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08 mayo 2008

OPERACIÓN TRIUNFO


Bajo los focos deslumbrantes de “Operación Triunfo”, una hornada de técnicos especializados en el diseño de nuevas estrellas encaminadas a poblar el firmamento del espectáculo, se afanan por el alcanzar el mejor logro en los bastidores de un quirófano, ora en grabación interna, ora en abierto a las ondas, y siempre en las horas de mayor audiencia.

El salto a la fama y sin red, tantas veces procurado por quienes tienen fe en sí mismos, es un acto consciente cuyo único peligro es el salto al vacío carente de cualquier liana donde cogerse, o del brazo de un amigo que tienda su mano convencido de una valía personal que desea darse a la luz, o ligados sólo por el afecto que les une.

Pero no sólo en la conciencia deseosa del triunfo está el secreto de su logro, ni siquiera en la pertinaz insistencia a las largas colas de casting que se ofrecen a diario por los encargados de mantener en vilo a los ansiosos de rotular sus nombres en el neón de las noches bohemias, o de estampar su cara en las caratulas de los anaqueles de cualquier centro comercial, o en mostrarse asiduos en los circuitos televisivos que nos invaden.

También el salto a la fama es posible desde la más absoluta ignorancia, sin ser preciso, incluso, acudir a la azulada ventanilla de los juegos de azar en busca del pozo acumulado merced al olvido de la diosa fortuna que no ha querido hacer acto de presencia en los últimos sorteos, quizá entregada al abrazo lascivo de algún dios bohemio y calavera.

En su más profunda tosquedad e incapaz de saber lo que hacía, Paloma, la más apacible vaquilla encargada de animar las fiestas de Montroy, y situada ante el umbral ofrecido de una confiada casa, inició la escalada hacía un destino anónimo a la altura de tres pisos, ignorando que tras el ascenso la caída es inminente. Al despeñarse por el “deslunado”, el salto a la fama le ha llegado a la vaca en ese mismo instante, ajena a todo guión, hueca de directrices y con el mérito de un sainete inesperado, pero con la mejor de las morcillas tan del agrado del genial Luis Sánchez Polak, Tip para quienes con él gozamos.

Paloma, la inocente vaquilla, ha alcanzado el salto a la fama restregando sus amplias grupas por un estrecho pasadizo para ella desconocido que le ha dado una alta cotización. Ya tiene pues, cubiertas todas las jornadas festivas del próximo verano con un largo bolo en el que, sin duda, será la estrella estival, pero ajena y en su más bondadosa ignorancia. Y sin saberlo ni pretenderlo: como una gran estrella que surge de la nada.

1 comentario:

Mª Dolores dijo...

Que divertido relato!!!
Sinceramente es mejor que llegue la fama sin buscarla, de forma natural por merito propio, ya que se recordará mucho más que los productos de papel creados para llenar espacios vacios de TV.
Saludos.