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17 abril 2010

CARMEN ALBORCH Y SU GLOBO

Carmen Alborch y su globo

Hay mañanas que al levantarse uno se encuentra dentro de la normalidad, con un  sentimiento halagüeño que sucede, afortunadamente, la mayor de las veces. Otras, en cambio, no es que sean las sacudidas de un terremoto las que te invadan de terror, porque estas bromas, y otra vez afortunadamente, no las gasta la naturaleza por el barrio en el que vivo.

Sí, en cambio, en ocasiones, algo notas que funciona mal y la falta de presión en la conducción de agua inhabilita al calentador y la dulce ducha de agua caliente se convierte en una descarga electrizante que te hace mentar al diablo. O la cafetera que no funciona y la nueva señal de alerta empiezan a incomodarte.

Sales a la calle pues, y la mar de las veces, los buenos días de los habituales te hacen sentirte entonces más feliz al ver cómo te consideran y aunque hayas abandonado, pese a sus anomalías, la dulzura del hogar, notas que aún permaneces dentro de su confortabilidad.

-Buenos días Eduardo, ¿te hace un café?

Siempre es estimulante la grata compañía del amigo incondicional, juntos en la mesa del bar de la esquina, echando una mirada a las noticias del día que, salvo hecatombes de gran resonancia que den un giro al buen humor hasta entonces, suelen ser siempre malas; lo que por su cotidianidad ya esperada no nos motive lo suficiente para cambiar el semblante y te encaminen hacia cualquier tipo de depresión, dada la fortaleza que merced a la negatividad que siempre encierran los titulares de prensa, hayamos conseguido que la sensibilidad de nuestro corazón adquiera la rudeza del callo.

Pero, efectivamente, en ocasiones, algo inusitado nos sorprende y tras la noticia imprevista e inesperada que cubre la portada de hoy, un ligero temblequeo invade nuestro cuerpo, el mío y el de Eduardo, por el temor que produce saber que pueda se convierta en realidad una de las dos penalidades, de cuyas ausencias siempre hemos presumido, al menos la mayoría de los mortales.

Carmen Alborch, la narcisista relamida de “geganta” en las últimas elecciones municipales de tan mal recuerdo, al menos para ella, nos invita ahora a subir en globo en fechas próximas por el barrio del Cabanyal.

Espero no levantarme en fechas próximas y encontrarme con la noticia de que el Sr. Luna nos invite a la segunda de las penalidades de las que tantas veces hemos presumido ser las únicas no conocidas.

Aunque por las “ideas” que llevan ambos, de cosas peores son capaces.

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