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04 agosto 2011

HILOS INCONEXOS

hilos inconexos

En la primera hora de la mañana, cuando el sol comienza a vislumbrarse en el horizonte y anuncia el alba, las ideas azotan nuestras mentes por una extraña razón de alcance indeterminado. Tras horas en duermevela, la agenda del día irá ocupando algún que otro ineludible compromiso que en ocasiones no afrontamos, lo que nos llena de zozobra al ver que en las próximas horas la ocasión para el aburrimiento estará servida. Es entonces cuando la sensación de lo inútil nos acompleja y el recurso a la añoranza de momentos más útiles se aproxima, lo que hace que nos situemos en un estado de insignificancia, cual última hoja del almanaque que yace estrujada en la bolsa de la basura.

Es en ocasiones cuando de manera automática nos surge de repente algo de color y de forma impredecibles, indefinido. No me pregunten de qué se trata, si acaso es una idea, si lo es o no inanimado, si representa alguna especie, porque de saberlo sabría entonces de su contorno, de su textura y si podría emitir algún tipo de sonido más o menos estridente.

El que sea invisible, no presupone que carezca de alma, pues a fe cierta que ésta también lo es. No nos consta de su existencia, pero si se encuentra en alguna parte, se nos ocurre sea de perfiles inescrutables, de imposible visualización; lo cual no certifica su ficción ni siquiera que carezca de la sensibilidad que por su divino espíritu merece.

Los libros nos hablan en miles de sus páginas de su presencia, lo que nos indica que sus autores algo saben de ella, o al menos que se imaginan de su provecho o de su conveniencia, incluso de su eternidad, que si no tienen fin, igual no tiene principio, siendo consustancial a la materia cuya energía ni se crea ni se destruye, por lo que sigue latente al servicio de quienes la demandan, adquiriendo en cada momento una especie de símbolos cuyo significado se supone a gusto de quienes la necesitan.

Hay quienes creen a pies juntillas en lo que dicen los libros, sin darse cuenta que de esta guisa cualquier salto encierra el peligro de dar con los huesos en el suelo, el que, afortunadamente, nos protegerá de nuestro derrumbe por el más abrupto de los precipicios.

Su aceptación, es decir la de su existencia, no es más que el paso firme que nos dará seguridad durante el día, a poco que mantengamos el equilibrio de nuestras acciones. Cosa imposible por nuestra parte toda vez que el mercado de valores está en bancarrota y a la sazón carente de alma. