Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

25 abril 2009

¡NO NOS MIENTAS, ZAPATERO!

No nos mientas Zapatero

No nos mientas Zapatero; pese a tu mala gestión en más de cinco años, fracaso tras fracaso y de escasos logros, no nos mientas más una vez hemos sabido de tu talante, del que por cierto ya ni mencionas ni blasonas.

Gracias a Internet podemos y debemos mandarte mensajes aunque la esperanza que los atiendas se difumina al igual que la posibilidad que tienes de controlar la red. Porque poner puertas al campo en este mundo virtual que inunda todo el planeta no es nada fácil y su logro un imposible; precisamente por su propia universalidad, que el disponer de la llave que lo haga posible no está en tus manos, tan lejos de tu alcance.

Es cierto que no es de recibo la gratuidad de las descargas y que está claro que el que algo quiere algo debe y tiene que pagarlo. Así pues, ahí están las grandes empresas, las multinacionales de la telecomunicación que cobran por prestar este servicio -y no poco a sus clientes- a las que bien pudieras pedirles el canon que pretendes y que de seguro te resultaría más fácil, al menos las que están en nuestro suelo hispano.

Pero no nos mientas Zapatero. Son muchos los que afirman que el nombramiento de Ángeles González-Sinde como Ministra de Cultura es para regular las descargas de internet y poner en marcha un canon que satisfaga los derechos de la propiedad intelectual de aquellos a quienes les pertenece, aunque, supongo tendrá también otras obligaciones al frente del mundo cultural de nuestra nación.

Ángeles González-Sinde, Directora de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y guionista habitual de cine: sin dudar de su capacidad de gestión, no creo que tal currículo vitae sea el imprescindible para la eficaz dirección de un Ministerio que entre otras funciones está la de otorgar subvenciones al mundo del cine.

Así que no nos mientas Zapatero, pues más parece ser sea el mejor regalo a quienes de forma manifiesta, pancarta en ristre, entre engañosos guiones, bambalinas y otras zarandajas, con la ceja en alto publicitan tu sillón mientras ahora están silenciosos superados ya los cuatro millones de parados, pero que volverán a las andadas días antes de las elecciones tal y como hacen siempre para meterse con el Partido Popular. Si a algunos se les regala supuestos trajes por una supuesta prevaricación que ni menciona ni detalla el propio juez, tú, Presidente de Gobierno, regalas un Ministerio a quienes de forma clara levantan la ceja haciéndote un guiño. ¿Por qué será? Decía la Bombi.

Y lo regalas precisamente a quienes desde su sectarismo acostumbrado no han sabido encajar la sutil crítica de Juan Marsé al cine español, el recién ganador del Premio Cervantes. Dueños absolutos de la libertad de expresión, no toleran ninguna crítica y actúan con el habitual estilo de la izquierda española ya tan conocido. Para sí quisiera la corriente que dirige, domina y amedranta en el mundo del cine español, la dignidad que atesora Juan Marsé, y por supuesto, su capacidad artística y limpia trayectoria política. Nada que ver con la del “famoso” cantautor él, Víctor Manuel, con su oda a Franco: la que fue todo un poema.

Sería bueno y muy higiénico además, dar a conocer y comparar después ante la opinión pública, entre el total anual de películas subvencionadas a través de la Academia, cuyo dato ignoramos, y el número de las que sí sabemos que se estrenan en las pantallas en el mismo periodo de tiempo y que no llega a la media docena; de ellas, las que permanecen en taquilla más de siete días apenas llegan a tres; y más parece que éstas sean muchas.

Y si el importe subvencionado es menor que la recaudación de todo el año, no parece que sea la Presidenta de la Academia la mejor gestora para dirigir nada más y nada menos que todo un Ministerio. Salvo que el regalo al mundo del cine, como premio a su encomienda, sea la auténtica razón de su nombramiento.

Así que no nos mientas Zapatero. Que para ese viaje no hacen falta tales alforjas.

17 abril 2009

ZAPATERO, SARKOZY Y EL MENSAJERO

De siempre, se ha puesto en duda por muchos medios de comunicación, menos los amarillos, no solo la capacidad intelectual de Rodríguez Zapatero, cuestión que supone la aceptación de un cierto nivel más o menos liviano, sino que también se ha tenido el recelo de que su nivel de inteligencia sea más bien bajo. Incluso desde dentro de su mismo partido, que haberlos “haylos”. Un claro matiz distingue ambas cuestiones, pues no es lo mismo valorar el nivel de su capacidad intelectual que poner en peso su inteligencia. Azaña fue un gran intelectual, pero nada inteligente.

