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25 octubre 2008

LA HABITACIÓN DEL PÁNICO

Recuerdo en una brillante interpretación a Jodie Foster en la que casada con un magnate neoyorkino goza de una lujosa vivienda en la que instala su dueño una habitación vestida de bunker donde protegerse de las amenazas de cualquier intruso que ose entrar en la morada con fines devastadores. Pero la que estaba llamada a ser “caja de seguridad”, auspiciada desde el convencimiento más interesado, se convirtió una vez iniciada la presumida trama del film, en “La habitación del pánico”. La película resultó espectacular, y al menos, con la satisfacción del aficionado al cine que salía entretenido de la sala, gracias especialmente, a la buena interpretación de su protagonista, lo que es habitual en toda su amplia cinematografía.

Y lo que estaba llamado a ser estado de buena salud, del glamor de la Champion League, de la posición privilegiada, del ejemplo donde mirarse y de la envidia internacional, sus ventanas se han abierto de par en par y el pánico se ha desparramado. Ha trascendido a la ciudad entera, brotando a borbotones e incapaz el Gobierno de recurrir al más eficaz torniquete que lo detenga, al menos por un instante. Solbes nos dice ahora, que nos vienen tiempos muy duros. Si quieres evitar el pánico: ¡toma dos tazas amigo! Mientras, sentados incómodamente en los últimos lugares de la sala continental, asistimos a la proyección del “Pánico nacional” instalado no a golpe de calcetín, sino desde la aceleración más acelerada, forma en la que Zapatero supo de Economía en un curso de quince días, a él ofrecido ante las orejas atentas de un micrófono abierto.

En plena campaña electoral nos mintió a todos con promesas de tiempos de bonanza. No afrontó la crisis, al tiempo que la negaba; no tomó ninguna medida, y sólo utilizó el recurso de promesas electorales con la intención de ganar el voto que le mantuviera en el poder. Y ahora, cuando empieza a tomarlas e instalados todos con el “pánico” a flor de calle, la inutilidad del torniquete que lo contenga es bien patente, y de su sangría: las líneas de su horizonte ya nadie las conoce.

Pero no es la primera vez que ha recurrido al beneficio de sus mentiras y de sus artimañas. En su anterior legislatura fomentó, sin aportar ni una sola prueba, la creencia de que el 11-M era consecuencia de la guerra de Irak, utilizando los Servicios Españoles de Radiodifusión en jornada maratoniana de setenta y dos horas a “la previa”, cuyo lacayo más servicial, al frente de ella, se inventó la existencia de un falso kamikaze. Dijo después Zapatero que no negociaría con ETA mientras no abandonase las armas. Y consiguió enfrentar a los españoles con el único interés de lograr el rio revuelto.

-“Dentro de un año estaremos mejor”- nos dijo el día antes, convencido de su “As en la manga”. Son las cosas de Zapatero: el hombre, que de la mentira, ha hecho su mejor forma de Gobierno.

Vendiendo humo, mostró su liderazgo al frente de una Alianza de Civilizaciones que sólo ha servido para el despilfarro económico de un amplio presupuesto justo en la última campaña lectoral, y sin conocimiento alguno de su utilidad. Y cuya siguiente convocatoria, como parte del guión y hoja de ruta establecidos, será días antes de las próximas elecciones.

Y para su decidida y manifiesta vocación a tensionar a la sociedad, interesado como está en ello, Baltasar Garzón le hace el juego, como otrora lo hiciera uno de sus lacayos, el llamado Gabilondo. Un juez, que por lo visto, para su juicio y veredicto busca culpables, por lo que necesita tener conocimiento de la muerte de un presunto culpable que todos sabemos que está muerto, pero que, sin embargo, no se interesa por otro presunto culpable que todos sabemos está vivo: cínica marca de la casa y habitual forma de actuar en quienes presumen de aquello que más debieran callarse.

Zapatero se ha convertido pues en un auténtico peligro nacional, que seguramente no será el número uno, pero que sin embargo sonríe indecorosamente ante las cámaras en cualquier ocasión que se le presente, tal y como lo hiciera en su día sentado al paso de una bandera (no sonriendo pero sí indecoroso) con la única supuesta disculpa de ignorar –o la no tan supuesta de conseguir votos siendo capaz de buscarlos a cualquier precio- la diferencia existente entre la persona que la representa (con dignidad a veces y otras sin ella) y el propio símbolo siempre digno de una nación; y por cuyo desplante se ha visto repetidas veces ignorado. Concepto el de nación, por otra parte, y por lo que le atañe como Jefe de Gobierno, tampoco tiene nada claro en qué consiste.

Instalados pues en la incertidumbre, la habitación del pánico tiene forma de piel de toro. Cierto es que la crisis es internacional, pero también es cierto que el acorazado tantas veces prometido es puro humo electoral en el que ya nadie confía. Ni siquiera los económicamente débiles, en Zapatero esperanzados, interesados por saber dónde están los cuatrocientos euros prometidos, cuya cuantía no es que fuera una especie de “caja de seguridad”, pero que como un alivio se los ofreció y ha sido uno más de sus engaños.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien Julio. La descripción fabulosa. Buscar el simil de la habitación del pánico perfecto. Dificilmente se encuentre otro que lo supere. Solo un matiz, ya estoy harto de leer en los medios que Zapatero no se levantó ante el paso de la bandera americana. El caso es más grave porque lo que hizo fué sentarse.
Iván

Incongruente dijo...

Amigo Julio, cuanto me alegro que aun te queden fuerzas para combatir, a nuestro estilo claro, al mayor enemigo público que jamás haya podido tener nuestra querida España. Yo ya las perdí, hasta tal extremo que hasta dejé a un lado mi carné político abatido por al impotencia y enrojecido por la vergüenza.
Pero no me hundió él, este insufrible y patético representante de la incompetencia, sino los millones de oídos sordos y ciegos ojos, compatriotas míos que anteponen su egoísta pero merecido derecho a decidir quien debe ocupar el puesto de representante de esta nación, ESPAÑA con las mayores mayúsculas posibles, a las verdaderas necesidades de la sociedad que la sostiene. Nunca negaré el Socialismo, pero siempre negaré su ceguera.
Por cierto, Julio, después de mi arenga, que espero no te haya molestado, me gustaría que me explicases cómo puedes seguir "añadiendo entradas" en tu blog, porque a mi ya no me aparece la pestaña de "AÑADIR ENTRADA". Algo debí torcer o estropear. Un abrazo y te seguiré leyendo.