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23 julio 2009

LA ANSIEDAD EN BLANQUERÍAS

LA ANSIEDAD EN bLANQUERÍAS

Es increíble el estado de ansiedad manipuladora cayendo como una losa sobre la opinión pública por parte del izquierdismo aún decimonónico que vegeta por nuestro territorio nacional. En especial en nuestra Comunidad, de cuyos propios errores no han aprendido la lección. Pese a unos ligeros brotes bordes en torno a Blanquerias, rápidamente segados por mimetismos de viejo cuño, por lo visto muy enraizados junto a las viejas Torres.

Pegados a la estela corrupta del socialismo felipista y tras trece años al frente de las instituciones valencianas, su única dedicación fue la del intento en catalanizar nuestras costumbres, practica lerda y mezquina de corrupción cultural, que junto a la económica gubernamental, les llevó a la oposición donde residen, sin haber sido siquiera capaces en sus aquellos años de gobierno de haber adecentado las aulas escolares a las que asistían los alumnos en tandas de a cincuenta.

Igual de empeñado estaba el felipismo, junto a su enriquecimiento personal, en crear un grupo mediático que por tierra, mar y aire, embelesara a la opinión pública, tanto desde el papel al servicio del régimen franquista, como desde las ondas del mismo dueño, sin olvidarse en dedicar su atención a la caja tonta del televisor que crecía sin parar comiendo de la misma mano. Caja que por su alto rendimiento y probada eficacia, son varias de ámbito estatal que se dedican a tan fructífera gestión. Mientras que aún tienen la desfachatez de lanzar sus críticas contra el autonómico Canal Nou. Si alguien dijo que la calle es suya a tenor de su responsabilidad, los medios de comunicación, por lo visto, deben ser sólo de la izquierda; y en su disimulo muestran su verdadero rostro.

Rita Barbera recogió la Alcaldía de una ciudad que en lo deportivo sólo tenía una piscina, y en lo cultural muy pocas bibliotecas y unos cuantos libros esparcidos por viejas casonas donde la posibilidad de leer la prensa diaria era harto difícil.

Y tras dieciocho años de gestión popular, el cambio producido en la ciudad de Valencia, como en la Comunidad, es simplemente espectacular, como demuestran los resultados electorales, incluso en los feudos de mayor tradición socialista hartas sus gentes de tanto engaño.

Pero en lo que no cambia Blanquerías es en su afán manipulador empeñados en apartar del poder al Partido Popular de la Comunidad Valenciana al precio que sea, y en especial con malas artes. Y, sustancialmente, aprovechándose de un servicio de espionaje que funciona a la perfección dentro del poder judicial donde han metido una cuña quintacolumnista diseñada por Moncloa inventándose tramas y tramoyas en las que fueron maestros: lo que no les causa sonrojo. Por lo visto, sólo orgullo: el de sus mentiras.

Como auténticos depredadores de la “Rex Pública”, la honestidad política tanto de Francisco Camps como de Rita Barbera no les importa, y en su denuncia, sólo hacen que mostrar su propia impudicia.

Por lo que estamos viendo en estos días en Valencia, parece que no escarmientan, lo que es una garantía para que el Partido Popular gobierne en Valencia durante muchas legislaturas. Están dedicados a la montería, en exacta y justa descripción de la Audiencia Valenciana, olvidando su trabajo del que cobran buenos sueldos y que tras los últimos fallos judiciales, utilizan y utilizarán el desprestigio del sector judicial que no ceda a sus pies.

No temen a la sentencia final de los jueces que será desfavorable a sus pretensiones, porque en su contante manipulación y pese a que se ahoguen en su propio cieno, es ahí donde se encuentran a gusto alimentando su propia degeneración: la de la ansiedad que les lleva al desespero.

19 julio 2009

UNA VACA EN LA CHARCA

una vaca en la charca

Una pequeña nota de prensa ha dado a conocer el hecho insólito de que una vaca anclada en medio de un charco haya necesitado del Cuerpo de Bomberos y de casi dos horas de trabajo para sacarla de sus garras. De las garras del charco me refiero, porque las de la vaca, estuvieron quietas todo el tiempo mientras su cabeza oscilaba a los lados contemplando el paisaje.

Dos horas quieta y sin poder hacer nada deben dar para elucubrar; y esto me he preguntado leyendo la columna que en qué pensaría la vaca en todo ese tiempo, y cuál sería el semblante de su cara asomada a la ventana del mundo: si fijando sus ojos en las curvas de un mujer, o en la esbeltez de un joven apuesto según la orientación sexual de la vaca. O si convertida en un viejo verde y transexual, fijara sus ojos tal fuera un mirón, con su lengua babosa al lado de un escaparate de Zara en una tarde de verano.

