Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

06 julio 2008

TÉMPANOS DE HIELO


Las incesantes cuchilladas las debieron sentir en sus carnes con un agudo dolor, como el de una descarga eléctrica que corriera por todos sus cuerpos. Fueron la señal de que aquella tragedia había llegado a su final, iniciada momentos antes, en el tiempo transcurrido desde que percibieron el primer aguijón de la muerte.

Aunque es difícil de imaginar, puedo presumir la sensación del frio acero cuando entra en la carne humana por las películas de acción, al ver los rostros de sus protagonistas, encogidos o desencajados en sus lamentos, cuando ofrecen sus muecas de espanto en una brillante interpretación. Sin embargo, nunca he visto morir por causa semejante a un ser humano y mis únicas referencias, junto a la del cinematógrafo, se limitan a la lectura de novelas de piratas o de batallas navales, que, al abordaje, rubrican firmas de muertes; o las de espadachines, esas de uno para todos y todos para uno, donde el honor y la frivolidad andan parejos, esclavos siempre de un orgullo herido, a la búsqueda de un duelo que lo libere.

También puedo imaginar las cosas que pasaron por sus mentes, por sus recuerdos, o en sus adioses a los seres queridos, al mismo tiempo de las continuas cuchilladas que iban recibiendo, y que unas tras otras sentían en el interior de sus cuerpos. Y como el boxeador grogui, más bien despojo y fardo humano, todos sus cuerpos debían de ser un desgarro, como una diana, en la que cientos de púas punzaban sus mentes y las recibían estoicos con sus cuerpos helados inmersos en las aguas del océano.

Todas las fuerzas las centraban en sus dedos, que asidos a algo firme, cifraban en lo desconocido su única esperanza: la que por instantes fenecía sobre cualquier tabla de salvación. Debieron de perder la cuenta, y el número de cortes salvajes adormecían sus cuerpos, de los cuales quedaba un ligero aliento, que aunque cálido, se perdía por la gelidez de la noche.

Hablan de un bosque de gritos, de chillidos, que si vivos se habían apoderado de la noche, fueron menguando en sus lamentos hasta convertirse en un silencio sepulcral. Y fue cuando cesó el dolor expandido e imperó el silencio abandonando su eco. Y a partir de ese momento, cuales témpanos de hielo, navegaron por las sombras de la noche guiados por su destino.

Los que lograron salvar sus vidas contaron que la muerte por congelación anuncia de su presencia en la carne como cientos de cuchillos, pero ante la ausencia de sangre. Así ocurrió aquella noche, en la que trescientos seis cuerpos humanos fueron rescatados inertes flotando sus cuerpos en las frías aguas del océano una vez hundidos al chocar contra David, el que fuera un simple copo de nieve convertido en la enorme masa de un iceberg vencedor sobre Goliat: la fascinación del Titanic, cuyo espíritu sigue navegando no solo por las aguas del océano, sino también por nuestras mentes.

(“Témpanos de hielo” es un relato que ha participado en el 34º Proyecto Anthology. Tema: Frio)

No hay comentarios: