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28 febrero 2009

TEATRO-CINE PRINCESA

Me dice un buen amigo -entendido él del mundo del cine, afición de la que ha hecho su profesión y que además de director es creador de otras múltiples facetas- que “las palomitas y la coca cola” terminaron con el buen cine.

Y de seguro que está en lo cierto, porque a la magia del blanco y negro, en la que de las sombras surgía el resplandor de una diosa turbadora o la mirada atrevida de un galán, conducidos por las manos de geniales directores, alguno de ellos encumbrados a la gloria de dioses por sus seguidores más creyentes, tuvo su continuidad el tecnicolor, el que daba brillo de estrellas a las más excelsas figuras del mundo del celuloide.

Quizá fuera esa la linde que anunciara el declive del cine bueno, a corto o largo plazo: algo así como una muerte anunciada, cuyos primeros síntomas fueron el cinemascope y la tercera dimensión – ésta más bien un puro nonato- como avanzadillas de una tecnología que más tarde iba a inundar la pantalla, y en la que en las grandes producciones, las tecnología virtual y el photosop, iban a dar una patada a la cámara atenta al guiño de un ojo provocador, a la boca chulesca credencial de orgullos y traiciones, al estudio con sudores de alcoba, o a la historia simple, rural o urbana, pero al mismo tiempo llena de intrigas, o de triángulos amorosos que encandilaban al espectador.

La antaño magia del cine, limpia como las manos arremangadas de quien con las cartas logra lo inexplicable, ha dado paso una tecnología a la que el cine se ha rendido a sus pies; mientras que desde la platea el asombro desaparece en los ojos de quienes ven en la electrónica el derrumbe del neón, el que sinuoso, anunciaba a la diva y al galán, en un mundo de claro oscuros que daba paso a una cinta genial.

La auténtica magia del cine pasó pues a mejor vida, como aquellas grandes salas de estreno o de sesión continua que marcaron una época irrepetible y que por unas u otras han causas han ido desapareciendo de nuestras vidas, sustituidas aquellas por las multisalas de palomitas y coca cola, donde se proyectan películas que raras veces pasan de una semana en cartel, que salvo contadas excepciones, son llamadas al olvido. Nada que ver con aquellos, entonces llamados films, que semana tras semana llenaban las salas, y cuyo recuerdo aún perdura en el amante del buen cine.

Ese cine que se fue, como también desaparecieron sus numerosas salas en la ciudad, más de cincuenta entre las de estreno y de sesión continua, esparcidas por nuestros barrios de las que apenas queda nada.

El Teatro y Cine Princesa, uno de los más antiguos de Valencia, ha sido pasto de las llamas después de años de olvido, el último retazo de una época de esplendor en nuestra ciudad a la que nos hemos visto obligados a renunciar y de la que ya sólo quedan pequeñas muestras que nos sirven de recuerdo.

Teatro-Cine de barriada histórica que ha sucumbido tras más de ciento cincuenta años de vida, en los que sus últimos veinte de Alzheimer le ha llevado a desparecer.

Tiene razón mi amigo en su diagnóstico: las palomitas y la coca-cola se lo han llevado todo por delante; y para mayor desgracia ahora, servidas a granel.

21 febrero 2009

FRANCISCO CAMPS, EL HONORABLE PRESIDENTE

Alguien y con intereses bastante claros, ha filtrado a El País, publicación diaria que gozosa recoge la noticia a la que la información veraz le importa un bledo, que Isabel Jordán declaró ante el “Juez” Baltasar Garzón que había pagado una factura en concepto de trajes para Francisco Camps, el Honorable Presidente de la Generalitat Valenciana, a la tienda comercial Milano de la ciudad de Valencia, declaración que por lo visto, posteriormente, ha dicho la citada dama, que no era cierta su acusación.

Cualquier valenciano sabe que el traje más caro que suministra la citada tienda alcanza el valor de los trescientos euros, por lo que si las cuentas no me fallan los trajes que han vestido el cuerpo del Presidente de la Generalitat llegan a alcanzar el centenar de tan lujosa prenda. No creo en la reencarnación, pero si así fuera, al menos, Francisco Camps, tiene su armario lleno para tres vidas, o quizá alguna más. Pues nadie ha denunciado que en la mencionada factura figurasen además, joyas, brillantes, y algún juguete electrónico de última generación.

Pero de lo que aquí se trata es de ensuciar el nombre de una persona honrada a la que hay que derrotar, bien sea a través de los muertos de un accidente del metro, o recurriendo a las mentiras con la intención de hacerle daño.

