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30 octubre 2015

JOAN RIBÓ, MARTILLO Y YUNQUE


Joan Ribó abre el balcón de “su ayuntamiento” y desde su cubil lanza al exterior todo lo que en sus miserias se esconde. Las propias de un miserable.

Su actitud no es otra que herir los sentimientos de los valencianos y cuanto más hondos se encuentran,  más los agrede. Joan Ribó es un provocador.

Un día le puso “la soga” a nuestra Senyera y desde los hostiles campos de su estelada, en los que tan a gusto la aireaba, ha llegado al “cap i casal”  con su encomienda de atentar contra la cristiana simbología de los camposantos, a la sazón tan significada para más del 90% de las familias valencianas.

Joan Ribó siempre nadó y guardó sus ropas entre minorías, aunque ahora el traje sin corbata le venga grande en su "Compromís" oportunista, lo que no le impide lanza en ristre y en bicicleta, arrasar sin contemplaciones a una sencilla Cruz o apartar de cuajo para esconderla en un rincón, la imagen de la Geperudeta.

Joan Ribó fustiga a los débiles; en su imaginario se mantienen nubes de humo y fuego surgidas de aquellos tejados de iglesias y conventos de los años treinta que, dicho sea de paso, forman parte de su ideario, cual santo y seña, aunque eso sí sea en rito pagano incrustado en su identidad.

Joan Ribó no se anda con rodeos y por eso elige la bicicleta. Más directo, lo que no significa más cercano,  ha atacado con toda dureza los sentimientos más ancestrales y de evidentes raíces cristianas en las fechas más indicadas.

En los días previos a la festividad de “Todos los Santos” cuando son visitadas las tumbas sagradas por los familiares que, más o menos creyentes, no reniegan de aquello que ahora Joan Ribó les prohíbe.

Si antes declaró su intención de ser alcalde de todos los valencianos, ahora y en su malicia, da a conocer su perversa actitud.

¡Qué por él no queda!

09 octubre 2015

EL 9 D'OCTUBRE



Llega "el 9 de Octubre" y vemos el color rojo en el almanaque oficial que nos indica estar ante un día festivo. Festividad que lo es para la Comunidad Valenciana desde 1982 y que también lo había sido el año anterior, pero sólo para la ciudad de Valencia, antiguo "cap i casal" del Reino. 

Día festivo que reúne muchas casuísticas que nos invita a la reflexión, cualidad ésta no muy acorde con nuestra forma de ser en la que aunque el "pensat y fet" no se corresponda siempre, lo cierto es que ha dejado callo.

Para una parte de los valencianos y por la posibilidad tan frecuente que se produce, la festividad supone el "puente de octubre". Unos días idóneos para alejarse hacia algún lugar de descanso o diversión. Para otros es Sant Dionís y su "mocaora", por lo que acuden a las pastelerías con sus escaparates repletos de mazapanes en forma de frutas, con los famosos "piuleta i tronador" que rompen por una día nuestra dieta alimenticia.

Sin embargo, para un sector representa el día del "nacimiento de un pueblo", como si con anterioridad al "milagroso" día de aquel 1238, Valencia hubiese sido un páramo y de repente el "feliz nacido" hubiera comenzado a caminar por sus montes, valles y llanuras desiertos en busca de su destino. Sector éste para el que más de quince siglos de historia no representan nada.

Para otros es el día que se celebra uno más de los "antes y después" de nuestro devenir forjado en el crisol de la historia, que lo fue alimentada a través del Mar Mediterráneo por el que diversas culturas llegaron a nuestras costas. Civilizaciones que fueron mezclándose unas con otras y que de todas ellas se nutre nuestra idiosincrasia. No puede entenderse la etnología social valenciana prescindiendo de cuantas gentes ocuparon nuestras tierras, depositando en el limo de nuestra historiografía unas costumbres que en gran parte permanecen vivas.

No obstante, hay otra forma de entender el festivo día del 9 d'Octubre. Deviene en conmemoración a cuando en su condición de Cruzada y desde territorios adictos a la Cruz de Cristo, el antiguo reino musulmán fue incorporado a la Cristiandad, tal y como venía sucediendo en el resto peninsular, ansiosos los monarcas de entonces por recuperar la identidad perdida y de acrecentar su poder. Y Jaime I lo consiguió creando un Reino, el de Valencia, en el que cristianos y mozárabes que pasarían a denominarse moriscos, convivieron juntos hasta el siglo XVII, lo que explica la existencia en la actualidad de un variopinto muestrario de modos y costumbres que tienen su expresión tanto en el hábitat urbano como en los usos  huertanos, sin olvidar la lengua valenciana con su singular raíz arábiga que la diferencia de otras romances, originarios del gran legado romano y del que disfrutamos por su variopinta aportación.

Y en la celebración de esta efeméride, la Real Senyera tiene lugar principal concentrándose en ella la atención por lo que representa.

Dígase lo que se diga, hágase como se haga y si galgos o podencos, lo cierto y desde esta última forma de entender la fiesta y por su oficialidad, que el 9 d'Octubre tenga  una connotación religiosa es más que evidente, como se demuestra que cien años después de la Reconquista se celebrara su recuerdo siendo la Catedral el epicentro del homenaje. Como lo fue desde entonces en un rememoración en los sucesivos centenarios y anualmente en el último, salvo en periodos en los que no se llevó cabo celebración alguna por las circunstancias del momento.

Y si en la actualidad resulta ser que tras las últimas elecciones el actual alcalde de Valencia se pronunciase en que iba a ser el de todos los valencianos, la aseveración admite la duda.

¿Lo es de todos, Sr. Ribó?

Por lo visto las palabras del Alcalde valen bien poco, pues ya no lo es de todos, tanto en cuanto ha elegido su particular forma de celebración, dejando aparte el sentimiento de muchos valencianos, defraudados por su actitud, fruto de su ineptitud.