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20 abril 2014

LOS GRANDES ACONTECIMIENTOS

los grandes acontecimientos

Se escucha por los ventanucos de la ciudad que la llegada al poder de una confabulación de tres fuerzas con pretensiones purificadoras, aunque lo sean en base a un radicalismo rancio y decimonónico, la de mayor atracción de ellas, la instalada en Blanquerías, allí junto al portal de Serranos, se verá sometida contra su voluntad por las predestinadas, según ellos alardean, a ejecutar determinados actos de desagravio, más bien llamados a terminar como “el rosario de la aurora” por la pertinaz acción depredadora de quienes montaron sus “lonjas de ofertas” a base de camisetas desde sus escasos escaños de las Cortes Valencianas, potenciados por la vociferante algarabía callejera, cada vez que en sucesivas ocasiones  del abandono de su condición de Diputados Autonómicos, se decidían para provocar a las Fuerzas del Orden, cumplidoras, por lo que ellos denuncian, en exceso de su deber.

Dicen…

Pero lo cierto es que desde hace años las tres fuerzas dispuestas a unirse, no han hecho otra cosa que arrojar por el túnel de la infamia la labor llevada a cabo tendente para que Valencia fuera una ciudad conocida en la urbe cenital, hecho comprobado por haberse convertido en obligada “parada y fonda” en el circuito universal del turismo, gracias a una política de grandes acontecimientos que, aunque su claro rédito y en beneficio de la ciudad, por la gran atracción turística que ha supuesto para el “cap i casal” durante los 365 del año, o 366 en el caso de los bisiestos, sin embargo, sus evidentes logros, han sido objeto de toda clase de vilipendios.

La visita del Papa, la Copa América y la Formula 1, han catapultado a Valencia a pesar de los pesares y pese a quienes les pese. No obstante, la confabulación de las tres fuerzas imanadas por claroscuros intereses electorales, sólo contempla en el horizonte sus anhelados beneficios, que no son otros que la ansiosa llegada a la poltrona del poder y al precio que sea; incluso en perjuicio y empobrecimiento del sector turístico que gracias a la proyección audiovisual de Valencia ha logrado sus frutos.

La Fórmula 1 situaba a Valencia en los satélites televisivos todos los años gracias a su circuito urbano frente al mar, en una proyección publicitaria esparcida por la rosa de los vientos, que de llevarse a cabo de forma distinta, asegurar su éxito hubiera sido como un juego de azar, dilapidando un coste económico con seguridad de mayor cuantía.

Y con todo, Valencia, está fuera de la competición más universal por culpa una Generalitat timorata que no ha sabido plantar cara a quienes se han dedicado durante los últimos años al voraz desprestigio de nuestra Comunidad.

La visita papal, la América Caps y la Formula 1, los llamados grandes acontecimientos, tuvieron un efecto tan necesario como providencial, para una ciudad que por primera vez en su historia pasó a brillar con luz propia en la gran ventana del mundo: la de la TV que llega a los lugares más insospechados, de unos a otros océanos.

Y no reconocerlo, sitúa a quienes lo niegan en su justa medida, echando por la borda unos grandes eventos y laborando desde sus grandes mentiras.

Como siempre.

16 abril 2014

UNA REGENERACIÓN IMPOSIBLE

 una regenracion imposible

Ayer tarde, en el salón de actos del Museo L’Iber de la calle Caballeros, Pedro J. de la Peña, ensayista y poeta, doctorado en Filología, profesor universitario y en posesión de diversos premios en su extensa obra literaria, nos ofreció una muy documentada charla bajo el título de “Una regeneración imposible”, al hilo de la situación política actual, y en parte, como una prolongación a su libro “Otro 98, es necesario”.

Tras ofrecer su punto de vista a partir de aquella España de los años sesenta del pasado siglo, que había superado la enorme dificultad de una postguerra, y situarse después en la época de la transición democrática a la que él mismo asistió lleno de entusiasmo, e ilusionado por la incorporación de España a la Europa democrática, desde su posición moderada de entonces una vez superado su radicalismo de juventud, aceptaba la nueva España Constitucional que se ofrecía abierta a un futuro de esperanza, misión favorecida en gran parte por los avances sociales logrados, así como por pertenecer España al grupo de las diez naciones con mayor poder económico, que sin duda se vería incrementado con el nuevo sistema político, aceptado por la inmensa mayoría de los españoles. Ello es lo que anhelaba.

Sin embargo, y en el periodo de los últimos diez años, toda aquella ilusión se ha venido abajo, significado por el gran fracaso de la España construida a partir del artículo VIII de la Constitución de 1978, y que según su “criterio” –el que aprendió un día leyendo a Balmes- la única solución a su problemática actual pasa por la profunda reforma de un sistema político que ninguna otra nación europea ha puesto en práctica, salvo la nuestra, convertida en la actualidad en un “estado portaviones” donde acuden todos los años diecisiete aviones a repostar, pero que cuando levantan el vuelo, su único objetivo es observar cuales de los restantes lleva mejor carga, en un acto de rapiña que nada tiene que ver con el bienestar que todos los ciudadanos merecen con pareja intensidad.