Ya las moscas están contentas, pues allí a donde acuden en busca de la mierda, alguien se la ha dispuesto, sea hecha a mano, adulterada, o producida desde sus propias miserias.

Ya tienen los moscones de qué hablar, felices y contentos, y el entramado mediático fiel al pacto del Tinell, sigue su andadura celestial, mientras las moscas contentas y satisfechas degustan su diaria ración: la suministrada sin decoro por el BOE del PSOE, gracias a la corrupta actuación de la Justicia española en sus horas más deleznables.

El espray de mierda de laboratorio esparce su esencia y las moscas asisten felices y gozosas y risueñas a sus horas de triunfo.

17 febrero 2009

CON PREMEDITACIÓN Y ALEVOSÍA

Sucedió de repente, como suelen ocurrir estas cosas en el momento menos pensado. Cuando en mi confianza, colgado en el vacío y lleno de estupor, mi mente quedó absorta y mis nervios punzantes salían al exterior. Y todo ello, a pesar del convencimiento de mis propios recursos en los que me había confiado sintiéndome seguro. Corresponde a uno de esos instantes de la vida en los que la importancia de la decima de un segundo, pese a la indiferencia que le mostramos siempre, es en ocasiones el punto de caída hacia un profundo pozo, camino a una situación desesperada en la que buscas un saliente al que agarrarte, como pudiera ser la del arbusto nacido en la roca que una vez preso a tus manos te da socorro. Y es cuando puedes alzar la mirada al cielo, peñascos arriba, hasta dar con la ruta de tu salvación.

Pero nada de esto me sucedió y no supe evitarlo. En mí desplome, cada vez eran más escasas mis tablas de salvación, y una velocidad de vértigo desmanteló aún más mi ánimo, por lo que temí lo peor: mi desahucio absoluto, tal era lo que representaba mi vida entera, al menos en los últimos años.

En la caída, una amalgama de flases indescifrables enrojeció mis ojos, y en mi garganta, cada vez más tensa y seca, sentí el sofoco de la angustia cuyos reflejos golpeaban con fuerza mi pecho, mientras se encogía mi cuerpo y mis piernas se movían trepidantes: no sé si temblorosas por el espanto, o presas de los nervios.

Estallando de ansiedad y hacia la sima de aquel pozo, todo me era desconocido y mi esperanza de auxilio se agotaba, tal era la negrura que me acosaba.

En mi derrumbe, sólo pensaba en los días venideros, y ya no los veía como días claros. Más bien como de noches oscuras, sin estrellas, sin caminos por donde soñar buscando anhelos: con mi aliento humedecido por las nauseas de la opresión.

Cuando me estrellé en lo más hondo del pozo, rendido a mi abandono, no fue lo que me recibió un lecho de hediondo cieno que aumentara mi angustia, ni un tálamo de hojarasca lóbrega y mullida que al dulcificar la caída evitara mi muerte al menos. Nada de eso. Era aquello la guarida en la que se alojaba una araña troyana de brazos pringosos, oculta bajo una panoplia de cuatro campos: rojo, verde, amarillo y azul con su anuncio de engaños: AV-360, que por lo averiguado en estos días, está causando estragos en el espacio virtual que trata de alumbrarnos, pero cuyo haz es el de los engaños.

(“Con premeditación y alevosía” es un relato que ha participado en el 42º Proyecto Anthology. Tema: ANGUSTIA)

13 febrero 2009

BALTASAR GARZÓN Y LA CACERÍA EN JAÉN

De haber tenido un largo bigote seguro que se hubiese relamido en su gozo jugueteando con sus erizados pelos mientras compartía mesa con grata compañía, como era la del entrañable Bermejo, al que le recordaba su mano guitarrera de otros tiempos, aquellos de pantalón campana, patillas serranas y bizarro gesto. Garzón, el brazo implacable de la Ley, que no gasta bigotes largos, de esos abiertos a los lados tan asequibles para el grato relajo, pensaba no obstante en ellos. Algo le rondaba en su mente.

Tal acto reflejo, no podía ser, por causa obvia, semejante al de la parturienta ansiosa que llegado al transcendental momento se le ocurre el más insospechado anhelo; pero sí: algo le rondaba por su cabeza acercándole al éxtasis.

Quizá la razón fuese por un pretendido cambio de look, o tal vez, lo más probable, por algún extraño complejo en el que esconderse, pues todo es posible cuando se es juez estrella. Aquellos bigotes los tenía fijos en su mente durante los últimos días, lo que le llevó al firme convencimiento de que bajo su atractiva y respingona nariz, igual podría lucir tan largo mostacho, de cuya utilidad podría servirse como vigía del mayor decoro en el mundo empresarial; máxime, cuando de quien le venía la idea era del hidalgo bigote usado por un amigo de quienes, inasequible al desaliento, el guaperas de Baltasar mantiene fijada su atención en los últimos años. Con tales antenas, su éxito en la redada estaba asegurado. Aquellos bigotes enturbiaron su mente. En ello pensaba Baltasar.

