejándome en un mar de dudas, sin saber si con mi decisión, firmemente tomada, obtendría de Él su benevolencia o me condenaría a las tinieblas.

La mañana del domingo era lluviosa y el sol se ubicaba en todo lo alto escondido entre las nubes. Había terminado la Santa Misa y bajo los porches de la plaza del pueblo, los corrillos se arracimaban en conversaciones de cortesía deseándose unos a otros los mejores augurios. Correspondía a la hora de los saludos, en la que Don José, cincuentón y espléndido como siempre, invitaba a una copa de vino al amplio grupo de amigos entre los que me encontraba yo, capataz de su finca y fiel hombre de su confianza.

Don José, en un aparte, me encomendó que le preparase su mejor yegua, pues le apetecía trotar por el monte aquella fría tarde de otoño. Luego, en una más de sus habituales visitas y próxima como estaba la jornada electoral, acudiría al casino interesado, tanto en dar instrucciones, como en ordenar las voluntades de los vecinos.

-Descuide Vd. Don José, la tendrá lista en su cuadra. Qué tal su señora esposa, ya sabe, cualquier cosa que necesite, sólo tiene que llamarme.

-Lo sé, lo sé, Leandro, muchas gracias. Sigue encamada y muy débil- me contestó mientras volvía al grupo cercándome por el hombro- Confiemos en el Señor y en su bondad infinita. ¡Recemos por ella! Es lo único que podemos hacer, esperar de su misericordia. Por cierto, y la tuya, hace días que ya no viene por casa- Me preguntó molesto por ello y algo socarrón.

Fruncí el ceño avergonzado sin que nadie lo percibiera, y tras repetir mi ofrecimiento, me despedí de todos, deseándoles que tuvieran muy buen día.

La tarde del domingo seguía siendo lluviosa y en mi abatimiento cobarde, me rebelaba ante aquella situación de la que era consciente; y más, cuando por otra parte, nadie mejor que yo, conocía los entresijos del cacique más importante de la comarca en vísperas de las próximas elecciones al Congreso Nacional, cuyo resultado final, tanto canovistas como sagastinos tenían pactado de antemano.

Terminaba el día y encendí la chimenea, consumiendo un leño de encina que había traído a casa aquella misma tarde. Y tras pedir a Manuela, mi esposa, que rezáramos juntos como todas las noches, me abracé a su cuerpo entregándome a un turbulento sueño.

Amaneció, y me trasladé al solariego feudo de Don José, mi primer trabajo de todos los días. La finca estaba tomada por la Guardia Civil, alertada por una llamada de quien había visto huir a unos jóvenes saliendo por la puerta de la hacienda, avanzada la tarde anterior. En su interior, dentro de la cuadra, hallaron el cuerpo sin vida de Don José, destrozada su cabeza entre un reguero de sangre, junto a unos panfletos anarquistas sobre cuyos líderes existía una orden de detención.

Definitivamente, quedé convencido de haber engañado a la Justicia, pero también y al mismo tiempo, que nunca a aquella Voz que desde el púlpito sabía de nuestros pecados. Aquel de quien esperaba de su benevolencia, aunque aceptando, en su caso, mi destino a las tinieblas.

(“Cabeza fría y corazón caliente” es un relato que ha participado en el 24º Proyecto Anthology. Tema: Cabeza y corazón)