O igual pudiera ser un mirón, pero atento a la financiación autonómica y al mangoneo del Presidente Zapatero, más presto a dar dinero a espuertas a quienes de ellos necesita; sin importarle las regiones más apremiadas, a las que el derecho constitucional otorga la misma calidad de vida y servicios que a las más avanzadas. Las que gracias a un pretendido y falso buen talante seguirán más ricas, mientras las más precisadas aumentarán su distancia, ante el mirón expectante que observa a un Zapatero sin el menor de los sonrojos.

Seguro que no le alcanzará ni un solo gramo de perplejidad ante las peroratas por ya conocidas de Leire Pajín, quien con sus soflamas interplanetarias navegando por espacios siderales al son de cometas y otras galaxias, se ha alejado tanto de sus correligionarios de partido, que ha llegado insultante a considerar a los socialistas como única gente honrada. Reflexión perdonable una vez perdida toda conexión mental con el planeta Tierra, cuya realidad por lo visto no ha conocido por sus pocos años, o los olvidados de su juventud. Y fue en ese momento cuando el tolón tolón de la vaca resonó con más fuerza en medio de la charca.

Las moscas fueron las que huyeron temerosas al fruncir el ceño la vaca, pues a sus orejas había llegado el eco de satisfacción en Zapatero al haber logrado éste, el Estado de la Autonomías en su mayor alto grado, incluso superando al del momento de la Transición con mayúscula, cuando el sentimiento español aún no se había deteriorado tal estos últimos años, los del mandato de Zapatero. Aseveración que captada por la vaca, alcanzó tal grado de excitación, que estuvo a punto de salirse de la charca henchida de emoción.

Hambrienta la vaca, debía de buscar brotes verdes donde alimentarse, por lo que se sentía frágil.

Mientras tanto, su mayor fortaleza residía en la imposibilidad de ser escuchada por el CESID, y que sus cuitas no llegaran a la Moncloa por el tesón de aquellos, necesitados de honores, o bien por ordenes de ésta para derrotar a su enemigo, ante la ausencia de un móvil en la vaca al que se pudiera pinchar.

Al tanto, y con esa encomienda, el rabo de la vaca, el brazo ejecutor, el látigo de Baltasar Garzón al acecho, siempre atento a los posibles regalos escondidos en las ubres de la vaca.

13 julio 2009

NUESTRO COLCHÓN

nuestro colchon

Postrado sobre el mullido colchón de plumas de nuestros últimos veinticinco años guardado con cariño, observaba el bordoncillo que le adorna y sujeta. Fue entonces cuando me di cuenta del brote inconsciente del ombliguillo de un cálamo sobre la urdimbre del fuerte paño: el lugar de nuestro descanso. Y al tirar de él -como las cerezas- las plumas y unas tras otras, empezaron a salir unidas, testigos de un pasado a la luz de nuestra alcoba. Nadie mejor que ellas saben de él y de nuestras noches vividas, en cuyo interior del colchón han asistido silenciosas.

Y si una pluma aflora y habla de dichas, otra lo hace de silencios, algunas de tibios aprietos, y las más, de obstáculos ante una carrera vibrante que unidos supimos vencer.

Una pluma rojiza, señal de alerta, nos cuenta de las dudas escuchadas al calor de la almohada, que si ésta, inconexa al tálamo, supo de él gracias al calor recibido de nuestros cuerpos tal vasos comunicantes que se apoyan.

Una pluma de verde pájaro, alegre, coqueta y volandera, recuerda amaneceres ilusionados; mientras otra, amarillenta, habla, sin embargo, de una luz mortecina que avivándola con dulzura supimos mantener.

Al tirar de ellas y recogerlas en los cuencos de nuestras manos, al soltarlas por el soplido a dos bocas, bailan por la alcoba, siguen risueñas y desperezan sus mostachos de seda estrangulados por nuestros cuerpos durante tantos años, pero mostrando al mismo tiempo cierta complicidad como si quisieran recordar unos susurros y unos gemidos que, retorciéndose bajo ellos, con seguridad los conocían al escucharlos una vez tras otra.

Algunas de aquellas plumas, cotillas y provocadoras, airean rencillas sutiles, lloros arrepentidos, quejas igualmente oídas, pero que ultimados entre besos al calor de las sábanas ahora los recuerdan con agrado.

Hasta que apareció la última pluma, la más grande de todas, la que cogí al vuelo con mis manos y sin intención de soltarla nunca. Su cálamo lleno de tinta es la fuerza que nos anima a seguir juntos escribiendo sobre el ya raido, pero mullido colchón, otros veinticinco años más. O quizá más de ellos; al menos mientras quede en el centro de su alma una gota de tinta, que si fresca lo haremos con ilusión, si está seca, la fluiremos con el aliento, unidos en nuestro colchón.