Valoraciones no solo distintas, sino también distantes, como diría el desgraciadamente desaparecido Leopoldo Calvo Sotelo que con su halo de docta esfinge, rezumaba pura intelectualidad.

El caso es que por sus obras los conoceréis; fue Zapatero quien nombró con su propio dedo a los Solbes, Bermejo, la Maline, Bernat Soria, cuyas penosas actuaciones no sabemos bien si han sido motu proprio, o siguiendo las órdenes de quien ahora se cuestiona su alta, mediana o baja capacidad de discernimiento.

O aquel nefasto nombramiento de Pilar Narbona de quien se sirvió para frenar un Plan Hidrológico Nacional: el que tanto molestaba al “tripartit”, especialmente por su nombre. Y de quienes dependía Zapatero.

El que ahora el Presidente Sarkozy haya cuestionado o no, el nivel de inteligencia de Zapatero, por cierto, juicio desmentido y de forma inmediata, nos habla, sin embargo, de la existencia de un mensajero y nos confirma que en otras cercanías sí se ha planteado la cuestión, dudando de su tan necesaria valía. Al menos, la mínima para dirigir una nación, afán en el que tantas veces se ha quedado a medio camino en todos estos años de su (des)gobierno.

Pero es el tiempo, impecable e implacable, el que dicta su sentencia, pone las cosas en su justo sitio y da la razón a quien la tiene. Y si a aquellos foros de opinión, muy críticos con la actuación de quien más se dedicaba a tensionar la vida pública -junto a los mencionados lacayos- que a otra cosa, se les censuraba entonces, e incluso se les insultaba desde los medios al servicio del poder -mal que les pese a estos-, ahora habrá que convenir que aquellos, estaban en lo cierto.

Qué no es lo mismo marrar en Economía, en Justicia, en Fomento o en Sanidad que en otros Ministerios, también importantes, pero que siempre dependerán de aquellos.

Al menos ahora vemos a Don José Blanco abandonando a su Pepiño querido. Algo le habrá dicho su jefe en listo consejo. Pero ya se sabe, una cosa es ser inteligente y otra “listo”. De este último concepto, jamás tuve duda de Zapatero.

15 abril 2009

LA NIÑA DE LAS COLETAS

Ya me imagino a la niña de las coletas de la “alameditas de Serranos”, llegada a este mundo de las manos del escultor Esteve Edo, Medalla Nacional de Escultura 1968, quieta y callada.

Ya me la imagino en el jardín junto al rio a merced de un monstruito urbano que se acerca cuando la niña está sentada en una piedra y con un libro en sus manos. Observada la niña por el rufián, al verla con su vestido de bronce y cara angelical, su instinto animal se ha visto acelerado y la necesidad de ultrajarla se ha adueñado de su mente, accionado por el resorte de la bestia que lleva dentro, insaciable en su gesta.

¿Qué le habrá hecho la niña de coletas, tranquila y con un libro en las manos? ¿Se habrá dado cuenta acaso el monstruito de lo que sujetaban las manos de la niña de coletas? ¿Sabrá, acaso, lo que ello significa? ¿No será demasiado pedirle al nefando depredador de la noche?

Y de seguro que entre a su ademán zafio y cobarde de reptil baboso, un aberrante calidoscopio fluye por su mente, enfermo de lujuria contenida y se vuelca en su desenfreno sobre la inocente niña, allí quieta, frágil, pequeña, ante el palmeral de agua que la embellece leyendo en las páginas de un libro y ofreciéndose en singular ejemplo a quienes a ella se acercan.

Si el animal más salvaje destruye en su propio beneficio y por su afán de supervivencia, el que protegido por la noche ataca a una indefensa niña con coletas en su pequeño pedestal y deja en ella su firma de vándalo, no es más que la evidencia del animal salvaje orgulloso de la obra que en él se esconde, pero con el beneficio de su propia maldad.

Y el miserable deseo de que aparezca luego en la prensa el alcance de su proeza, más el disfrute de ver luego su hazaña en la foto impresa.

