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10 octubre 2008

TORDESILLAS Y SU TRATADO

29/09/2008
Tordesillas está abrazada por un caudaloso rio Duero que de él se amamanta, ofreciendo a las visitantes bellas panorámicas con multitud de ángulos donde conseguir la mejor foto. Su glorieta frente al Duero es una balconada desde la que se goza viendo el paso tranquilo de sus aguas en un amplio horizonte barnizado de ricos pinares. Ciudad menos monumental que Medina pero no por ello menos importante, gracias al ser la ciudad donde se firmó el famoso Tratado que lleva su nombre, auspiciado por el Papa Alejandro VI, y que dividió al mundo como tierras de conquista. El Tratado fue ratificado después por los Reyes Católicos en la Casa de los Sexmos de la vecina ciudad de Arévalo.

Fue en Tordesillas donde pasó gran parte de su reinado Juan la Loca, inhabilitada para tal fin. Durante estos 46 años, reyes, emperadores y príncipes fueron a visitarla, pues nunca perdió su condición de Reina de España pese a su estado de salud constantemente puesto en entredicho.

Fue una pena que por obras de su rehabilitación no pudiéramos visitar el Museo del Tratado, pero sí gozamos con la visita guiada al Real Monasterio de San Clara perteneciente al Patrimonio Nacional y de visita obligada. Monasterio mudéjar del siglo XIV es considerado como uno de los mejores de Castilla y León. En él estuvo enterrada la reina Juana hasta su traslado a Granada donde reposa junto a sus padres.

Visitamos la Plaza Mayor, pequeña, pero que responde a las más puras esencias de las plazas castellanas con soportales austeros con columnas de piedras y balcones corridos, donde cumplimos con la hora del aperitivo gozando de un sol estupendo sentados en la plaza y contemplándola con deleite. Tuvimos ocasión de conocer la tienda de Carlos Adeva, un licenciado en Bellas Artes y experto en pintura medieval que se abre camino con nuevas exposiciones no sólo en España, sino con proyección internacional. Ilusionado como está en su gran proyecto de construcción de una Academia de Arte en la misma Plaza de Tordesillas.

Comimos en el Restaurante el Torreón donde para una carne, generosa de sabor, braseada con cariño, Jeremías de Lozar, nos aconsejó “el vino de la casa”: un tinto excelente seleccionado con el amor que él imprime en sus cosas y que tanto debieran imitar los que como “vino de la casa” lo ofrecen a sus clientes con el menor de los cuidados.

Pasamos la tarde en el Parador, gozando de sus instalaciones y descansando con vistas al día siguiente rumbo a Ribadeo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un relato muy literario D. Julio,muchas gracias por mentarme.Saludos desde este rincón de la plaza. Carlos Adeva