El Instituto Nacional de Meteorología había anunciado fuertes tormentas en la Meseta Central en los próximos días y con la presencia de gran aparato eléctrico. A Protección Civil se avisó de las grandes probabilidades de sufrir destrozos en las instalaciones empresariales y de servicios en los alrededores de San Lorenzo del Escorial. También alertaron, por la acción de los rayos, del peligro de incendios en la sierra. Terminaba el parte de aviso redundando en que la intensidad de la tormenta podía superar a todas la conocidas por el Instituto, como así lo presagiaban todos los datos que llegaban al Centro de Recogida de Datos desde los satélites espaciales.
Fueron cuatro días sin día, es decir, sólo noches. El Sol se desbandó. Los cumulonimbos se hicieron dueños de los cielos y las panzas de aquellos escupían el mal. Cuelgamuros era Roma ardiendo y en la raya que separa el bosque de la intemperie se dibujaban los destellos del pánico.
La gran Cruz de la Basílica del Valle de los Caídos se quedó atónita al presenciar cómo de la cripta sagrada, un caballo blanco con la cruz de Santiago en su montura y guiado por un jinete escondido en su capa magna, volaba hacía la furia de los cielos.
El jinete consiguió alcanzar gran velocidad y por su destreza pudo cruzar el núcleo de aquella furia y llegar a un lugar de la bóveda celeste donde sólo existía paz. Espoleo su montura y en sentido inverso al de la rotación celeste, imprimió tal velocidad, que venció al tiempo; cuando aquella tormenta había desaparecido, cambió su rumbo. Se dirigió hacía la Tierra, llegó a su España y buscó cobijo en el lugar mas cercano, en Caspe.
Llegó al Parador Nacional y cuando preguntó si era día festivo o fiesta de guardar, le contestaron que era laborable y que estaban al completo. Fue entonces cuando se enteró que corría el año de nuestro señor de 1412 y que allí se encontraban hospedados nueve ilustres personajes. Su curiosidad le hizo averiguar la razón de aquella reunión y una vez puesto al día, citó a los nueve en el Salón de la Bodeguilla.
- Sé de vuestro compromiso, y del alcance de vuestra importante decisión. Por ellos os pido a todos, como buenos españoles que sois, que os pongáis de acuerdo con antelación, y que dos tercios de vuestros votos sean para el de Trastamara. También deseo que de cada una de las partes, Aragón, Cataluña y Valencia, salga por lo menos un voto para él. Si no lo hacéis que Dios os lo demande pero sepáis que yo estaré alerta. Nada mas tengo que deciros y que Dios os guarde.
De esta forma Caspe decidió la suerte de la Corona. Lógicamente, obligados a ello, los compromisarios optaron por una solución antidemocrática y por supuesto facistoide. Esta “decreto ley” hizo que Castilla doblegase a Cataluña impidiéndole su continuidad de ya quinientos años.
Cuando el jinete pidió la cuenta y entregó su VISA, ésta no fue admitida por su desconocimiento. Lo que le obligó a la huida. Y saliendo raudo con su caballo allí aparcado, tomó otra vez la dirección de los cielos, que por su área de influencia, era de peaje.
Presagió algo extraño en el caballo, lo que le hizo dirigirse de nuevo a su España. De esta forma llegó a Valladolid en el mismo instante que se anunciaba la entrada del nuevo año de 1478. Después de tomar las uvas en la plaza Mayor, se hospedó en el Mesón Troya de la Villa donde se enteró del peligro que acechaba a España por la aparición de los marranos, así llamados los falsos judíos conversos. Y por ello citó a los Reyes Católicos a su inmediata presencia.
- Sé del problema que os asola pero yo os digo que tengo la solución. Tengo conocimiento de lo que se hizo en otros estados europeos para males semejantes. Sé de las medidas contra los albigenses, los valdenses y otros grupos heterodoxos. Contra ellos se creó la Inquisición. Debéis hacer lo mismo e instaurarla en vuestros estados. Os lo pido por favor, y también como una orden. Me lo debéis por la apropiación indebida que habéis hecho de toda mi simbología, aunque en el fondo os lo agradezco. También os perdono que hasta el momento no se os haya ocurrido la idea de España. Pero yo os digo, que si no me hacéis caso, tendréis que dar cuenta a la Providencia.
Cuando el jinete se dio cuenta que los monarcas empezaban a enojarse por el apremio que recibían, se despidió de ellos. No sin antes rogarles que pagaran su cuenta en el hotel y tomó rumbo a los cielos deseando volver pronto a Cuelgamuros.
Notó al caballo cansado y sabiendo de la existencia en su querida España de las postas, procuró el relevo de su montura. El agotado corcel cayó muy cerca del mar, en tierras de Denia. Fue en el mismo instante que las tropas de la Gran Alianza (el Sacro Imperio, Inglaterra, los Países Bajos, Portugal, Prusia y Dinamarca) desembarcaban en el pequeño puerto declarando la guerra a los Borbones. Sucedía esto en el año 1702 de la misma era, es decir de la de Nuestro Señor.
