Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

25 octubre 2008

LA HABITACIÓN DEL PÁNICO

Recuerdo en una brillante interpretación a Jodie Foster en la que casada con un magnate neoyorkino goza de una lujosa vivienda en la que instala su dueño una habitación vestida de bunker donde protegerse de las amenazas de cualquier intruso que ose entrar en la morada con fines devastadores. Pero la que estaba llamada a ser “caja de seguridad”, auspiciada desde el convencimiento más interesado, se convirtió una vez iniciada la presumida trama del film, en “La habitación del pánico”. La película resultó espectacular, y al menos, con la satisfacción del aficionado al cine que salía entretenido de la sala, gracias especialmente, a la buena interpretación de su protagonista, lo que es habitual en toda su amplia cinematografía.

Y lo que estaba llamado a ser estado de buena salud, del glamor de la Champion League, de la posición privilegiada, del ejemplo donde mirarse y de la envidia internacional, sus ventanas se han abierto de par en par y el pánico se ha desparramado. Ha trascendido a la ciudad entera, brotando a borbotones e incapaz el Gobierno de recurrir al más eficaz torniquete que lo detenga, al menos por un instante. Solbes nos dice ahora, que nos vienen tiempos muy duros. Si quieres evitar el pánico: ¡toma dos tazas amigo! Mientras, sentados incómodamente en los últimos lugares de la sala continental, asistimos a la proyección del “Pánico nacional” instalado no a golpe de calcetín, sino desde la aceleración más acelerada, forma en la que Zapatero supo de Economía en un curso de quince días, a él ofrecido ante las orejas atentas de un micrófono abierto.

En plena campaña electoral nos mintió a todos con promesas de tiempos de bonanza. No afrontó la crisis, al tiempo que la negaba; no tomó ninguna medida, y sólo utilizó el recurso de promesas electorales con la intención de ganar el voto que le mantuviera en el poder. Y ahora, cuando empieza a tomarlas e instalados todos con el “pánico” a flor de calle, la inutilidad del torniquete que lo contenga es bien patente, y de su sangría: las líneas de su horizonte ya nadie las conoce.

Pero no es la primera vez que ha recurrido al beneficio de sus mentiras y de sus artimañas. En su anterior legislatura fomentó, sin aportar ni una sola prueba, la creencia de que el 11-M era consecuencia de la guerra de Irak, utilizando los Servicios Españoles de Radiodifusión en jornada maratoniana de setenta y dos horas a “la previa”, cuyo lacayo más servicial, al frente de ella, se inventó la existencia de un falso kamikaze. Dijo después Zapatero que no negociaría con ETA mientras no abandonase las armas. Y consiguió enfrentar a los españoles con el único interés de lograr el rio revuelto.

-“Dentro de un año estaremos mejor”- nos dijo el día antes, convencido de su “As en la manga”. Son las cosas de Zapatero: el hombre, que de la mentira, ha hecho su mejor forma de Gobierno.

Vendiendo humo, mostró su liderazgo al frente de una Alianza de Civilizaciones que sólo ha servido para el despilfarro económico de un amplio presupuesto justo en la última campaña lectoral, y sin conocimiento alguno de su utilidad. Y cuya siguiente convocatoria, como parte del guión y hoja de ruta establecidos, será días antes de las próximas elecciones.

Y para su decidida y manifiesta vocación a tensionar a la sociedad, interesado como está en ello, Baltasar Garzón le hace el juego, como otrora lo hiciera uno de sus lacayos, el llamado Gabilondo. Un juez, que por lo visto, para su juicio y veredicto busca culpables, por lo que necesita tener conocimiento de la muerte de un presunto culpable que todos sabemos que está muerto, pero que, sin embargo, no se interesa por otro presunto culpable que todos sabemos está vivo: cínica marca de la casa y habitual forma de actuar en quienes presumen de aquello que más debieran callarse.

Zapatero se ha convertido pues en un auténtico peligro nacional, que seguramente no será el número uno, pero que sin embargo sonríe indecorosamente ante las cámaras en cualquier ocasión que se le presente, tal y como lo hiciera en su día sentado al paso de una bandera (no sonriendo pero sí indecoroso) con la única supuesta disculpa de ignorar –o la no tan supuesta de conseguir votos siendo capaz de buscarlos a cualquier precio- la diferencia existente entre la persona que la representa (con dignidad a veces y otras sin ella) y el propio símbolo siempre digno de una nación; y por cuyo desplante se ha visto repetidas veces ignorado. Concepto el de nación, por otra parte, y por lo que le atañe como Jefe de Gobierno, tampoco tiene nada claro en qué consiste.

Instalados pues en la incertidumbre, la habitación del pánico tiene forma de piel de toro. Cierto es que la crisis es internacional, pero también es cierto que el acorazado tantas veces prometido es puro humo electoral en el que ya nadie confía. Ni siquiera los económicamente débiles, en Zapatero esperanzados, interesados por saber dónde están los cuatrocientos euros prometidos, cuya cuantía no es que fuera una especie de “caja de seguridad”, pero que como un alivio se los ofreció y ha sido uno más de sus engaños.

21 octubre 2008

TAUTINA


Escribes como los ángeles, que de lo único que sé de ellos es de sus plumas, en las que quiero creer, al menos, en este instante.

Quizá perdieron una de ellas un día de viento, y suave, se fue arrastrando meciéndose entre brumas hasta que llegó a un fecundo calvero donde alguien la recogió. Sólo la sensibilidad de una mujer pudo darse cuenta de su utilidad. Y tras mojar su punta seca con sus labios ávidos de contar, y sentada sobre una piedra, alfombrada de seco musgo, se puso a escribir sobre la palma de su mano.

