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03 mayo 2008

ESCANER DE URGENCIA



La ciencia, gracias a la investigación cada vez más avanzada y con la ayuda de sofisticados aparatos provistos de extremidades que se proyectan sobre nuestro cuerpo, consigue ver todo lo maligno y tumoral que tenemos dentro. Son como los tentáculos de un pulpo que se estiran por nuestra caverna y allí donde llegan y encuentran algo extraño, imprimen en su memoria las zonas dañadas y reportan al exterior en lenguaje diagramático un informe de nuestras dolencias.

La cirugía, como el mejor adelantado en beneficio de nuestra salud, corta por lo sano y es capaz de resolver nuestros problemas cada vez con mejor resultado. Y cual revisión de ITV, repone las piezas necesarias y nos faculta aptos hasta la próxima ocasión que todos esperamos no llegue nunca.

Sin embargo, la amenaza de muerte sobre un joven de 29 años, instalada en el cadalso de un tumor de quince kilos que le ha ido creciendo durante diez años en el interior de su cuerpo, alimentado de forma inconsciente, es un ejemplo de la desidia de quienes entienden su profesión como un simple pasatiempo.

En su dejadez, han llevado al martirio a quien en su vaivén por el corredor de la muerte sólo pedía auxilio, y se ha visto sometido en diferentes ocasiones a intervenciones que no eran más que salvoconductos temporales a la espera del definitivo, del que llegó a dejar de creer.

Afortunadamente, el túnel sombrío por el que transitaba ha llegado a su fin, gracias a la profesionalidad de un cirujano dedicado a honrar una profesión, que pese a algunos, está cada vez mejor dotada.

Lástima que los ojos endoscópicos que penetran en nuestro interior, no estén aún preparados para detectar la capacidad que nos invade contra nosotros mismos, dominando nuestra voluntad; para sumergirnos en el mar de la esclavitud de nuestras propias vanidades, eliminándolas; para limpiarnos de los estrechos pasadizos de la envidia; aligerar los recodos que reprimen nuestra ansia de vivir; o purgar los almacenes donde guardamos lo ruin que llevamos dentro, como si fueran los tesoros de una falsa personalidad.

Ni la ciencia, ni la cirugía, ni los aparatos más complejos, ni las mejores manos esterilizadas tienen la capacidad suficiente para encajar en las celdas del pensamiento humano el más bello y racional libro de viajes que nos ayude a transitar ajenos a la violencia y degradación que tanto nos asola, o conseguir, si acaso, erradicar el desprecio por la vida de los seres más allegados a los que tanto se les atormenta.

Mientras tanto, el ejemplo del doctor Don Pedro Cavadas, cirujano de la Clínica El Consuelo de Valencia, nos hace sentirnos mejor. Y con su genial aportación, restituye el mal que otros hacen.

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