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27 agosto 2014

¿SI ME IMPORTA UN HIGO?

SI ME IMPORTA UN HIGO

Hoy me he comido un higo. Lo muerdes y está crujiente. Pero no de fritos, sino de unos estallidos en su interior que te llevan a aquella huerta de ribazos y acequias, de hierbas y cañas, de aromas a tierra mojada. De arañazos de zarzamoras y picadas de avispa que aún así, sabían a gloria. ¿Crujiente de nostalgias? Tal vez.

Sin embargo, descarnas un melocotón y no sabe a nada. Ni su piel es la misma ni tiene el agradable tacto del peluche que los injertos han olvidado por mor de una productiva alquimia desdeñosa de cualquier apetente paladar que se precie. ¿Vello de juventud? Tal vez.

El higo tiene un sabor especial, pero no es lo mismo comerlo de postre en la mesa que “robarlo” al campo agachando una rama de la higuera a la sombra de un día estival escuchando los ladridos de un perro amarrado a la puerta de una alquería ante la presencia de un extraño.

Y a diferencia…, pues claro qué me importa el higo. ¿Cómo no me va a importar si sabe a gloria?

Hoy me he comido un higo.

19 agosto 2014

EL PANTALÓN CAMPANA

el pantalon campana Hubo un tiempo que nos dio por llevar el pantalón campana.  Todos llevábamos esas perneras que ocultaban los zapatos arrastradas por el suelo. Como a un centímetro escaso de él, no fuera a ser que se acompañaran de las inmundicias que abandonábamos sobre el camino.

El pantalón campana no tenía ninguna connotación política,  ni imprimía carácter,  ni distinción alguna, ni aireaba las piernas, algunas más velludas que otras, por lo común lo propio de unas herencias genéticas que nadie había demandado.

Pero ya avanzados los setenta causó furor la barba abundante, el pelo largo y el brazo en alto con el puño cerrado,  que si corrías perseguido por los grises era lo más de lo más que te podía suceder (según algunos, pues lo cierto es que no eran en gran número, que todo hay que decirlo) y que como medallas cum laude sirvieron luego  para hacer "carrera" merced a la tan rentable puesta a punto en tan azarosa década.

Han tenido que pasar muchos, muchos años, para que, los de la  misma edad de entonces, merced a nuevas modas, huyan embozados lanzando piedras con las manos en proverbial y adiestrada guerrilla urbana, que en la actualidad ha ido in crescendo con ínsulas de algarada.

Cosas de la política que con el viento a favor ha logrado que  la dialéctica del hemiciclo se haya trasladado a un campo de batalla sito en la ciudad, con trincheras de fuego gracias a ligeros contenedores, de facto escenificando un hábitat  casi natural que por desgracia ha dejado ya de sorprendernos.

De tal guisa que no nos queda más remedio que aceptar tan gran berenjenal, aunque hayamos olvidado el pantalón campana, mientras que los pelos largos con barba marxista -ahora mutados al surtido look del perro flauta y con la complacencia de una sociedad que pese a ello los mira de reojo- hayan dejado de interesarnos. Salvo a unos cuantos.

La veleta gira y gira. Los vientos son los mismos,  pero nuevas tecnologías y con mayor precisión, nos anuncian de su presencia mientras diseñadores “pret a porter” traman nuevas modas que ocuparan nuestra atención. El iPhone y el Ipad,  la tertulia televisiva junto a la tele basura, todos a una como en Fuenteovejuna facilitan el camino, al tiempo que la publicidad nos entusiasma anunciando unas cremas depilatorias que darán mayor soltura a nuestras piernas con bermudas.

Pero la veleta, como les decía, gira y dicen que las modas vuelven.

Sí, sí, y hasta puede que la del pantalón campana.

14 agosto 2014

A TI TE LO DIGO

a TI TE LO DIGO
Sí, sí, a ti me dirijo, a ti, si es que me lees. Y lo hago a ti, seas quién seas; y no por lo que vas diciendo, que no es otra cosa que repetir lo que dicen otros a quienes escuchas. Y no sólo eres tú quién lo dices, sino que son otros muchos quienes también oyen palabras que escuchan y que las hacen propias, como si fueran ciertas.

Sí, sí, ya sé que no sólo las dices tú; que también están escritas en libros editados por centros o entidades culturales, igual públicas que privadas. Y cierto es que son muchas las gentes que lo dicen y lo aseguran. Pero todo ello no significa que sea cierto, que sea verdad. Porque no lo es.

No, no es cierto que el pueblo valenciano naciera a partir de un año, el 1238. Y no lo es porque ya venía de muy antiguo. De muchos siglos atrás. Por mucho que digan.