Eran tantas las cosas que necesitaba extraer de sí misma, que de bien poco iba a servirle su mano pequeña, por mucho que la extendiese para hacerlo sobre ella.

Y como no pudo lograrlo, dejó trotar su imaginación por el prado próximo, mientras escuchaba la música de las choperas cuyas notas surgían celestes, quizá nacidas de quien había perdido aquella blanca pluma. Lo que le daba mayores bríos a la niña de largos cabellos, que sentada sobre su piedra, sólo deseaba tener a quien contar.

Una nube, buscando la pluma, llegó al calvero. De él quiso hacerse dueño, cubriéndolo todo, y con la seguridad de encontrarla para llevársela consigo.

Pero fue entonces, cuando la vio en tan buenas manos al tiempo que adivinaba todo lo que en aquella mente se albergaba, por lo que se le ofreció generosa.

Escribe niña, y no te preocupes por no tener dónde, que mi poder es inmenso. Me ofrezco a ti, como prolongación tuya. Y almaceno en mi vientre, que potencial e infinito, será el mejor refugio donde puedas explayar tus fantasías sin límite alguno para la posteridad de tus días. Sólo te pido que no pierdas la pluma, que aunque no te hace falta, es la de un ángel al que no debes desairar. Te diré un secreto, niña de largo peinado: cuando el ángel soltó su pluma, sabía muy bien a qué manos llegaría, convencido como estaba que nunca le ibas a defraudar.

12 octubre 2008

TOLEDO, LA CIUDAD IMPERIAL

6 y 7/10/2008
Abandonamos Asturias con dirección a Toledo, la ciudad que durante tantos años fuera capital del imperio español, testimoniado en sus huellas que aún existen no sólo en sus muchos rincones dentro del casco antiguo, sino en todo su perímetro. Recorriéndolo, el viajero se recrea observando una ciudad inconfundible a través de sus múltiples miradores, desde los que dirige su mirada al epicentro urbano, lugar en el que se gestó la ciudad de las tres culturas y orgullo de todos.

Patrimonio universal constantemente visitado desde cualquier parte del mundo por quienes buscan en sus calles las huellas de sus orígenes, saben de sus antepasados, quienes convivieron pacíficamente durante la baja edad media, y en la que gozaron de un largo periodo de gran fecundidad, cuyos frutos permanecen para el deleite de quienes llegan ansiosos de visitar la ciudad imperial.

De camino hacía Toledo, comimos en la ciudad abulense de Arévalo, de espléndida arquitectura mudéjar y famosa por su gastronomía, en la que destaca su famoso cochinillo asado, popularmente conocido como “tostón; aunque nos decidimos por un sabroso chuletón que no le andaba a la zaga, regado por un buen vino de la zona y rematando la comida con un flan de queso, excelencia de “Casa Felipe”, uno de los varios famosos asadores de Arévalo.

Para rebajar la comida recorrimos la ciudad contemplando sus amplias plazas en proceso de una ambiciosa restauración. Nos recreamos en la explanada ante su Castillo, que aunque cerrado, su bella planta y alta torre es referencia de la ciudad a los pocos kilómetros que se divisa desde el camino.

Avanzada la tarde llegamos a Toledo y la amplia terraza del Parador Nacional se convirtió en una tentación irresistible ante la monumentalidad de una ciudad que nos animaba a su contemplación. Mientras tanto, la última luz de la tarde se iba reflejando tenuemente sobre sus tejados, entre los que resaltaban imperiosas sus torres indicando en sus apocadas siluetas la llegada de un suave anochecer.

La mañana siguiente y partiendo de la plaza Zocodover fuimos recorriendo sus calles estrechas hasta llegar a la Plaza del Ayuntamiento contemplando sus edificios más emblemáticos y lamentando no poder prestarles la atención merecida, pero sí pudimos visitar con todo detalle el Monasterio de San Juan de los Reyes mandando construir por los Reyes Católicos, una vez zanjada la guerra de sucesión al trono castellano; y que inicialmente fue pensado como lugar de reposo eterno para los monarcas años antes de la conquista de Granada, donde definitivamente reposan. Es digno de resaltar el rico claustro de dos pisos destacando en el superior los arcos de piedra con la divisa “tanto monta”, alusiva al legendario Alejandro Magno en su episodio de resolución del famoso “nudo gordiano”, al que cortó de un golpe con su espada durante sus conquistas por las tierras de Anatolia.

Sobre una de las fachadas del Monasterio, cuelgan las cadenas con las que fueron encadenados los prisioneros cristianos en manos del poder musulmán, liberados después de la conquista de Granada.

Visitamos la Sinagoga Santa María la Blanca, probablemente del siglo XII, en la que llama la atención la presencia de imágenes, lo que nos habla de la tolerancia y respeto hacia la cultura judía y que evitó su destrucción. Digno de resaltar el estilo mudéjar que en ella impera, por ser arquitectos árabes los que se encargaron de la construcción de la sinagoga. Toledo fue la ciudad de las tres culturas, y éste templo es la mejor prueba de ello.

Nos recomendaron un restaurante situado en el intrincado nudo de callejuelas del interior, El Hierbabuena, una casa palaciega elegantemente restaurada donde quisimos dar el mejor remate a la jornada toledana disfrutando de buena mesa en un marco con sabor medieval.

