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05 septiembre 2008

LA MINISTRA DE IGUALDAD

Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, dice el axioma, que por lo visto no tiene en cuenta el mundo emperifollado en el que nos encontramos donde el afán de distingo por un mejor status, sacia el telón de nuestra vanidad.

Para poner orden a tanto despropósito hasta tenemos un Ministerio de Igualdad, cuyo norte y guía es el de cuidar -con el celo y buen cuidado propio de una mujer que es quien lo rige- que en la casa nuestra seamos cada vez más iguales, sobre todo en nuestros derechos, encaminado a lograr un estado del bienestar próximo a un mundo feliz, y atento siempre a que en los dos lados de la ecuación sus incógnitas sean cada vez más semejas.

Sin embargo, cual panfleto publicitario convertido en el almíbar que trata de endulzarnos la sangre y ajena al peligro que el mismo entraña, desde el Ministerio de Igualdad, su ministra Bibiana Aído, con nombre de actriz de comedia, nos lanza la idea de un nuevo proyecto de “ley del aborto”, auspiciado fundamentalmente, en que no pueden haber diferencias entre unas autonomías y otras. ¡Acabáramos! ¿Tan necesarias alforjas para este viaje?

¿Desde cuándo se ha planteado que todas las autonomías sean iguales en derechos? El engendro en el constitucional de 1978 de unas inexistentes comunidades históricas con más derechos que las otras -invento que hasta ha llegado a convencer de su veracidad a quienes lo parieron, ufanos entonces de que el aborto era un crimen- se ha venido utilizando por unos y por otros como mercancía de cambio y fines de gobierno –por no hablar de lodos de sangre- a cuya desvergüenza, la mayoría silenciosa asiste tan atónita como ya acostumbrada, y con el único remedio de seguir muda en sus silencios.

Dicen los necesitados del engendro, que las autonomías que más producen y que por ello son las que más entregan al erario público, son los que más tienen que recibir, silenciando, que su privilegiada situación es fruto del mejor trato que siempre recibieron de todos los gobiernos de turno, en perjuicio de otras regiones olvidadas y de cuya falta de servicios aún quieren más distanciarse los favorecidos de siempre, los del engendro constitucional.

Igualdad, que junto a la fraternidad y la solidaridad son palabrejas castellanas en las que los traductores de euskera y catalán se atascan, atrofiados por una mezquindad que según Zapatero es inexistente.

Bibiana Aído pues, lo tiene crudo. Y ella, tan guapa, aparece ante las cámaras para decirnos que con la nueva “ley del aborto” seremos todos más iguales, los unos a los otros.

Quizá, la ministra, piense que nuestro bienestar irá en aumento, solucionando un asunto que por lo visto y según sus datos, igual ocupa una de las primeras urgencias del sufrido pueblo español, y que superado, la fiel de la balanza dejará de inclinarse hacía alguno de sus lados. Donde podamos todos bañarnos en un mar tranquilo y apacible.

Algo no encaja. Más parece otra de las formas que nos tiene acostumbrado nuestro Presidente de Gobierno tan aficionado a tensionarnos, mientras en su constante cirugía por los entresijos de la Moncloa procura no se le note la crecida de su nariz, amparada bajo unas cejas de aspecto circunflejo de cuya semejanza satánica Dios coja confesados a sus creyentes, o protegidos de un buen riñón a quienes su condición agnóstica se lo impide.

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