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05 agosto 2007

CUESTION DE CONSTANCIA

Estaba muy intranquila en mi nueva casa, sin nada que hacer. Como de costumbre, sentía cómo me picaba todo el cuerpo aunque con el paso de los días he terminado por acostumbrarme. .
Recuerdo que llegué a bordo de un tren, en compañía de otras compañeras emigrantes, cuya procedencia ignoraba por culpa de mi discreción, pues siempre fui muy callada. Lo mismo veníamos del mismo lugar, no lo sé. Fue aquel un viaje de muchas horas, y en cada parada subían nuevas compañías con mayor agobio para todas, pues la falta de una buena climatización hacía cada vez más angustioso el trayecto. Creo que me acostumbré a mi nueva vida desde el primer instante, sin molestar a nadie, y como premio recibí toda clase de atenciones.

Sin embargo, no era consciente ni de mi felicidad ni de mis desdichas, sólo de mi aburrimiento. Y miraba hacia todas partes por si encontraba algo de interés en lo que fijarme, sin que nunca nadie, o algo, consiguiera llamarme la atención.

Por las mañanas, salía a pasear. Me había aficionado a la música tecno, gracias a un enorme y sonoro aparato metálico sin pilas, que llevaba colgado de mi cuello. El aire fresco me hacía sentir muy bien, y pese ello, al poco rato me aburría, pues siempre veía las mismas caras, las mismas gentes. La mía se ponía triste, cabizbaja, como cansada, y sentía deseos de volver a casa.

Para no volverme loca, nació en mí mente una costumbre tenaz debido a las circunstancias que albergaban aquella casa. Me pasaba todo el día haciendo lo mismo, sin cesar un instante, con una ofuscación insoportable, sin nada que lo evitase. Adquirí tal destreza que sin gran esfuerzo conseguía mi objetivo no sólo una vez, sino muchas: no el de calmar mi obsesión que nunca cesaba, sino el de evitar aquellos picores que tanto me atormentaban.

Si alguien pudiera pensar que mi obcecación por matar moscas con mí rabo venía motivada por mi aburrimiento, o porque no tuviera nada que hacer, y sobre todo, para liberarme de ellas, estaría en lo cierto, acertando de lleno.

Menos cuando veía de reojo aquella banqueta en la que se sentaba una moza, que además de hacerme la puñeta tirando de mí una tras otra vez, anclaba el rabo a mi pierna para que no le molestara. Ni a ella, ni a las moscas, que de tal manera salvaban sus vidas, al menos, en aquel breve instante.

(“Cuestión de constancia” es un relato que ha participado en el 20º Proyecto Anthology. Tema: Obsesión)


Mi agradecimiento a JOSEPHB MACGREGOR, cuya colaboración enciclopédica tanto estimo.

2 comentarios:

Cristina dijo...

espirales espirales espirales espirales espirales espirales que nos atrapan mientras el tiempo transcurre con su ritmo incesante y burlón.
La monotonía es una tela de araña. Me angustia esta vaquita obsesiva...
Todos los relatos son geniales, pero esta tela de araña me ha dejado especialmente enganchada.
Siga así, don Boscán.

Perséfone dijo...

Querido Boscan:

Gracias por pasarte por mi blog. Al contrario ahora que te he leído un poco más me doy cuenta de que la que tiene mucho que aprender de vos soy yo :D

En cuanto a la puntuació, dejame contarte que soy un caos. Hago grandes esfuerzos por mejorar; pero pues me sigue fallando. Espero que la práctica me ayude.

Besos y saludos!!!