Un leve paseo cuesta abajo pasando por la Puerta de la Bisagra era la mejor despedida de la ciudad imperial. Un taxi nos llevó al Parador, desde donde emprendimos el camino de regreso a Valencia a donde llegamos al anochecer, después de haber recorrido lugares diferentes, pero cuya variedad enriquece más si cabe un bello viaje por la siempre repetida piel de toro, en la que tantas cosas nos quedan aún por conocer.



ASTURIAS COSTA DE ENCANTOS

05/10/2008
Nada mejor que para empezar el día que un pequeño paseo por el Parque de Isabel La Católica: el de mayor superficie en la ciudad y al que se accede desde el mismo Parador Nacional, un antiguo molino anexo al Parque, en el que al otro extremo está situado el Estadio del Molinón.

Espléndido Parque cubierto de una vegetación rica en especies arbóreas, luce un bello estanque habitado por una variada fauna que alcanza más de cien especies de aves diferentes, muchas de ellas llegadas en sus flujos migratorias desde los puntos más alejados de Europa. Para distracción del visitante destacan en “el estanque de los patos” una gran variedad de cisnes, gansos, ocas, patos, gaviotas, y muy próximo a él, un palomar junto a un aviario, albergan faisanes, pavos reales, gallos y gallinas, palomas y demás especies extrañas que también se pasean sueltas por el césped luciendo elegantes y coloridos plumajes, o esconden sus picos en el estanque donde calman su sed y chapotean sus aguas. A través de sus pasillos ajardinados, se llega a la playa de San Lorenzo, punto en el que arranca el paseo marítimo y que muere a los pies de la Iglesia de San Pedro en el otro extremo de la ciudad.

Quisimos conocer dos pequeños pueblos costeños elogiosamente recomendados: Lastres y Tazones. Pero con anterioridad y como nos cogía de camino, fuimos a conocer la Universidad Laboral de Gijón que construida a mediados del pasado siglo, se caracteriza por su monumentalidad. Referenciada por su creador con reminiscencias clásicas de Roma, Grecia y el Renacimiento, sorprende por lo inesperado. A su interior se accede desde una puerta de aspecto medieval pasando a través de un Patio Corintio voluminoso y de espléndidas columnas jónicas: punto de entrada a la magnífica plaza interior en la que se observa una lograda conjunción entre las clásicas plazas castellanas y el sabor veneciano de la famosa Plaza de San Marcos, cuya extensión es semejante. Más que una Universidad es un espacio abierto al siglo XXI donde la cultura y al arte mantendrán viva su mejor proyección creativa encaminada a los mejores logros, tanto artísticos como productivos.

Visitamos Lastres, con su pequeño puerto y casas blancas de tejas rojas que se reflejaban en el mar cristalino que lamía su dársena. Subimos al mirador junto a la Capilla de San Roque, desde donde divisamos las cumbres nevadas de los Picos de Europa en un día espléndido de sol, mientras nos deleitábamos al mismo tiempo con el poblado a nuestros pies. Las brumas lejanas entre las montañas y la espuma del mar sobre los pequeños acantilados ribeteaban Lastres, que escalonada sobre un pedestal de arbustos y musgo, la observamos desde lo más alto.

Llegamos a Tazones a la hora de comer, según nos fijaba la ruta elegida, y lugar por donde Carlos I hizo su entrada en España. Nada más llegar una procesión de gaitas ascendía desde el puerto hacía una ermita precediendo a la Virgen del Carmen, cuyo recibimiento no podía ser más oportuno. Tazones es un pueblo muy pequeño apretado al mar donde la oferta gastronómica es abundante. La belleza de sus casas, a una y otra parte del camino de bajada al puerto, configuran unas callejuelas llenas de sabor asturiano perfumado por los ofrecimientos de sidra volteada desde unas manos tan generosas como diestras. En una de sus retorcidas callejuelas una casa cubierta de conchas junto a un hórreo recreaba un rincón pintoresco.

Y ya sentados frente al mar tomando una sidrina y esperando ver qué nos ofrecían para comer, los gaiteros ocuparon el centro de la calle y con su “Asturias patria querida” nos alegraron a todos los que nos disponíamos a gozar de aquel espacio asturiano; como lo hicimos poco después con un surtido y extenso marisco, el mejor de los frutos del mar.

De vuelta a Gijón y tras un rato de descanso completamos la tarde con un pequeño paseo viendo cómo las aguas abandonaban la playa para refugiarse otra vez en el mar, desde donde horas más tarde volverían a surgir suavemente para cubrir toda la playa de San Lorenzo de un espejo de plata y en el que volverían a reflejarse los destellos de Gijón en su vaivén interminable.




11 octubre 2008

GIJÓN, ISTMO DE ENCANTO, ELOGIO AL HORIZONTE

04/10/2008
El Parador Nacional de Gijón está situado en pleno parque de Isabel la Católica frente a la playa de San Lorenzo a la que da nombre una pequeña ermita cercana a la Plaza Mayor.

No madrugamos en la mañana dominical a la que dedicamos sus horas paseando por su centro urbano en torno al amplio paseo marítimo comunicado con el puerto deportivo a través de sus amplias calles, en las que su casco antiguo a pie de Cimavilla, origen de la ciudad, ofrece todo el sabor monumental de sus plazas palaciegas en las que destacan el entorno de la Iglesia de San Pedro, la plaza recoleta de Jovellanos con su casa natal y la capilla donde reposan sus restos, junto a Campo Valdés y el Palacio de Revillagigedo. Cercanas, las Termas romanas halladas hace pocos años y eficazmente restauradas entre otros muchos rincones selectos de la ciudad, dan testimonio a su belleza en la que el espíritu del erudito Jovellanos reina por todas sus calles. Como el de la Capilla de San Lorenzo del siglo XVII arriba citada.