Aquello preocupó al jinete y como en otras ocasiones buscó información. Se enteró de que la mayor parte de los estados europeos veían con males ojos las buenas relaciones de Francia con España, auspiciada porque un Austria eligió como heredero a un Borbón, familiar suyo. Pero todo aquello debía ser irrelevante, pues a nadie preocupaba. La verdadera razón de la contienda, pues quien le informó era hombre muy culto, era debida a que los de Vallecas querían apoderarse de los de Mataró. Y tanto ardor pusieron en la pelea, que tanto los soldados de remplazo como los de leva, de uno y otro bando, entraron en una guerra que duró doce años.
Cuando el jinete se percató de tan vergonzosa intromisión, decidió huir de aquella tierra valenciana, no fuera que años más tarde, la historia, le responsabilizara de aquella defenestración.
Sobre caballo nuevo, joven y brioso, logró velocidad de vértigo, lo que le provocó algún mareo. Y por ello bajo otra vez a su España, llegando a una pequeña aldea de los Monegros, a sabiendas, que el Moncayo le aliviaría de su letargo. Recuperándose estaba, cuando vio galopar en dirección sur y con gran furia sin que nadie lo impidiera, a un grupo inmenso de jinetes armados hasta los dientes. En una granja cercana alimentó al caballo y fue el aparcero quien le puso al día, informándole de que se había puesto fin al Trienio Liberal por la acción de los Cien Mil Hijos de San Luís, a cuyo trote acababan de pasar ante sus ojos; al frente de ellos, el Duque de Angulema.
Otra vez el jinete huyó hacia los cielos. Sabedor de la posibilidad que aquella acción fuese tachada de fascista, prefería que nadie le imputara responsabilidad alguna.
Cuando se vio otra vez girando veloz y ya próximo a su meta, se sintió reconfortado. Llegó a su Valle y se dirigió a su sitio encomendado. Antes quiso comprar la prensa para averiguar en que día se encontraba y ponerse un poco al tanto de las cosas que pasaban.
Al tener en sus manos un periódico del grupo Prisa, adivinó vestigios de sus antiguos dueños de la prensa del Movimiento. Se fechaba con el dieciocho de julio y en portada se recordaba como tal día de hacía casi setenta años, el del inicio de una guerra civil, motivada en el fondo por el enfrentamiento de los súbditos de Vallecas contra los ciudadanos de Mataró. Empecinados como estaban los primeros y como siempre, por la conquista de las tierras catalanas.
Enero 2006
Fueron cuatro días sin día, es decir, sólo noches. El Sol se desbandó. Los cumulonimbos se hicieron dueños de los cielos y las panzas de aquellos escupían el mal. Cuelgamuros era Roma ardiendo y en la raya que separa el bosque de la intemperie se dibujaban los destellos del pánico.
La gran Cruz de la Basílica del Valle de los Caídos se quedó atónita al presenciar cómo de la cripta sagrada, un caballo blanco con la cruz de Santiago en su montura y guiado por un jinete escondido en su capa magna, volaba hacía la furia de los cielos.
El jinete consiguió alcanzar gran velocidad y por su destreza pudo cruzar el núcleo de aquella furia y llegar a un lugar de la bóveda celeste donde sólo existía paz. Espoleo su montura y en sentido inverso al de la rotación celeste, imprimió tal velocidad, que venció al tiempo; cuando aquella tormenta había desaparecido, cambió su rumbo. Se dirigió hacía la Tierra, llegó a su España y buscó cobijo en el lugar mas cercano, en Caspe.
Llegó al Parador Nacional y cuando preguntó si era día festivo o fiesta de guardar, le contestaron que era laborable y que estaban al completo. Fue entonces cuando se enteró que corría el año de nuestro señor de 1412 y que allí se encontraban hospedados nueve ilustres personajes. Su curiosidad le hizo averiguar la razón de aquella reunión y una vez puesto al día, citó a los nueve en el Salón de la Bodeguilla.
- Sé de vuestro compromiso, y del alcance de vuestra importante decisión. Por ellos os pido a todos, como buenos españoles que sois, que os pongáis de acuerdo con antelación, y que dos tercios de vuestros votos sean para el de Trastamara. También deseo que de cada una de las partes, Aragón, Cataluña y Valencia, salga por lo menos un voto para él. Si no lo hacéis que Dios os lo demande pero sepáis que yo estaré alerta. Nada mas tengo que deciros y que Dios os guarde.
De esta forma Caspe decidió la suerte de la Corona. Lógicamente, obligados a ello, los compromisarios optaron por una solución antidemocrática y por supuesto facistoide. Esta “decreto ley” hizo que Castilla doblegase a Cataluña impidiéndole su continuidad de ya quinientos años.
Cuando el jinete pidió la cuenta y entregó su VISA, ésta no fue admitida por su desconocimiento. Lo que le obligó a la huida. Y saliendo raudo con su caballo allí aparcado, tomó otra vez la dirección de los cielos, que por su área de influencia, era de peaje.
