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13 marzo 2008

VALENCIA EN FALLAS

Todo su orgullo fallero lo tenía dentro de su corazón, y con su mano firme protegía a la de la Fallera Mayor infantil quien un instante antes había prendido la pólvora, paso a la cremá de la pequeña falla que pondría fin a la fiesta, justo cuando unas tristes lagrimas bañaron el rostro de la niña.

A él, al Presidente de la Falla infantil, también le acudieron deseos de derramar unas lágrimas, pero se contuvo, y su impronta institucional se amalgamó por la nube fumífera que le envolvía, mientras su mente de adentraba en un pasado escuchado tantas veces en el arraigo fallero de su padre y también de su abuelo.

Su origen costumbrista, el de la fiesta, cuando una vez al año los carpinteros sacaban a la calle los restos de tablas inservibles y muebles rotos que apilándolos les prendían fuego para desprenderse de ellos, celebrando de forma festiva el día de su patrón, San José el carpintero. Y con el tiempo, aquellos trastos viejos dieron paso a figuras satíricas creando grupos de crítica social, y con ellos, el nacimiento de una fiesta declarada de Interés Turístico Internacional en el pasado siglo XX.

Pensaba en todo ello el Presidente, mientras veía cómo se extinguían dentro de un círculo rojo sus últimas brasas, residuos de un año de ilusiones y fuente incandescente de otro que comenzaba en ese mismo instante, mientras le daba su pañuelo blanco a la fallerita que junto a él lloraba el final de su reinado.

Sabía por su abuelo de una cita de a finales del siglo XVI que hacía alusión a las fiestas falleras, y que mencionaba un sueldo pagado a un artesano por la realización de una falla, cuyo recuerdo le llegaba de forma vaga. Sin embargo, de lo que no tenía ninguna duda, es que a mediados del XVIII, la fiesta ya había alcanzando una gran raigambre popular, y llegados los días señalados se sacaban los ninots junto a las casas a la espera de la noche de San José, cuando eran entregados al fuego en un ambiente festivo y vecinal.

Nuestro Presidente infantil sabe de los problemas de todo tipo que sufren los falleros todos los años, como también de un oficio de 1784, existente en el Archivo Municipal de Valencia, que ponía las primeras trabas para colocar las fallas en determinadas calles estrechas, o junto a casas que pudieran encerrar cierto peligro en el momento de la cremá. Sin embargo, ésta determinación, supuso un cambio importante que hizo dar un vuelco y un fuerte impulso a una fiesta que a partir de ese año iba a ir creciendo de forma imparable. Las fallas empezaron a colocarse en las plazas y calles más anchas, pasando a ser grupos satíricos con la posibilidad de ser vistos dando la vuelta a la falla - costumbre que se implantó como consecuencia de aquella orden municipal-, y leyendo las críticas dirigidas contra la burguesía y el clero especialmente. Lo que llevó a la prohibición de la fiesta en 1895, aunque pese a ello y desafiando al poder municipal, las fallas fueron plantadas aquel año. Fue éste el que Lo Rat Penat creó un galardón para premiar la mejor falla, hasta que ya en el nuevo siglo, el Ayuntamiento aceptó la responsabilidad de establecerlos.

Entrado el siglo XX fueron muchos los falleros que impregnados de una fiesta que les ardía en la sangre, como en la de nuestro Presidente infantil fruto de tantas generaciones, dieron un gran impulso a una fiesta, en la que las fallas, el monumento y el arte formaron un solo cuerpo de corazón imperecedero transformándose en una fiesta donde el ingenio y la gracia, mundialmente reconocidos, son inseparables ante la mirada atónita de quienes nos visitan por primera vez. Méritos logrados no solo por el espíritu abierto, mediterráneo y fallero de quienes las hacen posible, sino por el cariño y sentimiento representados en una fallerita que llora el final de su reinado, junto a un Presidente infantil lleno de orgullo y valencianía que con el índice de su mano se aparta una lagrima que surge de su mirada fija en las pavesas que vuelan hacia el cielo.

3 comentarios:

Incongruente dijo...

Emotiva introducción a unas fiestas en las que nunca estuve y que nunca supe comprender, pero no por ello dejé de admirar.

Me alegra leer tu pluma, amigo Julio, y a ver si algún día logramos conocernos, aunque a mi, la vida, cada día me aparta más de donde me gustaría estar. Los polos opuestos de un imán, mis deseos y mis obligaciones y a mi edad, aun no sé cuales deben imperar, supongo que los segundos, aunque solo sea por seguir los criterios de la educación que me dieron y las creencias que me inculcaron. Saludos desde la distancia y sigue que este admirador te lee.

Anónimo dijo...

Que bonito relato y muy interesante la información que aportas sobre las Fallas, sinceramente son un magnifico espectáculo, verdaderas obras de arte. Una de las cosas que más me gusta es la ofrenda de flores a la Virgen, es presioso ver como han ido formando la imagen con tanta precisión.

Imagino que el Presidente infantil, tras esa lagrima espontánea, surgira una sonrisa de satisfacción por haber tenido la oportunidad de ser parte importante en una de las fiestas más valencianistas!!!
Un abrazo.

Clavedesol

Anónimo dijo...

Una preciosa forma de contarnos tu fiesta, esa Fiesta que muchos queremos y admiramos.
Me hubiera gustado poder ser parte de esa fiesta , pero no he tenido ese privilegio.

Un Abrazo.

Vagabunda