En lo alto, reina el amplio mirador del Cerro de Santa Catalina con su monumental “Elogio del horizonte” frente al cantábrico: obra emblemática de Eduardo Chillida en cuyo refugio el clamor del mar inunda los sentidos.

Su porticada Plaza Mayor con el Hotel Asturias a un lado y la estatua de Don Pelayo frente al Puerto junto al Pozo de la Barquera, es un punto de solaz descanso y ocasión para un ligero aperitivo cuyo marco es el más adecuado.

Nos habían hablado de “La zamorana” donde el buen comer tiene sus encuadres más logrados. Decorado con muy buen gusto, disfrutamos de sus productos servidos con la mejor atención por los hermanos Méndez Fernández, quienes dan el mejor servicio a los que acuden a su cita cualquier día del año. Dimos cuenta de su buen marisco y de su selecto pescado, productos de un mar embravecido que seleccionan con especial cariño.

Tras un descanso en el Parador, la visita obligada a la “Casa natal de Jovellanos” resultaba ineludible. Más dedicada a exposición cultural de lienzos y pinturas, destaca en una de sus salas “El retablo del Mar”, obra cumbre de Sebastián Miranda destruida en la guerra civil, pero recuperada después y tallada en madera donde se representa la rula para la venta de pescado enriquecida con toda clase de personajes populares, desde el más desnudo infantil gozoso ante la lonja, al más anciano pescador disfrutando ante la pesca de una afortunada jornada enfrentada a la mar, y de cuya abundancia gozan sus ojos.

En otra de las salas queda patente los atributos literarios, poéticos, jurisconsultos, filósofos y economistas del más preclaro de los hijos que dio la ciudad: don Melchor Gaspar de Jovellanos, el gran promotor de la cultura española del “siglo de las luces”.

Terminado el día, no sin recorrer sus callejuelas repletas de sidrerías y ricos montados, un paseo por todo su arco marítimo procuró un mayor conocimiento de la ciudad, mostrando todo el esplendor de su noche iluminada en la que su rico porte le daba el mayor de los realces.

ASTURIAS, COSTA DE INDIANOS - II

03/10/2008
Rumbo a Gijón iniciamos el día con el deseo de visitar Luarca y Cudillero, dos bellos pueblos de la costa asturiana que bien vale la pena saber de ellos.

De mayor población el primero, pasear por sus calles contemplando sus edificios modernistas de principios del pasado siglo tiene el aliciente de que permanecen intactos gracias a sus gustosas restauraciones que mantienen en sus calles todo el sabor de antaño. Su amplio puerto sirve de punto de mirada a los cuatro puntos cardinales con la seguridad de que al contemplar sus vistas, entraña la dificultad de mostrar alguna preferencia por una u otra parte de las que se muestran ante nuestros ojos. El azul del día daba aún mayor belleza al blanco predominante en toda la ciudad, destacando la Plaza del Ayuntamiento junto al rio Negro, debido a su lecho de pizarra, surcado por una fina lamina de agua donde se recreaban aves palmípedas alegrando la vista del viajero.

El friso vegetal que circunda la ciudad alfombra las laderas que rodean a Luarca, de cuyo centro sale un camino ascendente a uno de sus miradores desde el que se observa toda la ciudad metida dentro de una cazuela de la que rompe uno de sus lados bocana a la mar.

Vista la ciudad desde lo alto, es un anfiteatro en cuyo centro su puerto deportivo alinea multitud de pequeñas embarcaciones que pespunteando su espejo de plata ofrece la mejor marina urbana para deleite del plácido observador.

Desde lo alto de su mirador abandonamos Luarca pasando por una zona cumplida de edificios indianos: aquellos que haciendo fortuna en tierras de América regresaron a sus orígenes homenajeando sus triunfos con ricos edificios, auténticos palacios situados en el mejor de su emplazamiento visto al Cantábrico. La mayoría de ellos lucen su perfecto estado y muestran todo el esplendor de aquellos dorados años como testimonio de un éxito por el que los ansiosos de gloria lucharon. Los hubo que no alcanzaron fortuna y de ellos sólo queda su recuerdo, como el ya reseñado en nuestra visita a Navia en su amplio mirador frente a la playa, permanente punto de inicio al dorado tan deseado como ignorado.

Llegamos a Cudillero, pequeño pueblo marinero metido entre dos montañas de frondosa vegetación, cuyas casas escalonadas forman un anfiteatro de tonos rojizos que contrastan graciosamente con el verdor de las laderas que lo comprimen. Era un mediodía nublado, pero a poco de nuestra llegada, un diluvio descargó su fuerza implacable sobre el poblado, privándonos de una plácida comida en una de sus terrazas frente al mar, flanqueados por sus casas que contornean el pequeño puerto marinero declarado Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural. Con seguridad, el fuerte chubasco que se cernió sobre nosotros en un breve instante colaboró a una desafortunada elección, con el resultado de una comida para olvidar: imprevisto con el que siempre hay que contar y que por fortuna fue una mancha extraña durante todo el viaje, felizmente olvidada pocas horas más tarde.

Cuando cesó la lluvia, las nubes se despidieron de Cudillero y un cielo límpido dio el mayor esplendor a sus casas arracimadas, brindándonos la ocasión de las mejores fotos.

Avanzada la tarde llegamos a Gijón, donde nos dedicamos a un necesario descanso agravado por fuertes turbulencias que aconsejaban no salir de la habitación, pese al entorno ajardinado del Parque de Isabel La Católica, del que íbamos a disfrutar al día siguiente.