Tierra, un trozo de tierra bañada por el mar que después se llamaría Mediterráneo y que sus primeros pobladores, los autóctonos, conocidos como iberos, que habitaban la zona desde más o menos arriba del Ebro hasta la Andalucía oriental, con nuestra actual terminología, para quede claro a quién pueda leerme, si es que hay alguno. Iberos que darían nombre a una península entera nominada así por a los griegos que habían llegado por el mar, como antes hicieran los fenicios de la mano del comercio, dejando su impronta.

Mientras que otros llegaron por el norte, los celtas, que fueron gentes guerreras con cuernas de adorno y escudo protector. Y mientras nuestros primeros paisanos vivían en Edeta, Arse, Sicania, etc, los cartagineses del norte de África fueron derrotados por Roma, que desde su lengua latina nos dejó una nueva forma de hablar, el idioma provenzal, del que muchos, muchos años después, saldrían diversas lenguas romances. Y también la ciudad de Valentia, la llamada a ser el “cap i casal”.

Los visigodos: primero arrianos y católicos después –aunque no sepamos mucho de ellos en nuestra tierra- pueblos llamados “barbaros” (de afuera), que desplazarían hacia oriente el Imperio Romano, godos que en la España visigótica habían dejado una lista de reyes que dieron paso a los musulmanes, quienes durante seis siglos ocuparon Valencia, cambiándole el nombre, siendo reconocida entonces como Balansiya o Medina al Turab, qué más da, dejando para la posteridad singulares retículas urbanas y formas de trabajar a la tan abundante huerta con sus aguas del rio Turia, modos que aún perduran, al igual que significados. Raíces y palabras incrustadas en nuestra lengua valenciana, configurando en gran medida nuestra etnología.

Sí, sí, a ti te lo digo; por mucho que otros pongan como año de nuestro nacimiento el que les conviene. Porque no es verdad que naciéramos como pueblo por derecho de conquista, término tan manoseado (sin caer en la cuenta que tal derecho se ha venido ejerciendo desde que el hombre sintiera por vez primera la gloria del poder, y que así será eternamente) sino que veníamos desde muy atrás, acrisolando nuestra historia, tanto en cuanto fue desde el primer día que se poblaron nuestras ricas huertas, y que por la constante evolución, cada vez son de menor cuantía debido a la tecnología imperante.

Y por la mezcolanza habida, ha hecho que nos diferenciemos del resto peninsular desde muy antes de aquel 1238, que, como en cualquier larga trayectoria, no fue más que el de “parada y fonda”, con nuevas leyes, sí, pero como así ha sido igualmente a lo largo del tiempo.

Sí, sí a ti te lo digo, porque aunque sean muchos, quienes como tú lo dicen, no, no es verdad.

Y por mucho iluminado que haya existido, “fusteriano” o no, converso Sanchis Guarner, irredento meapilas por ejemplo, no es verdad lo que dices; aunque como tú, seáis muchos.

A ti te lo digo.

Y aunque a pocos les guste.

11 agosto 2014

EL PÁJARO DEL COLOR DEL ARCO IRIS

el pajaro del color del arco iris

Se refería a un pájaro con el color del arco iris. De su pico partía una fina línea del color del vino que se estiraba entre sus ojos, y por el centro de su cabeza se prolongaba por la espalda hasta llegar a la cola que tomaba en toda ella su mismo color, pero con más fuerza.

Esta era su singularidad, a la sazón más singular aún, al pertenecer a una especie única no conocida en ningún lugar del mundo.

Un día,  a su dueño,  le llegó la sorprendente noticia de que en un lugar lejano, en lo alto de un monte sagrado conocido como del Azafrán, sito a diez días de vuelo, se sabía de otro pájaro igual y que por ser lugar de peregrinaje había llamado la atención a los fieles devotos.

Su dueño le dijo al pájaro del color del arco iris.

-Ve a su encuentro y cuando des con él,  invítale a que regrese contigo. Os espero.

El pájaro cuya cola y como les decía era del color fuerte del vino, voló a su hallazgo y  encontró a su hermano de la misma especie en la rama de un árbol.

Se posó junto a él y le dijo el motivo de su visita.

De repente, nada más escucharle, el pájaro del monte sagrado cayó muerto sobre la tierra.

El pájaro del color del arco iris regresó rápido ante su dueño para contarle lo sucedido.

-¿Has dado con él?- le preguntó nada más verlo.

Y tan pronto le escuchó, el pájaro del color del arco iris cayó muerto en el acto.

Sorprendido pero enojado, su amo, lo sacó de la jaula y lo lanzó contra el suelo.

Y fue cuando, el pájaro con la cola del color del fuerte vino, levantó su vuelo sobre la casa y supo de su libertad.