¿Reflejo de la sociedad en la que vivimos? ¡Qué triste es el aceptarlo!

12 abril 2009

PILAR


(A Alejandra Kurchan,
con mi gratitud)

Una fuerte tempestad de nieve paralizó la ciudad. Todos sus accesos quedaron cerrados al tráfico al igual que su aeropuerto internacional en el que se suspendieron todos los vuelos.

Yo iba a bordo de un avión cuyo destino a esa misma ciudad tuvieron que desviar, por lo que me vi una hora después en un pequeño aeropuerto de un lugar desconocido a la espera de noticias sobre qué iban a hacer con nosotros.

Pregunté dónde estábamos, por lo que supe que aquella era una base militar de escaso tráfico y poca guarnición, albergada en un pequeño poblado situado a escasos pasos del aeropuerto. Después de tomar un café de una máquina automática, salí con la intención de dar un paseo por aquellos alrededores, una vez advertido que durante las dos próximas horas no íbamos a tener información sobre nuestro destino.

Era un mediodía de chubascos, bajo un cielo cerrado del que se abrían pequeños claros que de repente se nublaban. Sobre el suelo mojado se habían ido formando charcos cubiertos de hojas caídas de un parque próximo al que me dirigí de inmediato. El día era algo frio y el parque, escaso de gente. Sólo unos pocos críos que, por sus pertrechos, salían de una escuela y que sin abandonar sus mochilas jugaban tras una pelota que igual iba de pie a pie, que de charco a charco.

Un ancho nogal cubría una banca de piedra en la que estaba sentada una mujer treintañera abrigada con una trenca y con un gorro hasta las orejas, del que caían sus lacios cabellos ribeteando los hombros. El cuello alzado de la prenda le daba cierto aspecto enigmático, al tiempo que de una caja de galletas, justo a su lado, las cogía una a una, lentamente, y se las llevaba a la boca mientras fijaba su mirada a una zona de columpios, aquella donde no había nadie.

Estaba a muy pocos pasos y me fijé en su semblante sin que se diera cuenta de mi presencia. Sus pensamientos debían estar lejanos, ceñidos a alguien cuyos motivos, de repente, yo deseaba descifrar. Lo que aumentó mi curiosidad hacía aquella mujer, que de no ser por el movimiento de su mano, más parecía una estatua sedente bajo la bóveda del nogal.

Fuera de los columpios, entre dos hileras de álamos, un niño jugaba con un avión del que tiraba con una larga cuerda, corriendo delante de él, como si quisiera elevar su vuelo al modo de una cometa. Me aproximé a él y traté de preguntarle, pero no me hizo caso. Y como huyendo, corrió tirando en su juego, alejándose del parque.

Fue cuando me crucé con un hombre mayor al que traté de darle conversación, ya sin importarme la situación en que me encontraba, salvo el deseo de saber de aquella estática joven. Aquella mujer… ¿qué era lo que dentro de ella se escondía?

Cercana al parque había una tienda en la que se expedían desde cazuelas de barro, legumbres a granel, aceite, aguardientes y un enjambre de cosas más pero ordenadamente dispuestas. Incluso ofrecía la ocasión de tomar un vaso de vino: el que compartí con el hombre mayor, quien trató de dar luz a mi pregunta:

-Es una pobre muchacha que se ha vuelto loca- me contestó mientras mordía un trozo de queso acompañando al vino peleón ofrecido gentilmente por el empleado de la tienda.

-¿Y la caja de galletas? ¿Tan golosa es esa mujer?, pues la veo insaciable sin darse tregua.

-Siempre que viene al parque, y lo hace todas las mañanas, trae su caja y no hace más que comerlas. Todos los días. Haga el tiempo que haga, incluso en los días de lluvia que aparece con un paraguas. Hasta en los días de frio invierno o los calurosos estivales: se sienta en su banca de siempre y empieza a comer galletas. Lleva así ya varios años y nadie del poblado se atreve a preguntarle por la razón de su hábito.

Aquella respuesta me dejó perplejo. Me parecía como algo estrambótico producto de una película que se estuviera rodando en el parque. Como una idea estrafalaria de un novel y circunspecto director de cine con afanes de obras enigmáticas: la de un cortometraje a cuyo final el espectador se plantea no haber entendido nada.

