Es lo que hay. El Alto Tribunal Constitucional necesita
divagar durante más de seis horas para concluir que no se puede investir a un
ausente. O sea, que si aparece, se inviste.
Aunque sea un prófugo de la Justicia
desde hace cuatro meses, toda vez que ha sido proclamado por un presidente de las
Cortes Catalanas que previamente ha contactado con el sedicioso sin que la
policía ni ningún juez le hayan solicitado al mencionado Torrent ayuda para su
detención. Presidente autonómico cuya hoja de ruta es la misma que la de su
antecesora en el cargo, en la actualidad en libertad bajo fianza y a la espera
de un juicio que probablemente se llevará a cabo en 2028. Los diez años de
rigor.
En la misma situación se encuentran otros sediciosos infractores de la Ley, cuyos juicios están en
la cola, por lo que es presumible que en la década de los treinta tengamos
noticias.
Lo del señor Trapero es otra cosa, en cuanto se encuentre un
e-mail extraviado se buscará la fórmula para su archivo.
Mientras tanto el Gobierno de la República en el exilio se
dedica a las cuestiones propias de su sexo con un presupuesto diario de unas
cuantas decenas de miles de euros, cuyas transferencias son efectuadas de forma
puntual desde Cataluña, que al no estar tipificadas en el código penal, ni ir a
una cuenta de Bárcenas, no son impedidas. Por lo visto la malversación tiene
dos caras, y en este caso detrás de la trama no está el PP.
Alcaldes, diputados, mesas autonómicas, Tv3 pública, mesnada
y otras gaitas, laboran con absoluta impunidad al servicio de la República de
Cataluña, mientras que jueces e instituciones trapichean para que las aguas
naveguen por los recovecos que a los independentistas facciosos les favorece.
El juicio de los Pujoles
duerme en el baúl de los recuerdos, dispuesto para la afrenta ciudadana,
mientras que el de Oriol Junqueras y sus secuaces es una mosca cojonera que los
mismos jueces tratan de evitar.
La justicia española y el independentismo se temen, aunque
más bien el segundo ama y necesita del primero, cuya ayuda éste le ofrece. Del
amor al odio sólo hay un paso
El iuidicium interrupto encaja con el amor, como la vida misma.