09 agosto 2014

LOS VIENTOS QUE SOPLAN

vientos que soplan

Las dunas las forman los vientos. Y no de una forma caprichosa sino siguiendo unas reglas fijas. Unas reglas escritas que nos llegan del estudio de unas fuerzas que se han ido presentando en sociedad fieles a los saltos térmicos con los que nos sorprende la naturaleza.

También los "vientos que soplan" condicionan nuestras mentes, nos presionan y nos sugieren, o mejor dicho, nos seducen, a seguir un sendero con multitud de alarmas que nos obligan a ello. Y no solo alarmas, sino también cepos.

Cepos que a nuestro favor nos obligan a circular en dirección prohibida y es cuando de repente el placer por contradecir las reglas nos excita, al tiempo que la rebeldía aumenta nuestra autoestima con el consiguiente influjo en la autoridad moral que por el derecho a decidir, tan en boga en la actualidad, nos otorgamos a nosotros mismos, sin que sea necesario la presencia de un tribunal que nos faculte su mérito.

Ni falta que nos hace.

Dunas ante la inmensidad de los mares con su agradable brisa, como también en el secarral del desierto que alucina nuestras mentes, sólo aliviadas cuando en su delirio se entusiasman ante el oasis redentor.

Vientos que troquelan dunas y mentes en un totum revolutum cual tormenta perfecta que se forja en nuestra presencia, asistiendo por ello y como convidados de piedra y en nuestra indefensión, ante un mar de mares, ora embravecido, ora calmado, en el que nuestro único interés es el de nadar y guardar la ropa, si la ocasión lo merece mientras tengamos resortes para ello.

¡En nuestra pajolera existencia podíamos imaginar de nuestra importancia y en la consideración que nos tienen!

Palabras, apenas palabras y al albur de los vientos.

06 agosto 2014

¿PODEMOS?

podemos

Al saltar de la litera y con sus pies descalzos en el suelo, Ismel, notó que el agua inundaba su pequeña estancia. Su misión de guardián de la bodega en la parte más profunda de la quilla le obligaba a pernoctar alejado de la tripulación.

Salió al largo pasillo y se dio cuenta que junto a una de las cuadernas de estribor, penetraba, aún con escasa fuerza, una brecha de agua en la embarcación. Surcaba perdida por el Antártico tras haber sufrido durante unos días la furia de una voluptuosa tempestad.

Ismel dio la alarma y tras comprobar los oficiales el alcance de la tragedia que se avecinaba, el capitán Meniot los citó en el puesto de mando. Tras informarles de la grave situación, una vez reunidos todos los datos, le dijo al cartógrafo.

-Coge los mapas y junto a un par de tus ayudantes os espero en mi camarote.

A allí sobre la mesa de trabajo dejaron una carpeta anudada con lazos que contenía planos de océanos y mares del hemisferio sur. Tras desplegarlos, apartaron el resto, extendiendo en la mesa tres cartografías que se correspondían con las aguas por donde navegaban.

-Centremos la situación a la que nos enfrentamos -les dijo el capitán Meniot que continuó impertérrito- Después de haber comprobado la imposibilidad de achicar el agua y de acuerdo con la estimación de mis oficiales, en unas diez horas la nave empezará a inclinarse y a partir de ese momento quedaremos en las manos de Dios. Así que no nos queda otra que buscar una isla próxima donde naufragar. Venga, abrid bien los ojos y tratemos de fijar nuestra situación para dirigirnos con los botes a ella. No hay tiempo que perder.

De vuelta al camarote y con el astrolabio bajo el brazo, el  cartógrafo marco el punto exacto dónde se encontraban, dada su pericia en navegar sobre el papel entre grados y cuadrantes con el auxilio de reglas y el recorrido de un compás.

-Este es nuestro punto exacto. No hay tierra a la redonda. Estamos perdidos -dijo el cartógrafo fijando un dedo en el plano.

Cundió la alarma y el capitán Meniot, aterido entonces por el presagio, frunció el entrecejo y guardó silencio.

Los ayudantes escudriñaron con aplomo el mapa y una y otra vez  lo recorrían con los dedos fijando cada centímetro del papel.
Las manos les temblaban y en la sequedad de sus bocas se manifestaba la angustia de su interior.

De repente, al cartógrafo ilustrado le salió un eureka leído en alguna parte y exclamó categórico un exultante vaticinio.

-! Salvados! Ahí está, una isla muy próxima. ¡Tierra! 

El capitán Meniot le miró incrédulo, y pasó el índice de su mano derecha por el mapa, mientras que con la otra se apoyaba en la mesa.

-¿Estás seguro que daremos con tierra?

-Mi capitán,  ¡podemos! – le contestó con energía el cartógrafo

-¿Podemos?, ¿seguro? -Dudó el capitán Meniot- Pues que sea una isla, porque si es una “cagadita” de mosca aviados estamos.