-¿Y ese niño que juega con un avión corriendo bajo los árboles? -volví a preguntarle a quién ya había pedido otro vaso de vino.

-Es su hijo. Pero no vive con ella. Tiene su custodia un matrimonio solitario que vive aquí cerca. Ella llega, se sienta en su banca, empieza a comer sus galletas, y al mediodía, cuando termina la escuela, acude el niño con su avión tirando de la cuerda, hasta que cansado, se marcha a la casa donde vive. Pero los días sin escuela, igualmente acude la madre con su caja de galletas.

Habían pasado ya las dos horas anunciadas y regresé al aeropuerto convencido de mi marcha, pero sorprendido por no haber llegado a averiguar el sentido de toda aquella historia descubierta casualmente, a cuya explicación me veía obligado a renunciar.

-“El aeropuerto de la Capital continúa cerrado y las carreteras están impracticables, por lo que no hay más remedio que esperar unas cuantas horas más hasta que estén limpias las pistas de aterrizaje. Creemos que no hará falta hacer noche en este Aeropuerto, así que les rogamos tengan paciencia y se hagan cargo de la situación. De inmediato vamos a servirles unos bocadillos. De cualquier novedad que se produzca tendrán cumplida información.”

Esta fue la nota escueta repetida por los altavoces de la sala de espera. Fui a la cafetería a saciar mi desgana, pues desde el café de la mañana mi estomago estaba vacío; no así mi cabeza, a la que acudieron los recuerdos del parque vividos unas horas antes.

Una vez aliviado mi apetito regresé al parque bajo un cielo que seguía plomizo. Un suave viento empujaba las hojas volando a un palmo del suelo, meciéndolas en su revoloteo, como si disfrutasen de un baile envolvente bajo la arboleda en aquella tarde fría y primaveral, semejante a las ideas que se agrupaban en mi mente, a las que no cesaba de darle vueltas impulsadas por mi curiosidad.

De forma refleja me dirigí al nogal que en esas horas, falto de sol y con el oscuro del atardecer, la banca de piedra daba cobijo a una pareja de amantes que apretujaban sus cuerpos uniendo sus bocas bajo la luz de una farola, que si restaba intimidad a sus deseos, daban sus reflejos dorados el aspecto de un salón del trono ensalzando el centro del parque. Al verme, me dirigieron una sonrisa que adiviné triste, mientras desviaban su atención hacia el aeropuerto al que escrutaban de forma intermitente, ora besándose, ora mirando en lontananza el perfil de sus grises colinas.

-¿También están a la espera de noticias? –les pregunté ensimismado por la sorpresa y creyendo que eran viajeros de mi mismo vuelo y de paso, correspondiendo a su saludo.

-No, no señor. Vivimos en este poblado del qué queremos irnos nada más podamos- me contestaron escuetos y sin ganas de mayor conversación.

Los dejé en sus amoríos sorprendido por la respuesta, y me fui nuevamente a la tienda sin estar decidido a cruzar su umbral o continuar mi paseo. La luz mortecina de la tarde agotaba sus últimos destellos, y en las casas junto al parque, las luces, a través de sus ventanales, daban fe de vida al poblado. Justo, antes de llegar a la puerta, un hombre salió a mi paso y destocando e inclinando levemente su cabeza me lanzó un saludo. Aunque de porte muy serio, acercó su mano a la mía, a lo que correspondí con una sonrisa e invitándome de seguido a un paseo juntos.

-¡Sé de su problema, amigo! Igual con un poco de suerte pueden reanudar el vuelo dentro de unas horas, pues las últimas noticias hablan de que el aeropuerto de la capital estará listo para recibir aviones antes de la medianoche.

Cubría su cabeza con un sombrero de fieltro verde oscuro y un gabán del mismo tono hasta los pies que le daba un aspecto distinguido y señorial. De camino hacía su casa, me ofreció compartir juntos una taza de café. Su única intención era hacerme grata la espera, por lo que me mostré agradecido aceptando su cordial invitación.

-Es lógico que el aeropuerto de la capital no esté preparado para tempestades de nieve como la de este día –me dijo tratando de justificar su cierre- pero por su conexión internacional y sus muchos vuelos diarios, debiera estar preparado para estas circunstancias. Pero bueno, dejemos esto, al menos ha servido para que Vd. conozca este lugar, que pese a su insignificancia, en otros años fue una Base Militar muy importante. ¡Y de habernos conocido! Al menos, tengo con quien conversar un rato. Espero que no tome a mal esta pequeña broma. Seguro que esta espera le ha causado un gran trastorno. ¿Le apetece un coñac?

