El 26-J ha hablado y la geografía española se ha cubierto con
el azul de la prudencia, tal y como si las aguas del Mediterráneo abrazaran las
del océano, ambas dispuestas a las mejores empresas.
El todos contra uno de Fuenteovejuna, en esta ocasión, ha
supuesto el triunfo del uno contra todos, y la Comunidad Valenciana, con el
freno a la provocación, clamado en las urnas, ha contribuido con su aportación
a que se imponga, tras seis meses de auténticos dislates, la sensatez que tanta
falta nos viene haciendo.
Ahora se abre de nuevo el tiempo que se dice “de los
pactos”, siempre conveniente, para formar buen gobierno. El resultado electoral
deja bien a las claras quién debe optar a la presidencia gubernamental, dadas
las diferencias entre las cuatro opciones que optaban a mejorar la convivencia
del pueblo español. Y éste, ha dicho sin tapujos quién debe coger el mando
hacia la salida de una crisis ya demasiada larga.
Y en las formas lentas pero seguras, el cómo ha sido nítido,
desechando encantos de sirenas que más se antojan desquites de zafios
camuflados de pura banalidad.
No se trata de un órdago, sino de la mejor receta. Y en
ella, el ganador de las elecciones, Mariano Rajoy, plantea “la gran coalición”
que daría la necesaria y benefactora estabilidad política con el valor añadido
de que seis ojos ven más y mejor que dos, al menos en la labor de vigilancia
desde el mismo barco. Dispuestos, como debería ser, para la vista en lontananza desde babor, desde
estribor, desde el timón de mando. Todos a una.
Barco que sin duda necesitará de una muy buena crujía y firmes
jarcias, sin duda, pero en su ejemplo de gran coalición reside su mejor
higiene, tanto en cuanto muy bien pudiera ser el inicio hacia el punto y final
de las llamadas dos Españas, siempre enfrentadas.
Gran pacto que sin duda sería suscrito y en especial por la
mayoría silenciosa, independientemente de a quien hubiese dado su voto.
Sin embargo, el río revuelto, la lucha sin cuartel en forma
de algarada y el enfrentamiento social permanente, tienen sus adeptos.
De ello viven.