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05 mayo 2009

SOLIMÁN EL MAGNÍFICO

Solimán

Por fin iba a cumplir con mi más ferviente deseo de visitar Estambul, ciudad que casada con dos continentes se enfrenta al Bósforo y con la duda de si pertenece a uno u otro mundo. Cuando supe por vez primera de su hechizo, fue gracias a un documental de las Dos, aún no cumplidos mis dieciocho años. Fue en una tarde septembrina en la que Toni -del que estaba muy enamorada- en víspera de un examen, tuvo que renunciar a compartir aquella tarde en mi casa, dedicado a su estudio como estaba. Encuentros que repetíamos cada vez que mis padres huían a su apartamento en la playa, y no por razones previas a un examen.

Así fue, cómo, sola en casa, descubrí la ciudad de Estambul de la que de inmediato me entusiasmé viendo en la pantalla a Santa Sofía, al orgullo escondido en su mezquita de Solimán, a un Obelisco pinchando el cielo, a los tesoros del Palacio de Topkapi y el esplendor del Dolmabahce bañado por las aguas del Bósforo.

Después de un año observando Estambul y fijando mis rutas favoritas por la ciudad, gracias a Internet, un euro fue la llave que me abrió el camino rumbo a su encuentro, al salir premiado un boleto de la Primitiva compartido con Toni con un importe de tres mil doscientos cuarenta y ocho euros. Nada más cobrarlos, acudí -pues en mi bolso se guardaba el boleto- a una Agencia de Viajes comprando los billetes para un viaje de seis noches con los que sorprender a Toni, quizá insuficientes para ver los sitios soñados, pero sí al menos los imprescindibles para cumplir mi deseo de ya más de doce meses.

-Toni, ¡mira, mira lo que he comprado!

-¿Estambul? – ¿Y qué hacemos tú y yo en una ciudad tan lejos, llena de gente extraña y con un idioma que no conocemos? Ni hablar, ¡No cuentes conmigo!

-¿Pero Toni, qué dices? Llevo un año hablándote de lo mucho que me gustaría disfrutar de Estambul sin mostrar recelo alguno por tu parte, y ahora, ahora que podemos, ¿me sales con estas?

-Loli, -me contestó enérgico - no cuentes conmigo, si quieres, ¡ve tu sola!

-¿Sola?, ¡Seré tu Solimán! ¡Recuerdas!. Seré tu Solimán, me decías la otra tarde mientras me hacías el amor. Y yo, imbécil, imbécil de mí, alentándote con un mar de besos en tu esfuerzo:

-Sí, sí, eres ¡el magnífico!, te contestaba. ¿Cómo puedes hacerme esto ahora?

No voy a contarles todo lo que discutimos por culpa de Estambul, ni voy a manchar mi diario en sus detalles del corte más pueril, así que sólo les diré que de inmediato regresé a la Agencia, devolví un billete, me entregaron su importe restando una pequeña penalización y le di a Toni sus mil seiscientos veinticuatro euros.

Y de inmediato, hechas mi maleta, marché sola a Estambul.

Por tres veces recorrí el Bósforo en una pequeña embarcación viendo sus casas en la orilla del mar entre palacios de ensueño, navegando y acercándonos a una y otra costa salvando las grandes naves que avanzaban portentosas, así como escuchando el ruido de las sirenas de los barcos que rivalizaban entre ellos con mayor o menor estruendo.

Recorrí el Gran Bazar gastando mis ahorros; me embriagué en el Mercado de las Especias, bañándome en sus aromas; subí a Torre Galata, contemplando sus incontables minaretes como una tarta de mil velas; disfruté con la belleza de los tesoros de Topkapi; me situé entre la Mezquita Azul y el museo de Santa Sofía, ambos enfrentados con un jardín en medio: era como cuando en la mitad del Bósforo veía dos continentes dispares de culturas diferentes; y me extasié visitándolos. Y me pareció ver a Solimán en lo alto de su mezquita sin preguntarme por Toni al que tenía olvidado desde el momento de mi llegada, absorta en la antigua Bizancio rememorando su historia.

Me perdí por sus calles entre un mar de gentes en torno a la modernidad de Taxim, mas pude cruzar el puente que me separaba de Asia. Y con ello, pisarla.

Así fue cómo cumplí mi deseo de conocer una ciudad que me fascinó desde el primer día, descubierta en una tarde sola en casa y viendo la tele.

Y por supuesto gracias a la suerte de un euro. La que me permitió conocer a tan enigmática ciudad y al mismo tiempo seguir el consejo de Solimán: olvidarme de Toni.

(“Solimán” es un relato que ha participado en el 45º Proyecto Anthology. Tema: DIARIO DE UN VIAJE)

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