Agradecí todas sus atenciones, pero no pude evitar preguntarle de inmediato acerca del impacto recibido al ver una mujer en la banca del parque ingiriendo galletas sin cesar un instante; y de su condición de mujer enferma, según alguien del poblado me había informado.

-Ah, amigo- exclamó de inmediato- una base militar es un mundo aparte y produce circunstancias extrañas que la mente humana no alcanza a comprender. Esa mujer se llama Pilar y vive sola. El cuerpo de su esposo desapareció en el mar cuando pilotaba un Mirage alcanzado por un misil enemigo. Fue imposible dar con él, con su cuerpo, y el impacto que recibió al saber la noticia le ha dejado en esa circunstancia que nadie alcanza a comprender. Unos dicen que se ha vuelto loca, otros que ella está bajo los efectos del shock. Lo cierto, es que cuando se enteró de la noticia, estaba sentada en el parque viendo el contenido de un paquete recién llegado de su esposo. Fue lo último que supo de él. Con la terrible noticia perdió el conocimiento y estuvo ingresada durante veinte días. Dada de alta, empezó a acudir al parque con su caja de galletas. Y allí sigue, todas las mañanas del año: llueva, haga viento, queme el sol, o nieve… aunque por aquí, esto de nevar, ocurre raras veces.

No quise mostrarle mi extrañeza, ni profundizar más en la causa efecto de aquel trance. Deseaba saber otros aspectos: como el de la pareja que por la tarde ocupaba el mismo sitio en el parque, así como también averiguar la coincidencia del niño con su avión, sin que hubiera un trato directo con su madre.

-Son Germán y Laura. Laura es mi asistenta, enamorada de él. Germán cuida de su padre enfermo de Alzheimer. Desean coger un avión e irse a unir sus vidas en otra parte. Pero tienen que esperar… Dios sabe cuánto tiempo. Por eso, todas las tardes, acuden al parque a presenciar la salida de algún vuelo. Cuando esto sucede, fijan su mirada en el despegue y lo persiguen con sus ojos hasta que desaparece en el cielo. Amigo mío, tiene Vd. que comprender que la vida de un aeropuerto, pese a su mínima actividad, también tiene sus secuelas, algunas entrañables, otras dolorosas, alguna… impenetrable.

-¿Y el niño con su cometa? Ese avión del que tira tratando de elevarlo.

-¡No le dé vueltas, amigo! ¿Ha visto Vd. alguna vez un parque donde no juegue un niño?

08 abril 2009

CRISIS MINISTERIAL


Se veían venir los cambios en el equipo ministerial de nuestro ínclito Jefe de Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero dados a conocer a la opinión pública a través de la prensa, gracias a las filtraciones tan habituales de estos últimos meses. Precisamente en el momento de su periplo internacional en cuyo viaje ha gozado del éxtasis emocional escuchando la palabra “amigo”, nacida de los labios de un enérgico Obama, a quien la amarilla propaganda trata de equipar a Zapatero sin tener el menor dato que verifique tal identidad, al igual que lo pareciera un falso cuadro daliniano puesto en el mercado de cuya abundancia todos sabemos.

Nada menos que seis cambios en los que el fiel ministerial no se tambalea, y hace que se mantenga la Ley de Igualdad para que la equidad de Zapatero permanezca y nadie dude de sus intenciones.

Sólo dos de ellos tienen especial relevancia desde la perspectiva de las próximas rentas electorales, dada la rémora que sufría el Presidente manteniendo sus gestores cercanos al poder, personificados uno en las cuestiones económicas y otro en las de fomento.

