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28 octubre 2006

EL HOMBRE SENTADO ANTE EL MAR

Las raíces del árbol en la tierra son como los ríos que van al mar, un enredo caprichoso sometido a toda suerte de escollos. Sus nutrientes navegan hacia su fruto mientras que las aguas buscan transformarse en sal de la tierra.

Decía el hombre sentado ante el mar que alcanzar a ver todo lo que tenía ante sus ojos es más fácil que reconocerse a si mismo. El hombre sentado ante el mar sabía muy bien lo que se decía. Imaginar todo aquel horizonte lejano, comprenderlo, es muy fácil, se decía, pues siempre podrás conseguir ayuda de alguien para lograrlo. En cambio ¿quién puede hablarte de ti?

Sabemos del árbol comiendo su fruto siempre intacto, verde o maduro, constante en su sabor; las raíces de la tierra lo uniforman. Sabemos del inmenso mar, de su volumen constante que sazona la vida del hombre en la tierra.

En cambio, el hombre sentado ante el mar, sabía que era él, el gran desconocido, porque en su navegar por las aguas de la tierra unos le ven como goleta, otros como galeón y los más como un velero a la deriva. Y si acaso necesita preguntar cómo es, tendrá diferentes respuestas, nadie verá en él un mismo fruto sazonado con el mismo punto de sal.

Octubre 2006-10-28




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