El pasado 22-M en unas elecciones municipales el pueblo español mostró de forma clara y rotunda, es decir, inequívoca, su manifiesta desafección por el partido de gobierno y al mismo tiempo por el político que lo preside, así como su inclinación en el voto a favor del Partido Popular, no sólo para encomendarle su ejercicio de gobierno en los municipios españoles, sino también en las Comunidades Autónomas donde se celebraron los comicios en las que su victoria fue abrumadora.
Sin duda alguna, la invitación a la disolución inmediata de las Cortes Generales y convocatoria de nuevas elecciones era más bien un mensaje implícito y explicito dejado sobre la mesa de la Moncloa que Rodríguez Zapatero rechazó de plano.
Seguro que por falta de su dignidad que no por su desconocimiento de la historia, a la sazón ante un hecho semejante de hace ochenta años, haciendo oídos sordos en esta ocasión al clamor de las urnas. Por lo que optó por mantenerse en el poder urdiendo una hoja de ruta que proclamaba como nuevo candidato a Presidente de Gobierno a un siniestro personaje sobre el que recaen las más desvergonzadas tramoyas del socialismo español de los últimos treinta años, tanto en cuanto ha utilizado para sus fines, tanto a las Fuerzas de Seguridad del Estado como al Poder Judicial. Por supuesto, en exclusivo beneficio de su propio partido, que no de los intereses generales de la Nación. Que quede bien claro esto, tan clarito como el agua pura y cristalina, aunque lo nieguen quienes beben de fuentes turbias a cuyo hedor tienen mono.
Sólo por el bien de los españoles y por la recuperación económica que ya nos evidencia, la culminación de la legislatura hasta su fin es lo que nos ha estado vendiendo ZP desde el pasado 22-M, ratificado a la postre por los primeras espadas del PSOE hasta apenas hace unos pocos días, como es el caso tanto del Ministro Jáuregui como en el de una diputada de colmillo retorcido apellidada Valenciano, que acusaban ambos de temeridad y de peligro nacional el adelanto electoral.
Sin embargo, y en propia boca de quien nos ha estado mintiendo en los ya largos últimos siete años, le hemos escuchado que el anuncio de su adelanto lo tenía decidido desde hacía tiempo, por lo que sus embustes e incertidumbres, siempre parejos, son una muestra más de su auténtico talante, por si duda alguna hubiere.
Imposibilitar en su anuncio que los próximos Presupuestos Generales sean confeccionados en el momento que corresponde, no habla en favor de quien se dice preocupado por la actual situación económica, sino más bien parece una frivolidad, una más de las muchas de quien nos va a seguir gobernando hasta finalizar el año. Y que de haberlo hecho en su momento y a demanda de la sociedad, la pérdida de todos estos meses no se hubiese llevado a cabo.
¿Será su última maldad? De seguro que no.
Mientras tanto, Rubalcaba, coincidiendo con Rajoy, nos anuncia su deseo de “que hay que cambiar muchas cosas” para una sociedad mejor.
¿De qué va éste hombre?
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