Y cerca de ellos y a la espera de órdenes, Juanito González, un policía judicial, jefecillo él, aficionado a las monterías que tanto le encantaban. Sobre todo las de las buenas piezas que en esta ocasión le habían anunciado iban a cazar. Juanito había llegado a la mesa con su cartera llena de papeles, la propia de un mandado dispuesto al curro.

Bermejo sonreía. Baltasar se inflaba de gozo, y Juanito, con cara de circunspecto, sólo pensaba en la foto postrera con su pierna sobre la cabeza de un ciervo asegurando el equilibrio y con su mano siniestra anclada a la cornamenta de cuya pose soñaba presumir.

-¡Nada menos que de cacería, Baltasar! ¡Qué bien lo vamos a pasar! – le comentó entusiasmado el Ministro pensando en las piezas acorraladas, al tiempo que acariciaba su barba rala gozando del placer del trabajo bien hecho: cuyo fruto presumía cercano.

-Si es que no paras- le repitió de nuevo Bermejo entusiasmado por la jornada de caza que les esperaba en aquellos parajes. Los de Jaén, los de los ricos olivares, a pie de abruptas sierras de caza, ricas de ciervos, de corzos y de venados corriendo por los riscos en torno del Parador de El Adelantado, antaño famoso lugar por las también celebres cacerías que allí se montaban y cuyo mejor trofeo era entonces el de las prebendas. Nada que ver con las actuales, que por la sana afición a la caza han llegado hasta nuestros días con el único fin de cobrar buenas piezas y presumir, en su caso, de eficaz puntería.

-¡Coño Juanito- le dijo Baltasar que aún lucía su mejor peinado moldeado con mimo, en el que se reflejaba el haz de una lámpara pincelando un halo majestuoso propio de un Grande de España, y al que sólo le faltaba un erecto mostacho cuyos efluvios ocultos flotaban en el ambiente.

-¡Coño Juanito! A santo de qué tantos papeles en esa cartera. Es que no te enteras. Aquí estamos de cacería; nada de papeles.

Bermejo, veterano de mil batallas, se había traído su guitarra rockera para animar la jornada, para la que tenía preparado su mejor repertorio que pensaba ofrecer a los presentes. Allí estaba también la Fiscal de la Audiencia Nacional dispuesta al dueto, que en plácida velada compartieron todos juntos, ávidos de caza y dispuestos al mejor de los trofeos.

-¡Qué guapa estás Dolores! ¿No te habrás traído también papeles como ha hecho Juanito- le manifestó el juez estrella más atento al foco que alumbraba la provisional tarima, puesta al efecto para que el Bermejo y la Dolores entonaran un rock.

Dolores frunció el ceño y se fue a un rincón, cariacontecida, porque en su celo profesional no entendía nada. No tenía nada claro cuál era su función allí, salvo la de hacer la pelota al jefe que eso sí lo tenía claro. Su única duda estaba en la “división de poderes”, al menos últimamente; y dándole vueltas a la ruleta, que si Bermejo, que si Baltasar, optó por hacérsela a los dos. Después de entonar un dúo subió a su habitación, tras lograr unos ligeros aplausos motivados por decoro.

¡Qué gran jornada de caza la de aquel día después! ¡Cuánto disfrute! ¡Qué gozo! ¡Qué bien se lo pasaron todos, especialmente ambos!

Los monteros, los jornaleros y la servidumbre en paro hasta entonces y sufriendo la crisis ya no pensaban en ella, al menos en esos días atareados en la cacería a la que asistían complacidos.

La foto última, la de una rica alfombra de animales muertos con hilillos de sangre en sus bocas, con el aguerrido porte de Baltasar, rifle en mano, el Bermejo rodeado de un bosque de cornamentas destinadas a lucir las más lujosas panoplias, y el Juanito y la Dolores buscando plano, justificaba a todos la asistencia a tan grata jornada alejados del trabajo diario olvidado por la cacería.

Al menos eso le dijo Baltasar a Juanito ante la perpleja Dolores, que en su disimulo, asistía encantada a la finca andaluza en la que tras fraternal abrazo "el rockero" y "el estrella" se hicieron un guiño; eso sí: circunflejo.

