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15 mayo 2012

D. TORCUATO FERNÁNDEZ-MIRANDA

Torcuato Fernández Miranda
Es harto difícil tratar de encontrar la palabra que reúna en si misma las connotaciones de la razón, la verdad y el futuro. La razón, en su sentido más cercano a la realidad social de un momento dado; la verdad, en cuanto a los hechos objetivos que transcurren en torno a la reflexión que se plantea; y el futuro, tal y como el que se anhela en un momento dado por parte de aquella realidad social, a la sazón, en él ilusionada.
Pero si lo es complicado hallarlo en una palabra, en un verbo que reúna la fuerza de tales añoranzas en sus acepciones más positivas, no lo es cuando buscamos la persona que se sienta identificada con tan honrosos deseos.
Como es el caso de D. Torcuato Fernández-Miranda, la persona política más importante que ha tenido España en el momento de su transición democrática, tal y como lo demostró en aquellos años de la segunda mitad de los setenta a cuyo resultado había faenado en torno al Príncipe Juan Carlos, quien fuera llamado a ser el monarca que condujera los hilos hacia una España en la que su soberanía estuviera en manos de los ciudadanos.
Ni vencedores que se consideraran dueños de un futuro que sólo pertenece a la realidad social que envolvía al pueblo español, ni vencidos que optaran por la obtención del certificado de vencedores. Su virtud, el entierro de la guerra civil y la firme convicción de terminar con la vieja tradición de las dos Españas. Y el “terreno” estaba abonado para ello.
Como se demostró de manera irrefutable en los diferentes gobiernos de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar.
Todos ellos habían comprendido la decisión que en su día había tomada el futuro Rey, sabiamente conducido por una mano maestra cuya brújula marcaba de manera inequívoca la ruta de la Ley dentro de la Ley, sobre todo, en un camino aceptado de manera mayoritaria. Una mano, la del Presidente del Congreso, D. Torcuato Fernández Miranda, que diseñó magistralmente la misión a la que había sido encomendado, cuyo éxito fue, es y será, siempre de agradecer.
Todo ello saltó por los aires en el momento que accedió al poder un hombre, un político nefasto, cuya único objetivo fue el enfrentar a la sociedad civil, desnortarla en sus objetivos, tanto en cuanto en él y desde su más profunda ineptitud e incapacidad para el cargo, fuimos observando un deseo inescrutable por lo obstinado: el de la crispación, junto al deterioro de una reconciliación ampliamente sellada.
Por supuesto que la historia le juzgará y le dejará en el lugar merecido. Lugar que no será otro que el situado en las antípodas del gran estratega Fernández-Miranda, cuya obra, un día, un irresponsable Rodríguez Zapatero, ZP, para los amigos, trató de dinamitar alardeando de un falso talante que año en año supimos de su alcance.

1 comentario:

sbenmicamino dijo...

muy bueno!