06 julio 2009

CON CARA DE ESPERANZA

CON CARA DE ESPERANZA

Gracias a su sirena la ambulancia se abre paso en el denso tráfico de la Calle Ancha que muere en la Plaza Mayor, al tiempo que el reloj del Ayuntamiento da la última campanada del mediodía en el inicio del mes de Julio, cuando el calor, denso e irrespirable, que más parece una losa caída del cielo, es la comidilla ciudadana y que por culpa de una situación económica igual de asfixiante, la vacaciones de verano tienden a quedarse postergadas con mucha pena y nada de gloria en la mayoría de los menos pudientes de la ciudad.

Juan Carena está en el paro desde hace ya dos años y en estos días atiende los trámites necesarios para que al terminarle la prestación por desempleo el abono del subsidio continúe; pero esta mañana no ha salido a la calle ya cansado de sus constantes acercamientos a la ventanilla del INEM, ventanilla en la que además de pedirle cada día un papel distinto, nada le soluciona. Y además del sofocante calor, de salir a la calle, el bar de la esquina va a ser su único reducto. Tal, que además de haberle fiado su dueño ya varías veces, le esperan los amigos que también desempleados, igualmente les debe algunas perras; situación enojosa que en este momento de agobio no puede afrontar.

Juan tiene un hijo mayor que aunque no lo parezca vive con ellos. Lleva unos cuantos días sin asomar por casa en una más de sus ausencias acostumbradas, y cuando regresa al auxilio paterno para satisfacer su ansiedad de droga, es a sabiendas de que allí, de él, del dinero necesario para su calma, su existencia es bien poca, importándole nada el trance de sofoco que infringe a la familia.

Luego está la hermana pequeña, recién casada y que al quedarse prontamente preñada, se ha visto abandonada por su marido Fulgencio, huida ya vaticinada por sus padres que, en contra de su voluntad, tuvieron que aceptar una boda que veían con malos ojos, dado el pelaje de aquel rufián de quien la niña, tontuelamente, se había enamorado. Rosarín, ya de seis meses se ha visto obligada a abandonar el limpiar las escaleras, y en este mismo día está en el ambulatorio, sola y desconsolada, al que ha acudido a primeras horas de la mañana para la periódica revisión de su embarazo, ya en su fase final y plena de dificultades.

Sobre su mujer, la Toñi, cae todo el peso de la familia, y ya de mañana, cuando despunta el alba, sale de casa a cumplir con el primero de sus pluriempleos: la limpieza en los despachos de un periódico de mediana tirada que debe terminar antes de las doce. Trabajo, el mismo, que a continuación realiza en tres casas del barrio dos días a la semana en cada una de ellas, y en las que sirve la mesa a unas parejas de ancianos, lugares en los que luego come.

Por la tardes, va a una guardería entreteniendo a los niños hasta el atardecer, en el que después de cerrar sus puertas regresa a su casa donde le espera Juan, Rosarín y muy pocas veces Alfredo, el garbanzo negro de la familia. De los otros, gracias a la Toñi, todos los días hay un plato en la mesa para cenar, que no son más que las sobras de la comida. Comida que todas las noches prepara para su Juan y su hija antes de irse a la cama, en la que ya extenuada, se acuesta dolorida de tanto trabajo. Y lo hacen cada uno a un lado dándose la espalda, después de un beso de buenas noches un segundo antes de apagar la luz.

Pero en esta mañana calurosa la Toñi ha tenido un mal presentimiento y la sirena de la ambulancia le ha dado la señal y un buen susto de alerta. Ha pensado en su hija, en Rosarín, que ya unos días le dio la alarma de un aviso de aborto, por lo que se ha encaminado a su casa en lugar de acudir a la de Doña Águeda. Una cristiana mujer que aceptará de buen grado sus disculpas cuando acuda a dárselas.

Al llegar al zaguán, ni siquiera ha esperado la bajada del ascensor, en ese momento ocupado subiendo su marcha; y a volandas por las escaleras ha llegado hasta el tercer piso, abriendo la puerta de casa al grito de Rosarín.

Su hija no está en casa. Sí Juan, que tumbado en la cama escucha la radio en un programa de verano de contenido intrascendente, mientras que con una toalla se limpia el sudor de la cara.

-Qué pasa Toñi, cómo tú por casa a estas horas- le ha dicho Juan, que al verla inesperadamente ha puesto algo de contento en su cara.

-¡Y Rosarín! Dónde está, ¿le pasa algo? – Le pregunta, algo más tranquila, pero no del todo, más por el sofoco del susto que por el ejercicio realizado al prescindir del ascensor.

-Acaba de salir de casa y me ha dicho que volverá a media tarde; se ha ido a casa de su prima, que le ha llamado para comer juntas, pues tenían algo que hablar- le ha contestado no poco tranquilo, al tiempo que le pide se acerque al lecho y con cara de esperanza.