10 octubre 2008

ASTURIAS, COSTA DE INDIANOS - I

02/10/2008
Hasta éste momento el buen tiempo nos iba acompañando generoso durante todo el viaje y nada hacía presagiar que nos iba a abandonar, por lo que de su fidelidad quedamos muy agradecidos. Así pues, pusimos rumbo a la costa asturiana para conocer algunos de sus pueblos cantábricos, todos ellos con el especial encanto de sus pequeños puertos, situados a lo largo de una costa llena de acantilados y de pequeñas playas en una paisaje de abundante vegetación verdosa salpicada por un florido, que pese a no alcanzar su punto más vivo, daba alegría a un paisaje en el que las nubes viajeras adornaban el cielo mientras paseaban ligeras de equipaje como contemplando el horizonte al igual que lo hacían nuestros ojos. Algún leve chaparrón perfumaba más si cabe los prados cercanos a la carretera, y las vacas tumbadas en la hierba mostraban sus ubres llenas, quizá necesitadas de alivio esperando llegara la hora de ofrecer su blanco cuajo.

Visitamos Tapia de Casadiego, en el que el legado del Marqués que da su nombre al pueblo permanece con el mejor de sus usos. Las construcciones que donó para el disfrute de sus vecinos en el siglo XIX dan vida y esplendor al poblado, destacando entre otras, su puerto pesquero, su Ayuntamiento y su Centro Escolar, edificios ambos enfrentados en la plaza principal y de estructura y construcción semejantes.

Recorrimos la dársena del puerto, mientras divisabamos sobre los acantilados cercanos las casas de indianos que tanto proliferan por las costas cantábricas.

Abandonamos Tapia y nos dirigimos a Puerto de Vega, un puerto ballenero que cumplía esta actividad durante los siglos XVI y XVII con decoraciones alusivas por sus calles empinadas y de cuyo testimonio sólo queda un frontal almenado en el centro del puerto.

Recorriendo su casco antiguo, nos encontramos con la casa donde murió D. Melchor Gaspar de Jovellanos, el personaje más representativo de la Ilustración española y cruelmente tratado en los últimos años de su vida en su encierro en el Castillo de Bellver.

Visitamos Navia, la ciudad más importante de la zona en la que desde un mirador, un monumento dedicado al peregrino homenajea “a los que dedicados a la gran aventura de las Américas marcharon y volvieron, como también a los que nunca más retornaron”

Llegada la hora de comer, nos aguardaban unas “andaricas” (nécoras) y “unes faves con almejas” de espeso y sabroso condimento, razón más que sobrada para caminar de un punto a otro de España.

Retornamos a Ribadeo, tras una corta visita a Vía Velez: un bellísimo pueblo costero de gran sencillez, sacudido por un leve oleaje que alzaba sus olas sobre su pequeño malecón lustrándolo de espumas.

Aprovechamos la tarde para visitar los miradores aún no conocidos, como el Mirador de Santa Cruz, el más alto de la ciudad con su monumento homenaje al Gaitero Gallego y el Mirador de la Atalaia dentro de la misma ciudad sobre el puerto, donde está ubicada la capilla de Nuestra Señora de la Trinidad, la más antigua de Ribadeo y junto a ella, en un pequeño jardín, dos cañones orientados al cantábrico representan la función defensiva del lugar en tiempos ya muy lejanos.

Por último, recorrimos una de las calles más céntrica de Ribadeo, la más representativa y rica por la sucesión de casa indianas que rivalizan en belleza a lo largo de todo su recorrido.

Ya sólo nos quedaba llegar al hotel para preparar las maletas camino a Gijón al día siguiente, gozosos de haber conocido una parte de las tierras gallegas repletas de una exuberante belleza natural.

PLAYA DE LAS CATEDRALES, CULTO A LA MAR

01/10/2008
Nos habían hablado de la “Playa de las Catedrales”, perteneciente al Concejo de Ribadeo y de visita obligada en las horas de marea baja. Dicen los lugareños que después de la Catedral de Santiago, es el sitio más visitado de Galicia y su aspecto único e inconfundible invita a dedicarle unas horas: las necesarias para disfrutar de una de las playas más singulares, dicen algunos del mundo.

Nos informaron que fue Lepoldo Calvo Sotelo quien rebautizó a la playa de Augasantas como la de las Catedrales y contemplando el paraje, su sabia aportación no deja resquicio a la duda. Cuando el hombre culto se une con el hombre político, surge un extraño maridaje cuya fecundación más sorprendente se expresa en el bautismo osado, nada pagano, de nominar como Catedral a lo que es una simple playa sometida al influjo lunar enriquecida con unos soportales dejados caer por la gracia natural de su Creador.

Costa de altos acantilados tiene en su mejor mirador un punto de encuentro desde el que se accede a la playa cuando baja la marea, a través de una escalera de piedra y barandilla de recias cadenas que llegan a estar cubiertas en parte por las aguas en las horas de su pleamar.

Nada más pisar la arena firme tal mullida alfombra, junto a la escalera que ya has abandonado, brota de una roca un hilo de agua que se remansa como si de una pila de agua bendita se tratase: es el punto de entrada a la gran Catedral, la que abierta al mar y rodeada de altos acantilados ofrecen el aspecto de sus continuas capillas que contemplándolas en caminar lento, una tras otras, se llega al espacio de los pórticos, el de los grandes arcos y largos pasadizos, donde sus bóvedas hasta entonces escondidas aparecen a cielo abierto gracias a los rayos de luz que recorren su girola tras el retablo frontal a la inmensa planta circular de un mar en calma, del que sus rítmicos murmullos semeja a un coro cuyo eco de música sacra recorre toda la playa catedralicia.

