-Si no le dijera que debe Vd dejar de fumar, seguro que se quedaría sorprendido, por lo que creo no hace falta que se lo diga, amigo.- El doctor dejó su tono firme y sonrió levemente, y con gestos de restarle importancia prosiguió apacible- Tiene en uno de sus pulmones, el izquierdo, una muy pequeña mancha que pasada la Navidad habrá que investigar. Por otra parte, no le conviene la vida sedentaria que me comenta: un par de paseos todos los días, practicados en un buen rato por las mañanas y en otro más corto por las tardes le irá muy bien. ¡Qué las musarañas entre paredes son poco atractivas y no levantan el ánimo, amigo! Pasadas las fiestas venga a verme.
Cuando llegó a su casa no encendió la TV para escuchar las últimas noticias del día, y sin apetecerle ningún documental tomó un vaso de leche y estiró su cuerpo sobre la cama; ni siquiera se desvistió.
Ya amanecido y desde su lecho, Vicente observa la lluvia acribillando los tejados, lo que le hace seguir tumbado. Ya en la media tarde ha sentido un leve apetito, pero sólo por un momento, pues la angustia del día anterior sigue en su estomago.
Más de inmediato, algo sucede y en su mente surge una sensación como aupada en un rayo de furia dispuesta a enfrentarse a la adversidad. De un brinco abandona la cama y cuando llega al baño son ya pocas las prendas que le cubren su cuerpo. Después de una ducha que le revive se afeita y siente sobre su rostro el agradable contacto del “after shave”. Fricciona sus cabellos con colonia, se viste, y observándose en el espejo encuentra un hombre nuevo ajeno a su anterior apaciguamiento.
Ya “de domingo” y sin plan alguno por el momento, marca un número de teléfono que tiene in mente, escuchando una voz cariñosa a la que le pide cenar juntos en la misma noche. Cuando sale a la calle escucha del reloj de la plaza sus ocho campanadas, más sonoras que otros días, con seguridad por la quietud en una noche tan especial o por alguna otra razón que no extraña.
Ante la ausencia de un taxi y la suave lluvia que aún más bien le reconforta si cabe, y no muy distante el lugar de su destino, como de media hora andando, se dirige hacia aquella casa portando en su mano una botella de vino.
Definitivamente, es una noche muy especial y algo mágico sucede en ella: es la de Navidad.
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