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22 octubre 2012

¿ELECCIONES VASCAS?

ELECCIONES VASCAS

Celebradas las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco, conocidos sus resultados, tirios y troyanos se disponen para hacer todo tipo de lectura según les convenga y de acuerdo con el medio del que cobran cuyos titulares no son otros que aquellos que tanto satisface a sus lectores y oyentes. Lectores y oyente más interesados en deleitarse en su adoctrinamiento, que ávidos por una información veraz ajena a todo tipo de manipulación, que ojala lo fuera.

Elecciones autonómicas que en nada se asemejan, pues los conceptos democráticos que en ellas han imperado están en sus antípodas, tanto en cuanto los fines que se persiguen en nada se asemejan, por lo que tildar las vascas como de elecciones al uso, es un gran dislate con tintes de herejía.

La corrupción política se dilucida en las urnas y el pueblo soberano es quien en últimas instancia hace valer su voz. Pero cuando la vida política anda por otros senderos, la democracia desaparece, el resultado de las urnas nace en el adoctrinamiento y el vacío mental del votante y en su inconsciencia, inclina el plato de la balanza con marcial cabezazo; más por su peso, que como consecuencia de una masa cultural en este caso ausente.

¿Eran democráticas unas elecciones que perseguían la pureza de la raza aria?

¿Era una “democracia orgánica” aquella que inducía a “una unidad de destino en lo universal”?

Las elecciones vascas, en absoluto pueden considerarse democráticas porque son el fruto de unas últimas décadas instadas al adoctrinamiento en las aulas basado en el recurso tan conocido de repetir cuantas veces haga falta una mentira para convertirla en verdad; en el obsequio del almíbar del odio y del rencor hacia su España de siempre, transmutando al ciudadano en súbdito a merced de unos desaprensivos untados hasta las cejas por el uso de las bombas y el tiro en la nuca. Aunque de palomas blancas se vistan.

Y si a todo ello unimos la acción de un Tribunal Constitucional, traidor de la institución que representa y que en su defensa más le valiera trabajar, el pedigrí democrático de las elecciones vascas estalla en mil pedazos, cual metralla a cuyo recurso tantas veces se ha utilizado.

¡Qué no! Qué cuando se persigue la prepotencia de una raza, por otra parte inexistente, ni se puede presumir de demócratas, ni de soberanía, ni del triunfo de la razón, ni de gaita alguna.

Antes que con Sabino Arana, me quedo con Baroja, con Unamuno, con Maeztu, sin olvidarme de Fernando Savater. Por supuesto.

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