Pedro J. de la Peña, terminó su charla mostrando su escepticismo, y muy preocupado por el actual deterioro social con un horizonte nada halagüeño, dada la corrupción alojada en la clase política que bien se merece por parte de la ciudadanía la respuesta que Agustín Moreto aconsejaba de: “El desdén, con el desdén”: la ausencia a las urnas.

El conferenciante mostró su pesimismo en el futuro, denunciando la utilización de la mentira cuya máxima expresión quedó manifiesta en la famosa frase “la Otan, de entrada no”, que sirvió para ganar unas elecciones, pero con el giro inmediato al referéndum, publicitando ya en el poder la Otan si, que tanto Felipe González como Alfonso Guerra y antes de las elecciones, sabían que era el camino a recorrer.

En una palabra una regeneración imposible y un sentimiento convertido en una profunda decepción.

Nada es nuevo bajo el sol y la historia se repite, como tantas veces, querido profesor.

Al pacto de San Sebastián acudieron los más firmes defensores del republicanismo español en 1930, con seguridad, con la misma ilusión de los demandantes de la España autonómica. Conseguido el sueño, por su posterior propia deriva y consiguiente frustración, los auténticos republicanos se vieron obligados al, “no es eso, no es eso” que el marxismo depredador emponzoñó en el sistema. Llenos de pesimismo, aquellos republicanos abandonaron España por culpa de una II República que en la actualidad, desde la ignorancia y el resentimiento, nos presentan como idílica, pero que lo bien cierto es que representó la faceta más perversa de quienes desde su puesto de mando, nos llevaron al terreno del enfrentamiento.

07 abril 2014

LA LENGUA VALENCIANA

biblia

Referente a la Lengua Valenciana la opinión de los filólogos en cuanto a su unidad con la Lengua Catalana, me es indiferente, tanto en cuanto los mismos hagan sus predicciones a la carta, por encargo, es decir por “encomienda”. Ya me entienden.

Mayor respeto se merecen cuando son fruto de la investigación y el respeto a la Historia.

Si se fundamentan en ello porque fueron los catalanes quienes con la repoblación cristiana la bajaron de norte a sur, independientemente de su mayor o menor número, porque las cuentas no están claras, cuando menos existe la duda de entonces de que su parla fuera la catalana, en unos tiempos que los condados catalanes – excepto el de Barcelona- estaban sometidos al Imperio Carolingio y lo que se hablaba en la Occitania era el provenzal, conocido como el lemosín, que era a la sazón, el dominante al sur de los Pirineos. Si con la repoblación, las huestes catalanas hubiesen dicho que traían bajo el brazo la lengua catalana –que ni ellos mismos como tal la entendían- con seguridad el “cambio lingüístico” y en su zona de asentamiento, hubiese empezado a conocerse como lengua catalana y no valenciana. Pero no fueron así los hechos. La historia lo desmiente.

Bastaron cien años para que en la ciudad de Valencia empezara a surgir un movimiento literario en todos sus géneros que cristalizaría en el siglo XV con el Siglo de Oro de la Lengua Valenciana, documentado con toda clase de “soportes”, como en la actualidad se dice. Hasta a Chirivella llegó un catalán donde echó raíces, Francesc Eximenis, quien decía que se expresaba y producía su obra en valenciana lengua, siendo uno de los próceres del “cap i casal”.

Aquel movimiento literario fue el primero de Europa, sin que ninguna otra nación de “la cristiandad” se adelantara a Valencia en su extensa obra cultural. Mencionar a sus autores y su obra en Lengua Valenciana, merece capítulo aparte, sin que a ninguno de ellos se le ocurriese decir que lo hacían en Lengua Catalana, que dicho sea de paso tendría que llegar el siglo XIX, para que un poeta catalán, Buenaventura Aribau, reivindicara como catalana la lengua lemosina, que era ésta la denominación hasta entonces utilizada:


En llemosí soná lo meu primer vagit,

quant del mugró matern la dolça llet bebia;

en llemosí al Senyor pregaba cada dia,

e cántichs llemosins somiaba cada nit.

Sin embargo, e independientemente de ello, la influencia del árabe en la Lengua Valencia es clara y notoria, habida cuenta que hasta el siglo XVII los moriscos poblaban en gran número la región valenciana. Hecho que no se dio en los condados catalanes donde los musulmanes permanecieron hasta principios del siglo XI, recibiendo influencia francesa la parla catalana en siglos después, marcando las lógicas diferencias.

Que las lenguas valenciana y catalana sean del mismo tronco, el provenzal, nadie lo cuestiona.

Pero lo cierto es que por su historia, por su aportación literaria claramente denominada y por sus raíces arábigas incrustadas en nuestra lengua a lo largo de hasta hace trescientos años, la  Valenciana tiene más que sobrados merecimientos para ser considerada como lengua propia y con el suficiente pedigrí para merecer todos los honores por parte de la Real Academia Española, expurgándola de cualquier otra connotación que sólo desde la “encomienda” y desde el desconocimiento de la historia se entiende.