Presagió algo extraño en el caballo, lo que le hizo dirigirse de nuevo a su España. De esta forma llegó a Valladolid en el mismo instante que se anunciaba la entrada del nuevo año de 1478. Después de tomar las uvas en la plaza Mayor, se hospedó en el Mesón Troya de la Villa donde se enteró del peligro que acechaba a España por la aparición de los marranos, así llamados los falsos judíos conversos. Y por ello citó a los Reyes Católicos a su inmediata presencia.
- Sé del problema que os asola pero yo os digo que tengo la solución. Tengo conocimiento de lo que se hizo en otros estados europeos para males semejantes. Sé de las medidas contra los albigenses, los valdenses y otros grupos heterodoxos. Contra ellos se creó la Inquisición. Debéis hacer lo mismo e instaurarla en vuestros estados. Os lo pido por favor, y también como una orden. Me lo debéis por la apropiación indebida que habéis hecho de toda mi simbología, aunque en el fondo os lo agradezco. También os perdono que hasta el momento no se os haya ocurrido la idea de España. Pero yo os digo, que si no me hacéis caso, tendréis que dar cuenta a la Providencia.
Cuando el jinete se dio cuenta que los monarcas empezaban a enojarse por el apremio que recibían, se despidió de ellos. No sin antes rogarles que pagaran su cuenta en el hotel y tomó rumbo a los cielos deseando volver pronto a Cuelgamuros.
Notó al caballo cansado y sabiendo de la existencia en su querida España de las postas, procuró el relevo de su montura. El agotado corcel cayó muy cerca del mar, en tierras de Denia. Fue en el mismo instante que las tropas de la Gran Alianza (el Sacro Imperio, Inglaterra, los Países Bajos, Portugal, Prusia y Dinamarca) desembarcaban en el pequeño puerto declarando la guerra a los Borbones. Sucedía esto en el año 1702 de la misma era, es decir de la de Nuestro Señor.
Aquello preocupó al jinete y como en otras ocasiones buscó información. Se enteró de que la mayor parte de los estados europeos veían con males ojos las buenas relaciones de Francia con España, auspiciada porque un Austria eligió como heredero a un Borbón, familiar suyo. Pero todo aquello debía ser irrelevante, pues a nadie preocupaba. La verdadera razón de la contienda, pues quien le informó era hombre muy culto, era debida a que los de Vallecas querían apoderarse de los de Mataró. Y tanto ardor pusieron en la pelea, que tanto los soldados de remplazo como los de leva, de uno y otro bando, entraron en una guerra que duró doce años.
Cuando el jinete se percató de tan vergonzosa intromisión, decidió huir de aquella tierra valenciana, no fuera que años más tarde, la historia, le responsabilizara de aquella defenestración.
Sobre caballo nuevo, joven y brioso, logró velocidad de vértigo, lo que le provocó algún mareo. Y por ello bajo otra vez a su España, llegando a una pequeña aldea de los Monegros, a sabiendas, que el Moncayo le aliviaría de su letargo. Recuperándose estaba, cuando vio galopar en dirección sur y con gran furia sin que nadie lo impidiera, a un grupo inmenso de jinetes armados hasta los dientes. En una granja cercana alimentó al caballo y fue el aparcero quien le puso al día, informándole de que se había puesto fin al Trienio Liberal por la acción de los Cien Mil Hijos de San Luís, a cuyo trote acababan de pasar ante sus ojos; al frente de ellos, el Duque de Angulema.
Otra vez el jinete huyó hacia los cielos. Sabedor de la posibilidad que aquella acción fuese tachada de fascista, prefería que nadie le imputara responsabilidad alguna.
Cuando se vio otra vez girando veloz y ya próximo a su meta, se sintió reconfortado. Llegó a su Valle y se dirigió a su sitio encomendado. Antes quiso comprar la prensa para averiguar en que día se encontraba y ponerse un poco al tanto de las cosas que pasaban.
Al tener en sus manos un periódico del grupo Prisa, adivinó vestigios de sus antiguos dueños de la prensa del Movimiento. Se fechaba con el dieciocho de julio y en portada se recordaba como tal día de hacía casi setenta años, el del inicio de una guerra civil, motivada en el fondo por el enfrentamiento de los súbditos de Vallecas contra los ciudadanos de Mataró. Empecinados como estaban los primeros y como siempre, por la conquista de las tierras catalanas.
Enero 2006
3 comentarios:
Curiosa visión de la historia, desde luego no me extraña que el caballo de ese jineta acabara tan agotado....
hola julio. Acabo de ver tus fotos, y me encantan!!!
Una anégdota: la Torre del Oro de Sevilla no recibe su nombre precisamente porque almacenara el oro de Las Indias, sino porque de noche se reflejaba (y se refleja) en el río, con un color dorado ;)
Las fotos de comida me encantan. Cada vez que visito un lugar nuevo, aparte de sus monumentos, siempre pruebo su gastronomía. Me encanta!!!!
Un abrazo amigo!!!
Miguel Angel, yo no he dicho que su nombre venga por el Oro de la Indias. El origen seguro que es como tú dices.
Pero el oro de las Indias, sí que se guardó en la Torre. Después se lo llevaron por Europa para sufragar guerras.
Gracias por tu información, amigo.
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