¡Nos merecemos un gobierno que no nos mienta! O algo así.
¿Recuerdan? La frase surgió de los labios de Pérez Rubalcaba allá por el año 2004. Era en el mismo instante que había tramado una mentira que llevaría al PSOE a gobernar, sin tener prueba alguna de una responsabilidad que tuvieron la insidia de atribuir al Partido Popular a quien querían apartar del Gobierno.
Han pasado ya siete largos años y tengo recopiladas más de medio centenar de mentiras de largo alcance que, con Zapatero al mando, han salido de los labios tanto de él mismo como de diferentes miembros de su gabinete, y que todos los españoles, llenos de bochorno, conocemos; lo que hace innecesaria su publicación con el consiguiente ahorro de espacio.
Siete largos años de mentiras son muchos años. Y muchas las falsedades que no han tenido ningún reparo en lanzar a la opinión pública que, acostumbrada a ello, han entrado a formar parte de la sociedad española como algo normal y que por venir de donde vienen a nadie extraña, salvo a los complacidos a su engranaje.
Si uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios, así al menos lo ha entendido el propio Rubalcaba cuando ha sido de su interés. Y su constante actitud a negarse a contestar en el Congreso de los Diputados a la llamada “Operación Faisán” incumpliendo en su obligación de responder a las preguntas de la oposición, viene ocasionada, toda vez que si respondiera con la verdad y sobre todo por la importancia de la acusación, su presentación de dimisión debería ser de inmediato.
En los últimos meses la acumulación de trabajo en sus manos tiene sus peligros. Se puede dominar una parte del entramado judicial que es a lo que le ha dedicado gran parte de su tiempo, utilizando la eficaz colaboración de cuantos policías y jueces ha necesitado y que no ha tenido reparos en brindarles sus servicios.
Pero demasiados frentes a los que dirigirse; ello supone un riesgo: no todo se puede coordinar con la suficiente destreza. El crimen perfecto no existe, pues cuando se sabe de él, se convierte en crimen y deja de ser perfecto.
La “Operación Faisán” no es un caso cerrado y que tras pretenderlo, se le ha ido de las manos.
La Audiencia Nacional insta a declarar a personas relevantes de la Unidad Central de Inteligencia. El cerco sobre el Ministerio del Interior se estrecha.
Pronto veremos a nuevos Veras y Barrionuevos sentados en el banquillo para responder de sus vilezas, salvo que el cubil corrupto que permanece dentro del entramado judicial le lance un cable camino a buen puerto.
Pero… el cartero siempre llama dos veces.
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