Confieso sinceramente que el cambio de cartera más deseado y en cuyo buen fruto todos confiamos es en el relevo de Pedro Solbes. La penosa actuación del ministro cesante, vanagloriada por Zapatero desde su atril de la Moncloa con la misma intensidad que ha sido criticada por la opinión pública, no viene dada por su cualificada actitud que la creo contrastada, sino más bien por su escasa aptitud profesional. Y no quiero pensar sea producto de atender a su cometido con un solo ojo, a medio gas. Aptitud, por cierto, muy bien vista por el propio Zapatero como anunció un día sonriente ante las cámaras de televisión tras un debate televisivo y que ahora le ha llevado al suspenso.
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A Solbes, le sustituye Elena Salgado que abandona Sanidad con muy buen semblante en su rostro. Lo que resulta esperanzador. Convencida vegetariana, esperamos ponga sobre la mesa recetas sanas y austeras: parrillada de verduras al mediodía y hervido valenciano unas horas antes de dormir, las que sin duda nos ayudarán a salir ágiles de la crisis.

Otro cambio necesario y cuya actuación caía como una losa sobre las espaldas del Presidente español, era el de Magdalena Álvarez, la Ministra de Fomento, mujer que cual erizo punzante y mosca cojonera trató de enturbiar allá por donde dejaba huella, provocando al personal, henchida de orgullo y llena de gozo. Llega al curro José Blanco, el anterior Pepiño, siempre procaz, pero tan callado en los últimos meses, sabedor de que su oportunidad la tenía próxima.

Quien estará contento es Manuel Chaves por su nuevo trabajo, así como por la cercanía de su ahijada del alma Bibiana cuya tutela aceptó un día. En su nuevo cometido tendrá que sumar esfuerzos en beneficio de una España en la que algunos no creen, pero que por lo visto en los últimos resultados electorales, el furor nacionalista decrece y a algunos ya, ni se les oye, inmersos en un problema cultural que no saben cómo resolver.

La guapa de Trinidad Jiménez, Ministra de Sanidad; Ángeles González-Sinde, Ministra de Cultura, regalo agradecido al mundo del cine, más Gabilondo, el rector universitario, no el de la tensión, completan un nuevo gabinete de altos vuelos y ojalá también de nuevos rumbos.

Era pues una crisis ministerial anunciada desde hace tiempo a la que se ha visto obligado José Luis Rodríguez Zapatero, nuestro Presidente, cuyo mayor problema no es el de su actitud, que para eso están sus sonrisas, sino el su aptitud, hasta nuestros días nunca demostrada.

04 abril 2009

POLVILLO DORADO

Con los pocos ahorros tras sus diez años de trabajo como jornalero del puerto, ni siquiera tenía lo suficiente para comprar un billete que le llevara a Paris, la ciudad con la torre más alta del mundo y desde la que anhelaba ver todo el Atlántico hasta alcanzar un punto lejano donde escrutar con sus propios ojos la estatua de la Libertad.

“El mundo en sus manos” de Gregory Peck se resistía y Julio Verne desaparecía de su mente por miedo al reto de un fuego avivado en el interior de sus añoranzas, lleno de brasas vacilantes que frenaban su acercamiento.

Bajó a la tienda de Juana, su amiga de muchos años, dueña de un pequeño mercadillo con la que compartía veladas, donde gastó sus pocos ahorros en rollos de papel engomado: el único remedio para su propósito ya en su mente desde hacía unos días.

-Igual me embarco y cuando subas a mi casa ya no me encuentras - Le dijo abandonando la tienda no sin antes darle un beso.

Entró en su cuarto iluminado en ese momento a través de una amplia puerta comunicada a un ancho balcón desde el que se vislumbraba la dársena del puerto, punto de llegada desde cualquier lugar del mundo como tantas veces vieran sus ojos, abiertos de ensueños, y por el que quiso escapar sin atreverse nunca a ello.

Encendió un pequeño aplique sobre la pared, bajó la persiana y cerró el ventanal para que no entrara ni un rayo de luz en cuyas grupas disfrutaba al contemplar el polvillo amarillento navegando ante sus ojos llegado de los lugares más remotos como en muchas ocasiones hiciera.

Ni una sola rendija de aquel su refugio quedó sin sellar al exterior, al igual que la puerta de entrada. Y hasta agotar todos los rollos, una tira sobre otra, continuó aislándose del mundo ignorando su presencia. Ya nada quería de él. Una pequeña trampilla cercana al techo, comunicada a la cocina, era su único resquicio.

Se tumbó en la cama no sin antes acercar a su pie al destartalado espejo que tenía colgado en la pared y tras fijarlo adecuadamente, su cara de gallina apareció sobre la superficie de un cristal casi opaco que trataba de ignorarle.

