Una periodista le preguntaba a Rodríguez Zapatero en su entrada al Congreso de los Diputados si le preocupaba cómo se estaban desarrollando los acontecimientos del 15-M. Como repuesta inmediata, rauda y veloz, le contestó con un rotundo y contundente ¡No!.
Eso sí, con sus mofletes hinchados, seguro de si mismo, sonriente y sin ningún tipo de preocupación.
¿Cómo le iba a preocupar a quien ha mostrado su enorme interés en la existencia de un enfrentamiento con mucha tensión, mucha, mucha tensión dentro de la sociedad española?
Ya lo había advertido la semana anterior a las elecciones de que algo muy fuerte iba a suceder en las calles de España.
¿Cómo le iba a sorprender tal deriva?
De lo que no tenía duda alguna era de la hecatombe electoral que se cernía sobre su propio partido, al que la sociedad española le ha dado la espalda desde un extremo a otro de nuestra piel de toro.
¡Si lo sabría él!
¿Cómo iba a preocuparle un movimiento que si en algo podía beneficiarle era en cambiar la intención del voto que sabía en su contra?
En definitiva, el 15-M no es más que el producto de sus años de mal Gobierno al que una sociedad mayoritaria indignada por sus mentiras y pertinaz hostilidad sobre los más débiles, se le ha sumado el grupo minoritario de los “indignados” formado por un totum revolutum que se ha desacreditado al introducirse movimientos de toda guisa y condición: unos con fines muy concretos de desprestigio hacia quienes sabían iban a salir triunfantes en la elecciones cuyo resultado democrático jamás aceptaran por rotunda que sea su absoluta mayoría, (tal y como se ha demostrado en nuestra ciudad) otros buscando sus momentos de gloria y otros decididos a la confrontación callejera sobre un campo de batalla que por dominarlo a la perfección, han utilizado cuantas veces les ha venido en gana.
Un movimiento que va unido a las decisiones de Zapatero cuyo mayor peligro está en su continuidad como Presidente por sus últimos e imprevisibles ramalazos propios del felino acorralado, tanto en cuento siga anclado al poder que tantas veces ha utilizado para crear un clima de crispación que pasará a la historia como la mayor de sus hazañas.
Gestos anunciados en su día con un nuevo talante cuyo significado hemos ido descubriendo cachito a cachito en sus siete años de gobierno, rubricados en su inicio con la mención de su abuelo, y que a la postre no era más que la advertencia de que el regreso a los enfrentamientos de los años treinta iba a ser su principal intención; a lo que se ha dedicado con tan pulcra como mezquina actitud.
De sus barros, estos lodos.
5 comentarios:
Veo que la mayoría de los ciudadanos estamos dolidos con nuestro gobierno; será que magicamente se olvidan de lo que es ser pueblo al sentarse en la silla de mandato? Qué triste ver todo esto. Ojalá algún día tengamos gobernantes con mayor dignidad y sensibilidad. Un abrazo fuerte Julio. Se te extraña.
Eyra
Hola Eyra:
Agradezco tu visita. Yo también echo de menos tus trabajos, tu imaginación desbordante y el disfrute de tu sincera amistad.
Algún día iniciamos de nuevo otro PV.
Recibe todo mi afecto personal.
Un beso.
Te he etiquetado en varios nuevos escritos que tengo, pero veo que no has entrado al face, qué te parece si los subo a alguno de mis blogs y te los comparto, extraño tus opiniones :)
Eyra, me parece estupendo, aunque tú estás más al día que yo en todas estas nuevas aplicaciones.
Ya me pondrás al día.
Listo, http://paginas-y-cuervos.blogspot.com/ cuando tengas tiempo. Besos.
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