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04 octubre 2012

¿ESPAÑA FEDERAL O CANTONAL?

españa federal

Las modas son como las olas que van y vienen pero siempre están ahí, pues de ellas se vive. Y con mayor o menor éxito, con mayor fuerza, pero que luego desparecen para quedarse en la nada en su potencial descanso.

Se habla del estado federal como llenándose la boca de cierto estatus cultural, que más bien se corresponde con el de la ligereza, fruto de la ignorancia, cuando no del cerrilismo. El bastión del lerdo cual moda actual.

¿España federal? ¿Se sabrá de lo que se habla para resolver un problema inexistente?

Ni lo demanda la sociedad, es decir el pueblo, la ciudadanía, ni existe motivo alguno para tal quebradero de cabeza que medio sabiendo cómo se iniciaría, ni quien sustenta tal falacia sabe de su final. Lo ignora en su más profundo oscurantismo. Que tomen nota de los del 36: de aquellos de pañoleta roja. O de la “España Cantonal”, la del mamporro y tente tieso.

¡Cuánto mentecato, pardiez!

Si existe la ley de la gravedad y la certeza de que el sol calienta, poner en evidencias tan indiscutibles presencias, es una tomadura de pelo para quienes escuchan estas banalidades por muy dispuestos que estén a tomar en consideración tan enajenantes propuestas.

Son las naciones soberanas las que libremente desean unirse hacia un “estado federal” y es fácil comprender, sin grandes quebraderos de cabeza, que si se lleva a cabo la desmembración de una granada, de su restauración, lo fuera como fuere, jamás se lograría en aras a la eficacia. Sólo los livianos con la gomina de la estupidez pueden pensar al menos en su vuelta a la consistencia.

Desmembrar para unirse suena más a motor renqueante destinado a su desguace por los siglos de los siglos y de la mano de quienes desean ir contra la historia de la que no tiene ni pajolera idea.

Más parece la obcecación por el logro del juguete roto hijo de la soberbia: el que se presenta como brazo irredento ejecutor y al mismo tiempo salvador de una patria en la que no cree, pero que por las siglas de su partido se dedica a traicionar.

¿Su ejemplo? Ahí está Rubalcaba: el Robespierre primero como vigilante sobre la cofia, escuchando y viendo todo; exigiendo ahora lo que hay que hacer, que no fue lo que hizo cuando tuvo obligación de hacerlo.

Un desaguisado mental que bien pudiera llamarse “sumidero federal” por el despropósito que alberga.

Y todo al arrimo de quien prefiere su nombre de pila, Alfredo, quien prefiere ir al hilo con cuatro desvergonzados nacionalistas que piensan en apartarse de la política con un espléndido sueldo vitalicio hasta el fin de sus días.

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