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30 septiembre 2010

LA HUELGA GENERAL

Por la huelga general [1600x1200]

Durante los cuarenta años del franquismo no había debate político en el Palacio entonces llamado de la Carrera de San Jerónimo y en la actualidad Congreso de los Diputados. Simple matiz. Sólo se escuchaba a ritmo de exultante balada, la loa perenne, cuya sinfonía, a veces grave, en ocasiones aguda, pero siempre fiel, se trasladaba a los medios llamados de “prensa y radio del movimiento”: los encargados de los arreglos para que la melodía llegara esplendorosa al auditorio de la calle.

Tampoco existía la posibilidad de huelgas generales, que se reducían a cuatro: Generales de Brigada, Generales de División, Tenientes Generales y Capitanes Generales: uno de ellos perpetuo y que Baltasar Garzón anda buscando.

De vez en cuando y en sus últimos años, existieron huelgas estudiantiles que se resolvían mediante carreras callejeras que se difuminaban por la ciudad por el impulso de los llamados “grises”. Ese tono colorista que media entre lo vivo y lo mortecino, extremos siempre utilizados según convenga y a la causa que se persiga. Pero todo esto es historia, historia ya pasada.

Ayer hubo una huelga general en toda España en la que por lo que hemos visto en todos los medios televisivos quienes con más ahínco han trabajado son los que se han dedicado desde la primera hora del día a la práctica de la violencia, atentando a los medios de transporte empeñados en su paralización. De seguro que jamás madrugaron tanto portando en sus mochilas siliconas, cadenas y candados para su tarea informativa, sin olvidar el perfume de la gasolina.

Cándido Méndez, envalentonado, ha llegado a cuantificar su éxito por haber roto la velocidad del sonido, frase a semejanza de la utilizada por la galáctica Leire Pajín en ocasión de otro ajuste interplanetario.

Más lo cierto es que salvo los que se han visto impedidos a ejercer su derecho al trabajo por una acción sindical que se considera con el derecho de impedirlo, la normalidad ha sido la “tónica general” en una población perpleja al observar unos métodos que causa vergüenza a quienes los sufren, con la sorpresa añadida, por lo desacostumbrado, que la prensa local haya coincidido en sus crónicas destacando el fracaso de la movilización ciudadana.

Mas lo cierto es que la única razón de la huelga ha sido por el descrédito alcanzado por las centrales sindicales que en los últimos años se han dedicado a la interesada armonía junto Zapatero, unas veces con la práctica del silencio y otras con el guiño aprendido de los de la “ceja”, ejercitando loas que nos recuerdan a la Carrera de San Jerónimo y alguna que otra exultante balada de la que Víctor Manuel obtuvo un muy buen partido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

O.K. No comment.

Iván