Escuchándolo, entra en tu espíritu, te relaja y te llega al alma. Playa con el fondo de sus capillas mojadas de salitre, es la Capilla Sixtina frente al mar, mientras que las gaviotas en su caminar por la arena dejan la huella de la cruz como señal de su presencia, y tributo al sosiego celestial que envuelve la mítica playa de Ribadeo. Llegada la hora del plenamar, la playa desaparece a los ojos del visitante y las aguas cantábricas sacuden sus rocas y las cubren con un manto morado que horas más tarde, en su recogimiento hacia el mar, volverán a mostrar toda la belleza que sólo la naturaleza sabe cincelar.

Comimos en Rinlo, un pequeño puerto cercano donde los productos de la mar cubrieron la mesa como horas antes lo hicieran las aguas sobre la “playa de las catedrales.”

Aprovechamos el día contemplando parte de los varios miradores sobre la ría de Ribadeo, como el de la Isla Pancha frente al mar abierto: la del Faro; el del Cargadeiro: antiguo cargadero del mineral de hierro rumbo a los Altos Hornos vizcaínos y hoy moderno mirador frente al Puente do Santos que comunica Galicia con Asturias, justo al lado del Fuerte de San Damián de carácter defensivo. Aún quedaban algunos miradores más por visitar, pero los dejamos para el día siguiente. El descanso era nuestro próximo objetivo, no sin antes aprovechar lo que quedaba de tarde tomando un café en la amplia plaza donde la chiquillería revoltosa la llenaba con bríos de fiesta.

TARAMUNDI, REGRESO AL PASADO

30/09/2008
Aunque nuestro objetivo fundamental era conocer la costa asturiana, no podíamos desaprovechar la ocasión de visitar parte del interior y por ello nos dirigimos hacia Taramundi, lugar de visita obligada en su parte occidental, como pudiera ser el de los Picos de Europa en la parte oriental del Principado.

Taramundi está a unos 30 kms de la costa, pero sus curvas constantes, su paisaje, sus bosques de encinas, castaños, robles, eucaliptus, pinares y sus vacas y pastos, contribuyen a que el viaje resulte muy placentero, aunque necesitado de más tiempo para llegar a su núcleo urbano a pesar de su corta distancia. La Oficina de Turismo informa al visitante de las amplias ofertas, todas muy interesantes, siendo la más importante y única en su género la del pequeño poblado de Os Teixois donde en la actualidad sólo existe una familia, con Luis, enamorado del lugar, como alma insustituible de tan peculiar hábitat natural. Hasta hace unos años vivían allí diez familias, pero en la actualidad sólo Luis, su esposa y sus dos hijos son los residentes de Os Teixois.

Un pequeño caserío convertido en un conjunto de ingenios hidráulicos en el que Luis es el que gracias a su amor por todo lo que aquello representa, y lugar donde sus ojos vieron la luz por vez primera, consigue con su pericia y conocimiento el perfecto funcionamiento de toda aquella maquinaria cuya única fuerza motriz es el agua del rio Mesta, aguas que cruzan los bajos del caserío y sabiamente aprovechada tal como ya se hacía hace muchos siglos con documentación de su existencia allá por el siglo XII.

Los mazos, el molino, la rueda de afilar, un batán y una pequeña central eléctrica accionan y dan vida a tan singular centro etnográfico, cuyo movimiento deja en la memoria del visitante un recuerdo imperecedero. Saber cómo vivían sus antiguos pobladores y la gran posibilidad que brinda el agua es una experiencia de un valor incalculable, sobre todo para los centros docentes que visitan con frecuencia tan peculiar centro de ingeniería.

Desde la obtención del alumbrado para su consumo propio, el molido de los cereales, la singular forja cuyo fuelle es accionado gracias al efecto venturi producido por la acción del agua, el abatanado de los paños por la persistencia machacona de los mazos, completan todo un proceso industrial útil para subsistir en cualquier lugar donde mane el agua, ancestrales maquinarias movidas a base de trampillas que dan paso al agua donde el intelecto de Luis no tiene límite alguno. El conocimiento y la obtención de la altura necesaria para poner en marcha todo el conglomerado allí existente es la contribución del hombre al aprovechamiento que brinda la naturaleza y que generosa, nos ofrece la energía de sus aguas.

También vimos en el caserío cercano de Esquíos una colección privada de enseres recogidos por todo el Principado por un lugareño que ha hecho de su afición coleccionista su modo de vida, reuniendo en el interior de su casa utensilios diversos, desde los más variados de labranza, pasando por los domésticos, máquinas de escribir, de coser, de liar cigarrillos, aparatos de radio, de medida, incluso los más insospechados y cuya reseña necesitaría de varios folios, como una pequeña cuna de madera en la que sus padres le mecieron desde sus primeros días de vida. La casa situada en lo alto de una ladera de rico pasto utiliza el recurso de un “guincho” para elevar las cosechas y que si antes funcionaba a base de poleas, un pequeño motor eléctrico sigue funcionando con gran eficacia venciendo la dificultad de su pendiente.

Comimos en El Rectoral, restaurante emplazado en la parte más alta de Taramundi rodeado de verdes pastos y con un jardín embellecido con hórreos asturianos sobre pedestales de hortensias que invitaban al sosiego. Lo que hicimos después de disfrutar de un sabroso solomillo de ciervo y otras delicias gastronómicas ofrecidas por Diana: la simpática gallega que regenta tan bello establecimiento situado en una zona inolvidable, cuya mejor recomendación para abrir boca consistió en unas croquetas de compango: un manifiesto escrito sobre la sartén con la grafía de todos los componentes que habitan en una fabada asturiana que se precie.

