Pocas veces la mentira tuvo tan histórico aposento; al menos en los últimos cuatro años sometidos a una hoja de ruta siniestramente dirigida y de la que en ningún momento se han apartado un ápice de la senda de sus propósitos.
Otrora, Blanquerías, era una de las zonas por la que discurría la muralla que dejaban extramuros las aguas del Turia que recogía los vertidos de las aguas pestilentes de los “blanquers”: los profesionales de las pieles.
Blanquerías, es en la actualidad la sede del PSPV en un edificio con sabor antiguo pero restaurado para su acomodo y del que por sus cimientos fuera lugar de paso a la suciedad de aquellas aguas. Por lo que vemos, sus vapores resisten el paso del tiempo y emergen dos siglos después impregnando sus despachos.
A nadie puede extrañar de tal guisa, que si fueron capaces de destrozar la carrera política de un compañero de partido, Ignaci Pla, por puro deseos de poder y con la daga de la traición, al igual que han recurrido al desprestigio de Antoni Asunción por su intento de regeneración de un partido en el tobogán de su derrumbe, utilizando para ello el florete de la mentira, la práctica del juego sucio del pucherazo y la acusación de haberse vendido al Partido Popular, y a lo que se suman las mentiras de Ángel Luna, no sólo ante un juez sino en el atril parlamentario, puestas al descubierto tras la sentencia de quien le ha juzgado por un pasado no tan lejano, pero si lo suficiente para prescribir sus corruptelas, deja a las claras la forma de actuar de un partido que abandonó la decencia para acogerse a la ruindad.
La última de sus mentiras y a la que seguirán otras muchas, la del “Curita de Alacuás”, quien acusa sin citarlo a un miembro despechado del Partido Popular de ser el que ha entregado al blasfemo de Ángel Luna, en el supuesto de que éste sea creyente, un informe bajo secreto judicial.
El lienzo a los flancos de las esbeltas Torres de Serranos luce su esplendor como puerta principal a una ciudad que tras ofrecerse al mundo, cada vez es más visitada, a pesar de que junto a ellas aún exista una vieja cloaca que al estar cegada en su salida de antaño, hace que todo su hedor y podredumbre se esconda en su interior en una especie de olla a presión en constante ebullición soltando el lastre tanto de sus mentiras como de su propio indecoro.
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