Pintan bastos en la calle de Blanquerías, y el eco del “sálvese quien pueda” rezuma en el interior de sus paredes cuyas rendijas tratan de taponar para que no trascienda a la calle ante el estupor de sus seguidores cuya única confianza reside en la aceptación del engaño al que están sometidos, tanto en cuanto de él se complacen como única tabla a la que aferrarse, pero a sabiendas que la olla a presión en el interior de la sede hará saltar por los aires al “torpemente restaurado” edificio junto al portal de Serranos.
Próximas las elecciones municipales y autonómicas y tras una legislatura en la que en su totalidad han dado la espalda a las auténticas necesidades del pueblo valenciano, el saber que van a recoger lo que han sembrado les está produciendo tan gran escozor en sus esencias que el único recurso que les queda es el de mantener el ejercicio de la mentira al que se han abocado en los últimos cuatro años.
Fieles a la impronta de Zapatero, no han tenido ningún decoro incluso en superarle; cuestión difícil por otra parte. Tal es el caso de Ángel Luna, hombre avezado en las corruptelas cuando ejerció su poder municipal y que a su término obtuvo buen provecho, no ha procurado en toda la legislatura más que mostrar en el atril parlamentario el mejor de los retratos de sí mismo.
En su meditada metáfora de considerarse libre de pecado, dio a conocer el alcance de su osadía que luego se ha visto corroborada ante el juez mintiendo de forma descarada en el plazo de muy pocos días (entre múltiples contradicciones) para llegar al colmo de la desvergüenza política y personal, tanto en la hora de asegurar su ignorancia de cómo llegó a sus sucias manos un informe judicial, como al manifestarle al mismo juez que no sabe dónde se encuentra en la actualidad el expediente hábilmente diseñado por Rubalcaba desde la catacumba judicial, que de forma sibilina éste dirige. Ignoro si Ángel Luna juró o prometió decir la verdad ante el juez, pero que el honor a su persona le importa un bledo, no me alberga duda alguna.
Un hombre que se ha dedicado al ejercicio de la calumnia, de la artimaña, de la deslealtad a su cargo, incluso al desprestigio de su propio partido, si es que éste algún día lo tuvo, es el más claro exponente del talante que pulula en Blanquerías. Grupo político que al igual que atenta contra la honorabilidad del adversario político, lo hace desde la mentira -cual envite de truhanes del que son siniestros- por boca de Alarte quien acusa a Antonio Asunción de venderse al Partido Popular, percatado aquel del desastre electoral que se le avecina y como una muestra más del talante calumniador al que son habituales los socialistas valencianos.
Todo un clásico. La habitual forma de ejercer la política del PSOE que alimentado de insidias, pocas veces recurrió a la dignidad.
Y eso que el “curita de Alacuás”, tuvo la ocurrencia una día de intentar cambiar los modos y formas del partido socialista valenciano; empeño, que por cierto, le duró unas pocas horas y de lo que siempre se arrepentirá.
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