De regreso a Ribadeo dimos la vuelta a la ría, recorriendo los pequeños pueblos marineros de Castropol y de Figueras, ya conocidos por las bellas vistas que desde el Parador situado justo enfrente se nos ofrecía. Quisimos conocer el Palacete Penalba, un hotel muy recomendado donde tomar un café, pero cerrado a quienes no están allí hospedados, tuvimos que contentarnos visitando su propia Marisquería situada junto al puerto donde disfrutamos de una amable conversación con la dueña en torno al pescado y a las excelencias gastronómicas de toda la zona.

El Parador y el balcón a la ría del que disfrutábamos nos adentró en la noche, gozando de su tranquilidad y entregándonos a un sueño profundo y reparador después de un día que nos había ofrecido recuerdos imborrables.

RIBADEO, EL PUENTE DO SANTOS

29/09/2008
Abandonamos tan bellas ciudades rumbo a Ribadeo , allí donde se unen Galicia y Asturias, o bien, la ría que el Eo le da nombre las separa. Llegados a Lugo, nos dirigimos hacia la costa norteña a través de una carretera sinuosa escondida entre bosques donde los eucaliptus predominan a lo largo de todo su recorrido. Tras una hora de camino por tierras gallegas el mar se abre ante nuestros ojos y ni siquiera el día nublado resta un ápice de belleza a una ría, que cuando llegamos, tiene sus aguas de bajada en su constante peregrinar besando sus costas o alejándose de ellas. Hábito extraño para nosotros, pero que con sus subidas y bajadas de cada doce horas, su observación, iba a ser un punto de mira constante durante todos los días que transcurrieran en nuestra visita a la sin par costa cantábrica, de extraordinaria belleza por tantas cosas como en ella se albergan.

Ribadeo, concejo gallego, tiene un elegante Parador Nacional situado en un punto magnífico con vistas sobre toda la ría. Aunque muy cercano a la costa, la curvatura de la ría impide ver desde el mismo Parador el “Puente do Santos” (la capilla San Miguel de Ribadeo junto a la de San Román en la otra orilla, dan nombre al puente que las une) que dos días antes de nuestra llegada había estado cerrado, sometido a la necesaria prueba de carga por haberse desdoblado su tablero para adecuar el puente a las necesidades de la autovía del Norte, la que en futuro estará en servicio a lo largo de toda la cornisa cantábrica. Para la ejecución del doble tablero ha sido necesario el concurso de alpinistas, siendo ésta obra, la de su desdoblamiento, de una gran complejidad y única en su género.

Comimos en el Parador y pasamos la tarde visitando la ciudad que nos dejó gratamente sorprendidos. Su ruta de los miradores para observar la ría desde diferentes puntos se convirtió en una ilusión y objetivo para los próximos días de nuestra estancia.

Tierra de indianos, tiene como máximo exponente en la Plaza de España la Torre de los Moreno, un edificio emblemático construido por un discípulo de Gaudí y que llena de personalidad a toda la plaza principal de Ribadeo, ciudad de la que es hijo predilecto Leopoldo Calvo Sotelo y lugar de su última morada.

TORDESILLAS Y SU TRATADO

29/09/2008
Tordesillas está abrazada por un caudaloso rio Duero que de él se amamanta, ofreciendo a las visitantes bellas panorámicas con multitud de ángulos donde conseguir la mejor foto. Su glorieta frente al Duero es una balconada desde la que se goza viendo el paso tranquilo de sus aguas en un amplio horizonte barnizado de ricos pinares. Ciudad menos monumental que Medina pero no por ello menos importante, gracias al ser la ciudad donde se firmó el famoso Tratado que lleva su nombre, auspiciado por el Papa Alejandro VI, y que dividió al mundo como tierras de conquista. El Tratado fue ratificado después por los Reyes Católicos en la Casa de los Sexmos de la vecina ciudad de Arévalo.

Fue en Tordesillas donde pasó gran parte de su reinado Juan la Loca, inhabilitada para tal fin. Durante estos 46 años, reyes, emperadores y príncipes fueron a visitarla, pues nunca perdió su condición de Reina de España pese a su estado de salud constantemente puesto en entredicho.

Fue una pena que por obras de su rehabilitación no pudiéramos visitar el Museo del Tratado, pero sí gozamos con la visita guiada al Real Monasterio de San Clara perteneciente al Patrimonio Nacional y de visita obligada. Monasterio mudéjar del siglo XIV es considerado como uno de los mejores de Castilla y León. En él estuvo enterrada la reina Juana hasta su traslado a Granada donde reposa junto a sus padres.

Visitamos la Plaza Mayor, pequeña, pero que responde a las más puras esencias de las plazas castellanas con soportales austeros con columnas de piedras y balcones corridos, donde cumplimos con la hora del aperitivo gozando de un sol estupendo sentados en la plaza y contemplándola con deleite. Tuvimos ocasión de conocer la tienda de Carlos Adeva, un licenciado en Bellas Artes y experto en pintura medieval que se abre camino con nuevas exposiciones no sólo en España, sino con proyección internacional. Ilusionado como está en su gran proyecto de construcción de una Academia de Arte en la misma Plaza de Tordesillas.

Comimos en el Restaurante el Torreón donde para una carne, generosa de sabor, braseada con cariño, Jeremías de Lozar, nos aconsejó “el vino de la casa”: un tinto excelente seleccionado con el amor que él imprime en sus cosas y que tanto debieran imitar los que como “vino de la casa” lo ofrecen a sus clientes con el menor de los cuidados.