05 agosto 2014

EL TROVADOR IMPENITENTE

el trovador impenitente El historiador entre cafés de insomnios y con luces de luna llena, de muchas horas indagando por archivos y bibliotecas, que trata de llevar a sus libros hallazgos referentes a qué éramos y cómo vivíamos en años antiguos, ansioso en el saber de cuáles eran las penurias y disfrutes de nuestros antepasados desde un tiempo inmemorial, está en autorizada ventaja con el futuro lector, al igual que con quienes zambullidos en el cómodo sofá, atentos a la pantalla televisiva, visionan un histórico documental de TVE-2 o del canal Historia.

¿Están en desventaja los lectores u oyentes respecto al investigador? Sí; porque el tiempo de la narración pertenece al pasado, una época en la que el interesado y por razones obvias, no vivió en sus trincheras.

Sin embargo, cuando leemos o escuchamos referirse al pasado más reciente, al suficientemente próximo para haberlo  conocido, el fiel de la balanza se equipara, se traslada de inmediato al punto cero y la ventaja del sagaz historiador se aminora.

Es el colmo de la desfachatez, cuando quien opta al "te cuento", nos habla de una época en la que él aún no ha había nacido, sin darse cuenta que el oyente que le escucha, sí la ha vivido.

Produce esperpento ver cómo nacidos después de mediados los setenta, que al cumplir sus primeros diez años apenas sabían lo poco o nada que les habían contado y unas décadas después lo que han leído, más o menos tergiversado, es alucinante que vayan a explicarle a otros lo que sí han conocido y en directo, con sus propios ojos, sin darse cuenta que estos han vivido el momento de los hechos, mientras que el trovador impenitente, ni estaba, ni se le esperaba.

Puro teatro que causa sonrojo cuando te das cuenta de jóvenes y obscenos tertulianos, que aceptan viejas retóricas de mercachifles, con la osadía añadida de vociferar de lo que no han conocido, y, precisamente, a quienes lo vivieron.

02 agosto 2014

REFLEJOS ANTE UN MAR DE CONFUSIÓN

mar-bravo

Con el verano, estamos en un mar de profunda confusión. Lo único cierto  es la trayectoria política del Jordi Pujol que, a semejanza de la sociedad feudal de sus ancestros, ha ido urdiendo para su familia el poder del dinero, toda vez que el que otorgaba la espada junto al mamporro era del Medievo.

Ni el Papa Borgia en el Vaticano se atrevió a tanto. Desde su Montserrat particular y a pie de la Moreneta -que si la limpiaran del mugre de los velones emergería su verdadero rostro- y que de forma análoga, al haber sentido Jordi Pujol el aliento policial en su nuca, le ha obligado a revelar su propia cara, anunciando el diezmo acumulado en mérito a su condición de padre de una patria, tan falsa e inventada como útil para sus fines.

En este mar picado de escondidas corrientes pintan vientos afines para el lienzo que se ofrece. Los depredadores de la voluntad ajena están en su salsa y nada más fácil que vender un corcho ante tantos alcornoques incitados a su demanda.

“España ens roba”, cuando lo cierto es que una retahíla de mostrencos trata de dejarla escuálida.

Los “hijos de algo” del XVII rechazaban el curro y los actuales hidalgos sueñan con embajadas y consulados sin dar palo al agua, gracias a un ADN de nuevo cuño pero con raíz identitaria de origen falseado.

“Esteladas y coletas” alardean sin pudor: el mar, que está bien cebado, en la hora de la pesca promete. La veda arde en los contenedores de las calles que dejaron de ser patrimonio de los ciudadanos, para ser propiedad de quienes borrachos de soflamas e inconsciente esclavitud, rubrican con adoquines de fuego.

En los claustros docentes se cierran los libros, se embozan las mentes y las tan viejas como trasnochadas ideologías buscan los ojos del Guadiana por donde navegar ligeras.

Nos salvamos del rescate, sí, pero otros quieren aprovechar sus rentas. La masa embravecida aplaude largas horas de circo. No sabe, pero sí responde.

El Partido Popular tiene poco tirón en Cataluña y en las Vascongadas. Sus quiméricos votantes, uniformados de montaraz nacionalismo, están borrachos de autoridad identitaria, al igual que lo hace la izquierda presumiendo de una moral que se subroga.

Todo es cuestión de otorgárselas. El snob derecho a decidir, les confiere aún más la propiedad de adueñarse de lo que no es suyo.

El mar de la confusión es infinito y a las boyas de seguridad les han soltado las amarras.

Nadie ha sido.

01 agosto 2014

LOS JORDIS - Pujol y el Évole



Atención a partir del minuto 8:15, el Jordi Pujol nos habla de nuevo rico que se compra un Ferrari.

-¿De quién está hablandoooo?
         
 -¿De sus hijos?