12 febrero 2009

ELUANA ENGLARO

El padre de Eluana Englaro no es un asesino como pregonan algunas voces, huecas de piedad, con la única intención de hacer daño. Pues más dolor y más fuerte del que sufre quién ha tomado la firme decisión de dar punto y final a la vida de su hija, seguro que no la encontraremos en el páramo mísero habitado por quienes le acusan de tal delito.

Nada más lejos que manifestar mi favor o mi contra a la eutanasia llena de dudas mi mente, aunque sí mi convencimiento de que el valor más preciado del ser humano, el de la vida, es patrimonio de su dueño y sólo a él le pertenece el derecho de marcar su camino, independientemente de que éste le lleve a mejor o peor puerto, sea o no acertada su decisión, cuyo juicio a los demás no nos corresponde.

La utilización de los muertos, práctica tan seguida en los últimos años con el propósito de la renta electoral dividiendo a la opinión pública, práctica diestramente dirigida por un conglomerado mediático que actúa con el único fin de eliminar la capacidad de discernir diseñando las consignas en cada momento y según mejor convengan, cobra actualidad en las calles italianas en las que una línea clara y sin matiz alguno ha dividido a la opinión pública en dos bandos, como suele suceder hartas veces.

Se podrá o no estar de acuerdo en la decisión de un padre angustiado ante un problema cuya solución seguro no le ha gustado, pero tratarle de asesino viéndose empujado quien las hace por ondas interesadas que como tantas veces hemos visto juegan con la voluntad de los doctrinalmente entregados y deseosos de la soflama, sólo se corresponde con la miserable actitud, tanto de quienes incitan desde los medios al procaz insulto, como a los que en su mezquina actitud se prestan a tan deleznable juego.


02 febrero 2009

LOS GOYA DE LA ACADEMIA DEL CINE ESPAÑOL

Impresionante la noche engalanada del cine español en un escenario de inmensos y uniformados escalones rojos por los que ha desfilado la flor y nata de la industria cinematográfica –al menos la más significada de los últimos años- que es la que trata de entretenernos, especialmente, a los aficionados a la pantalla grande: ese rectángulo blanco lleno de magia y encanto y con su cuota de esplendor. Pero gracias al dinero de los contribuyentes que alimenta la alfombra por la que pasean sus progres actores, acreditados no por su VISA ORO al alcance de muchos, sino por la de PLATINO, que lo está para unos pocos.

Nada menos que los Premios Goya, la recompensa más importante de nuestro cine para los que se dedican al llamado séptimo arte de cuyo trabajo y dedicación nos gustaría gozar a los que asistimos a la platea tantas veces vacías, cuando de un producto español se trata.

Más de tres horas de reparto de premios y uno tras otro. A su logro, competían películas de muy diferente trama, a las que debe suponérseles la calidad necesaria para optar a la estatuilla del genial pintor aragonés: el que mejor supo llevar al lienzo las miserias de sus personajes de moda para conocimiento de todos.

El glamur de siempre, las caras de siempre y el sectarismo de siempre. Nada nuevo sobre el escalonado rojo de un escenario dispuesto para el panfleto publicitario agradecido por la subvención. Nada pues de competir por la taquilla, que es lo que se supone debía ser su mayor dedicación.

Y para tan singular lucha, una producción cinematográfica cuya mayoría de sus películas no se proyectará en las pantallas de los cines españoles, y de cuya existencia nunca sabremos. De ellas, sobre una docena –de las que algunas son desconocidas para el sencillo espectador- han sido las nominadas al Goya, y que salvo las triunfadoras, nos sobran los dedos de una mano para indicar las que han estado o estarán en taquilla más de siete días: condenadas al olvido.

Mejor pues hubiera sido la entrega del Goya al actor más disciplinado, el Goya a la película más doctrinaria, el Goya al más lindo maquillaje de engaños, el Goya al atrezo de la pancarta, el Goya a la mejor producción de la “mentira histórica”, que con la vuelta a las de buenos y malos, aquellas de romanos y vaqueros, las de versión española, nos viene al recuerdo.

En fin, nada menos que la Academia del Cine Español, firme en su dedicación al más genuino sectarismo y puesta al servicio de la izquierda española. Dicen, y es verdad, que el cine es magia y la magia es engaño y el engaño es mentira.

¿Quién mejor pues, puede prestar su servicio a un Gobierno cuya bandera es la del engaño?

Francisco de Goya y Lucientes, seguro que sabría denunciar el lado más oscuro de tanto actor doblegado al pesebre del que se enriquecen; aunque eso sí: luciendo sus lustrosos estómagos agradecidos, del que ostentosamente presumen.