Y frente a él se encontró con cierta dificultad pero con mucho enojo. Tenía ganas de verle cara a cara y decirle muchas cosas. Fue aquella la ocasión que esperaba. Con seguridad no tendría otra.

-Dime cobarde, qué de aquello que tantas veces te juraste, qué de tus caminos de estrellas, qué de tus embriagadoras promesas, qué de tus lugares mágicos, qué de aquel pódium de gloria, qué de tantas cosas sin que ni una de ellas haya logrado siquiera haberlas acariciado por un leve instante con las yemas de estos dedos unidos a mis deseos. Dónde, dónde están todos tus sueños prometidos y qué de la promesa que un día emprenderíamos camino hacia lo desconocido desde el mar que nos vio nacer y del que ahora nos separamos para siempre. Tú, tú con tus vanas palabras dejándome en mis desengaños, qué de... qué de… aquello… qué…

Y un dulce siseo penetró desde la cocina llevándole a un letal sueño rumbo al Dorado que anhelaba conocer.

(“Polvillo dorado” es un relato que ha participado en el 44º Proyecto Anthology. Tema: HABITACIÓN PARA DOS)




02 abril 2009

NUESTRAS RAICES

Es curioso, cuando resulta que desde la transición democrática el hallazgo de nuestras raíces se convirtiera en un deporte nacional de sano y noble ejercicio, cuyo orgullo caló de lleno en todas las regiones de España, su empeño, se desvanece ahora y el abono fértil desaparece en sus cuidados.

Puesto en marcha el Estado de las Autonomías, florecieron como setas magníficos Museos a lo largo de toda nuestra piel de toro, sin escatimarse las partidas económicas necesarias para su logro. Dar con nuestras raíces fue como una enriquecedora obsesión, dedicados desde entonces al hallazgo de las más antiguas costumbres.

La Etnología empezó a tirar con fuerza de sus raíces carnosas y de rica savia, largas y jugosas, que infiltradas en la tierra y extirpándolas con mimo, íbamos a gozar de ellas para saber lo que fuimos y por ello lo que somos.

La raíz, en su constante deambular por ocultos estratos, a pesar de la dificultad ante la piedra tosca que impide el paso, gracias a la fuerza de su cofia, salva sus escollos y da con la tierra fértil dónde alimentarse.

Así funcionan las raíces, desde el primer soplo de vida que hubo en la tierra, divino o espontáneo, que no viene al caso.

Ya fueron los humanistas Erasmo y Moro junto a nuestro paisano Luis Vives, quienes sabían de nuestro origen. Así como el legado de nuestras más profundas raíces. Fueron ellos quienes se dedicaron al noble empeño de la construcción de Europa. Continente entonces lleno de luchas encarnizadas que lo asolaban, enfrentadas las distintas corrientes existentes, ninguna de ellas renegaba de su cristiandad. Fue el valenciano Vives, español y europeo como él mismo se definía, el mejor abanderado y el que más se dedicara a su fortaleza, asesorando a Reyes y a Príncipes, al igual que al Emperador y al papado de Roma.

¿Cuánta falta nos hacen en estos momentos cruciales hombres de la talla de aquellos mediadores humanistas del quinientos, conocedores de nuestras más auténticas raíces, de rica y buena savia, ante la necesaria unión de Europa?

Es curioso, decía, porque cuando más empeñados estamos en la tarea de dar con ellas y que tan a ras del suelo florecen en cualquier rincón de España en sus días de fiestas, hay quienes las reniegan, fomentan su ocultación, embutiéndolas bajo la tierra y desviándolas de su camino. Incluso para que fenezcan llegan a la simple extirpación de su cofia, como si ello fuera posible.

En su constante frustración dan un giro a nuestras raíces, esas que dicen que hay que buscar, pero que las adulteran a merced del pánfilo e ignorante de nuestra Historia, tantas veces falseada.

En su última ocurrencia, la alcaldía de Aldaya va a posibilitar el recurso a la suplantación del bautizo, sacramento cristiano de libre decisión, en un ceremonial extraño cual nuevo rito pagano, como antes lo hicieran en Igualada, en Vaciamadrid, en La Bañeza y en El Borge,

Si de lo que se trata es ignorar nuestras raíces, ¡qué lo digan!

Pero al menos que no las retuerzan: eso queda para los bonsáis.