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08 diciembre 2008

JUAN TARDA, LA RAZÓN DE UN IMBÉCIL

Dentro de cualquier imbécil -alelado y falto de razón, según el DRAL- se puede esconder la más profunda de la ignorancia. Sin embargo, en ocasiones , sucede que por el destile de un más que cierto absceso propio de una mente enferma, cuya única razón se esgrime en el intento más bajuno de dar de comer a quienes acuden voz en grito al pesebre que les alimenta, la ignorancia surge y se presenta mostrando su lado más infame, su primate salvaje.

Juan Tarda, el Diputado español que cobra de nuestros impuestos - condición a la que voluntariamente se ha presentado- en su soflama incendiaria de ¡Muera el Borbón! no lo hace como fruto de un (des)conocimiento de la historia de la que se sirve después de adulterarla e inventarla a su modo. Ni siquiera llega a tal exabrupto, harto de vino, con un elevado índice de alcoholemia, después de la asistencia a un botellón de aguardiente rancio y peleón que le hubiera servido como gasolina en un acto reivindicativo de la propiedad ajena, cuyo delirio, en este caso, sería su mejor coartada.

Tampoco, el psicópata Diputado, llega al culmen de su paranoia como consecuencia de uno más de sus habituales desvaríos, de cuyas sensaciones orgásmicas goza con prontitud, por mucho que su eyaculación precoz producto de su promiscuidad insaciable no le de el goce de un acto sexual tranquilo, relajado y pleno de satisfacción.

Tampoco la arenga de Juan Tarda ha sido la propia del valeroso y noble líder que voz en alto y a pecho descubierto está dispuesto a la contienda, incluso a dar su vida si ello fuera necesario luchando contra la injusticia, o por la obtención de un noble ideal que pudiera llenarle de orgullo con la grandeza de la mano tendida y la ausencia de odio.

Quizá su pelo largo y acaracolado sea el culpable de la ausencia de una adecuada ventilación a su hipocampo, al que con seguridad sustituye el bosque de sus cabellos convertido en masa cerebral, en este caso al exterior y por lo tanto victima de la intemperie, lo que seguramente es la razón de osadía semejante, de la que, no obstante, algún fiscal tendría que salirle al paso.

Tanto su condición de aforado, o su pelo rizado, como germen de ensayos de pobre calado, puedan servirle como defensa a su desatino, pero su soflama incendiaria de ecos bélicos, ese tirar la piedra y esconder la mano, tan necesitada como la tiene para cobrar todos los meses de las Cortes Españolas, más parece el pozal lleno de salvado y algo de bellota de escasa calidad dispuesto a verterlo para los que a él acuden.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te asiste toda la razón. Este aspirante a extranjero vive en una cloaca.
Iván

Mª Dolores dijo...

Pienso, que los políticos, la mayoría de ellos poco preparados para los cargos que les asignan, en el fervor de los actos públicos, sueltan algunas perlas que lejos de beneficiarles denotan incapacidad para transmitir mensajes convincentes y de buen gusto.

Un abrazo