Pasamos la tarde en el Parador, gozando de sus instalaciones y descansando con vistas al día siguiente rumbo a Ribadeo.

MEDINA DEL CAMPO, MÁS QUE PARADA Y FONDA

27/9/2008
Existen lugares a lo largo de nuestra geografía hispana que por su situación estratégica pueden ser considerados como “de parada y fonda”: lugares de descanso dentro de un largo recorrido de una punta a otra de nuestra piel de toro. Lo que nos lleva de esta forma a caer en el habitual error del desconocimiento del lugar transito, cometido por culpa de la idea preconcebida de fijarte un punto de destino ignorando otros que bien vale la pena conocerlos, sobre todo en situ. Dicen que las prisas son prácticas habituales tanto en los ladrones como en los malos toreros, a los que yo uniría a quienes desde su afición por el gusto por viajar eliminan de su equipaje el zurrón de la calma.

Pasar de largo por Medina del Campo y Tordesillas dejándolas tras el retrovisor del vehículo en una o dos ocasiones no es pecado; pero insistir en ello otras veces y no prestarles la atención que se merecen tampoco lo es, ni venial ni mortal, pero alimentar nuestra mochila con las prisas volviendo a dejarlas de lado, nos priva del placer de viajar, deja éste de tener sentido y de tal guisa, perdemos su faceta más natural: la de aprovechar el tiempo y lugar en el que estamos, sabiendo algo de lo que fuimos, como sucede en estos lugares: páginas importantes de nuestra historia.

Medina del Campo es a Isabel la Católica, lo que Tordesillas es a su hija Juana, la que llamaron “la loca”; amén de su famoso Tratado que partió al mundo en dos mitades: el que hiciera dueños a España y Portugal de las tierras por conocer en cada una de sus dos partes señaladas.

Pero todo esto es Historia, y pensando en ella, dedicarle uno de nuestros días a Medina y otro a Tordesillas paseando por sus calles, visitando sus puntos clave y gozando de sus bien cuidadas ciudades es un alto en el camino gozosamente recompensando.

El Castillo de la Mota, situado en un pequeño cerro (mota) es el embrión de la ciudad de Medina, de cuyos primeros pobladores, los vacceos, se ha conocido su existencia merced a un centro turístico situado frente al Castillo de reciente construcción, en cuyas excavaciones se han hallado unos restos arqueológicos datados en el siglo V a.C. En torno al Castillo fue creciendo su núcleo poblacional, llegando a convertirse la ciudad durante los siglos XV y XVI en el lugar que daba cobijo a las más famosas ferias de Europa. Esplendor que tuvo su final con el traslado de la Corte a Madrid, como capital de las Españas.

Auténtica fortaleza militar, el Castillo de la Mota se inició en su construcción en el siglo XII, no como Palacio, sino como defensa inexpugnable; eficazmente diseñado se convirtió en un bastión jamás vencido, merced a sus muros de ladrillo y argamasa, su foso circundante que nunca albergó agua y sus extensos pasillos interiores: prolíficos de troneras que resistieron todos los embates enemigos, los de los cristianos principalmente. Pero lo mejor es contemplarlo con toda su belleza y amplia panorámica con la que ha llegado hasta nuestros días, en la que sólo han sido precisas algunas restauraciones de sus almenas dañadas por la acción del tiempo. Su torre del homenaje se alza orgullosa resistiendo un pasado que sí supo de la destrucción bajo sus pies de todo su entramado interno, pero eficazmente reconstruido a lo largo de todo el siglo XX con múltiples y provechosas utilizaciones de las que hoy puede gozar el afortunado viajero.

En la Plaza Mayor de la Hispanidad, la de mayor extensión de España rivalizando con la de Salamanca, se reúnen la Casa de los Arcos; el Palacio Real Testamentario de Isabel I, donde se encontró con la muerte y entre sus paredes queda patente la fuerte personalidad y gran magnanimidad de la Católica Reina (una esplendida recreación histórica nos habla de cuando la creencia imperante en la composición plana de la Tierra con varios documentos pictóricos que así la mostraban, así como también del fuerte convencimiento del navegante Colón, la ayuda de Isabel y el astrolabio, que hicieron posible el descubrimiento de un nuevo mundo); su Ayuntamiento; la Colegiata (con su graciosa capilla exterior: un balcón desde el que se oficiaba en las horas de mercado, con la Virgen del Pópulo sobre el altar, anulando los acuerdos establecidos previos a la celebración de la misa) y la Casa del Peso Real.

Sobre su amplio enlosado se encuentran esparcidas unas placas de bronce donde figuran nominados los diferentes oficios, señalizado el lugar exacto que ocupaban los mercaderes durante sus jornadas de feria.

En la actualidad la Plaza de Medina del Campo es el escenario donde se celebran diversas exposiciones artesanales, espectáculos taurinos, Ferias de Muestras, de productos de la tierra, de la Hispanidad y de la Juventud.

Todo esto en su Plaza Mayor, pero perdiéndose por su calles el testimonio de la monumentalidad se encuentra por doquier: Palacios, Conventos, Mercados, Ermitas, Iglesias, Hospitales, Reales Carnicerías, así como su espléndida Estación del Ferrocarril, su Palacio Balneario y una multitud de casonas que dan fe de todo ello, junto al magnífico Cuartel Marqués de la Ensenada hoy desgraciada e incomprensiblemente cerradas sus puertas.

Dice el escudo de la ciudad que “ni Rey ofició, ni el Papa benefició” dada su autonomía en los nombramientos civiles y religiosos.