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13 enero 2009

¡AH, "ELS LLIURES PENSADORS"

Nada más y nada menos que la existencia de una Associació Valenciana d’Ateus i Lliurepensadors salta a la palestra, y en su euforia, se hace conocer por obra y gracia de una campaña publicitaria en la que sus asociados nos invitan a que fijemos nuestras miradas en los bus urbanos vía a la felicidad, al tiempo que nos incitan a despreocuparnos por la existencia de Dios, del que por lo visto deben tener malas noticias. Haciéndoles caso y una vez libres de la carga divina, el disfrute de la vida nos lo ofrecen garantizado.
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El merchandising éste, cual producto de baratillo, nos llega a la grupa de una corriente europea nacida en época no sólo de crisis económica, sino también y por lo visto de carácter intelectual. Fieles -y no libres- a la idea, los asociados valencianos se han sumado a la campaña con seguridad después de un debate de alto calado y pleno de reflexiones científicas, tal morcilla panfletaria.
Al hacerles caso y adquirido el producto, una vez liberados del látigo opresor, la seguridad de gozar de la vida nos resultará más fácil. Ahí es nada la oferta que nos brindan los intelectos valencianos, a cuya utilización de Dios recurren, al tiempo que nos sirve para saber de la presencia de tanto cretino.

Fue Voltaire quien dejó a la posteridad, “que de no existir un Dios, su creación era necesaria”; y por lo que vemos, cada vez es más cierta la predicción del gran ilustrado, cuyo mejor legado fue el del respeto al hombre y a su razón, al que ahora los indiferentes tratan de confundir.

Como si para pensar libremente fuera necesaria asociación alguna. O para ser ateo figurar en un registro con tufo de creencia doctrinaria que diera mayor consistencia a las ideas. Estamos en la moda de la credencial más estrafalaria, por cuya posesión, su titular se tumba a la bartola y contempla sobre su barriga el carnet de nuevo cuño, gozando de su admiración cual tarjeta de plástico alucinógena produciéndole mono.

Conseguida la “titulitis”, se ven en la obligación al reclutamiento, y nuevas campañas anticlericales brotan y pregonan su máximo punto de gloria, en la que el disfrute ante la vida no tiene ningún parangón. ¡Ah, el goce; ah, el disfrute!

Todo pues resultará muy fácil, sin que nos hubiéramos dado cuenta de ello: la felicidad “está al alcance de todos los españoles”, como tantas veces nos dijeron con musicales semejantes. Así pues, sólo nos hará falta fijarnos en las paradas del Bus, y allí, aborregados, sentir como la “libertad de discernimiento” luce sus mejores destellos tratando de llegar a nuestros ojos tal soflama publicitaria sin fecha de caducidad.

Nada mejor para pensar lúcidos, que ver pasar ante nuestros ojos los autobuses urbanos y saber de sus mensajes. He aquí la gran propuesta que nos ofrecen los asociados al libre pensamiento, cuya erudición no solo nos desborda, sino que nos acompleja. ¡Cuánta profundidad intelectual! ¡Cuánto rigor enciclopédico! Sus páginas rojas cual libro abierto, correrán por toda la ciudad ofrecidas a un público lector que se embriagará en su lectura. ¡Ahí es nada!

¡Ah,”els lliures pensadors”!

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