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08 diciembre 2006

AÑORADA CIUDAD

Por ser tema de actualidad, rescato de mi baúl este cuento de hace ahora dos años y unos días. Tiempos, como en otros tantos, en los que también sucedía lo mismo.

La historia de este relato es la propia de una ciudad con una población ligeramente superior a la media, la que nos indica el Centro de Estudios Medio Ambientales Europeo, para ciudades con la misma extensión y un nivel de riqueza semejante. El conocimiento de este dato, su número de habitantes, resulta fundamental para el Comité Pro Árbol, creado en el Ayuntamiento para determinar el número de árboles necesario en la ciudad, que contribuyan, por fotosíntesis, a enriquecer el aire y procurar mejor salud para sus ciudadanos. Por consiguiente, debido a la consideración hacia el referido Centro de Estudios, es fácil deducir que la ciudad en cuestión es europea.

Determinado el dato, es de utilidad tener en cuenta los años de vida de cada especie. El Centro Meteorológico Español, facilitará, a petición del Comité, los días de lluvia, temperaturas y grados de humedad de cada una de sus zonas climáticas. La importancia de este dato es muy aconsejable, pues de él, dependerán las especies idóneas para su plantación. Ya sabemos, por la fuente de información, que la ciudad en cuestión está situada en España.

De todos es sabido que las Comunidades Autónomas procuran y aconsejan a sus ciudades, a cambio de contraprestaciones económicas que no se pueden despreciar, el tipo de embellecimiento deseable como seña de identidad. Por tal motivo, nuestro Comité, contactó con la Consejería de Urbanismo y Embellecimiento de Cantabria para que informara del tipo de especie aconsejable. Sabemos pues, que nos estamos situando en la Comunidad Cántabra.

Y finalmente, fue necesario solicitar por parte del Comité al Departamento de Personal del Ayuntamiento de Santander, el conocimiento del material humano disponible, así como el presupuesto económico asignado, para asegurar el perfecto estado de conservación y reposición del arbolado de la ciudad. Si especulan que este prólogo ha servido para anunciarles que la ciudad de este relato es la capital de Cantabria, tengo que decirles que han acertado de pleno.

Introduzcámonos pues, en la historia de este relato sucedido en la mencionada capital. Ocurrió en el seno de una familia tan numerosa cuya magnitud en principio es de muy difícil cuantificación; sobre todo debido a los emparejamientos, divorcios, natalicios y fallecimientos que se fueron prodigando en sus últimas generaciones. Dado el carácter nada religioso de esta gran familia, los emparejamientos y los divorcios ocurrieron de forma reiterada. Si existen familias que destacan en la rama de la medicina, otras en la del derecho, y otras en las artes, la que nos ocupa destaca en todos sus miembros por su gran afición al apareamiento constante. Esta familia ha eliminado de sus costumbres la planificación familiar, tan avanzada en la sociedad gracias a los minuciosos estudios sobre el comportamiento de los espermatozoides en su captura por el hambriento óvulo. Las contradicciones de la vida se manifiestan en este clan, y en este sentido, su comportamiento es idéntico al que siguen los más fervientes seguidores de la doctrina de la Santísima Madre Iglesia en su afán procreador, pese a su condición atea y por ello tendente a ignorar las reglas y comportamientos que dicta la Divina Institución. Si especulan que esta introducción ha servido para anunciarles que la afición favorita de esta familia es la del pertinaz ayuntamiento carnal, tengo que decirles que han acertado de pleno.

En la bella y limpia ciudad de Santander existen varias zonas residenciales distribuidas al este, sur y oeste de la ciudad. Debido a la existencia de un mar de frías aguas situado al norte, en esta zona, la existencia de albergues es de imposible construcción. Por lo tanto, esparcidos por los tres puntos cardinales restantes, existen antiguas viviendas con baja ocupación; grandes y suntuosos palacios indianos con galerías subterráneas, muchas de ellas abandonadas; y amplias calles con edificios modernistas comunicados entre si. En el interior de todos ellos, estómagos agradecidos tejen y destejen sus vergüenzas, así como sus miserias. Y las celebran junto a fiestas y banquetes, donde hasta con gula sacian sus deseos a costa de sus confiados paisanos. Y es en estos citados lugares, donde conviven los principales personajes de este relato. Si especulan que este inicio en la acción sirve para anunciarles el lugar de residencia de esta estirpe mundana, tengo que decirles que han acertado de pleno.

Tenemos pues la localidad donde se producen los hechos, los hábitos más frecuentes en nuestra familia protagonista y el sitio preferido de su residencia. Nos falta por conocer a que se dedican y los medios con que cuentan para la ejecución de sus planes.

Pero antes de contarles tales extremos, deseo, pues es mi privilegio de autor, repetirles que elegí Santander para esta historia por ser la ciudad más limpia que he visitado, sorprendiéndome en ella la ausencia de hedores y toda clase de inmundicias. Pese a no profundizar con sus gentes, si detecté bondad y sencillez en aquellos pocos que traté. También me agradó su carácter austero, legal, desprendido, honrado y sobre todo, su disposición al ofrecimiento a quienes ni siquiera demandamos beneficio alguno.

Y ojalá así fuera en todos los lugares de la tierra. Pues entonces, no nos sería necesario soterrar, en su más oscura profundidad para que jamás pudieran aflorar -embutiéndoles hasta sus más negras entrañas, lugar donde existe el fuego eterno en el que perecieran- los enriquecidos promotores del ladrillo, auténticas ratas de ciudad.

Si especulan que este relato ha servido para denunciarles que las ratas escondidas en el hedor de la ciudad y dedicadas a la copulación insistente, son los promotores de la construcción gracias a sus ayuntamientos (nunca mejor dicho) carnales con miserables de su misma especie, tengo que decirles que han acertado de pleno.

Finalmente debo decirles que la acción de este cuento no sucedió en Santander, pero sí en cualquier otra ciudad de este mundo que llamamos civilizado y avanzado. Y con el deseo de que la limpieza de la capital cántabra sea ejemplo de todas las demás y podamos eliminar ratas y ratones, termino este cuento en el que les pido perdón si lento fui, siendo mi deseo que llegaran hasta el final.

Noviembre de 2004

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es dificil llegar hasta el final, no; tus buenas letras lo hacen sencillo, más aun, lo hacen necesario a medida que el lector va entrando en calor.

Bien, he de decirte que tuve la suerte de vivir dos años seguidos en Santander, en aquellos años de mi juventud. ?Sabes com la llamaba? Mi Andalucía del norte. ¡Qué gran ciudad, qué buena gente!. Para mi, que ya conozco todas las capitales de provincia de España, es la mejor, la mas bella, la primera. Y si encima, por mis venas corre sangre montañesa, más aun.

Si Julio, es única entre todas y me alegra que también a ti te lo parezca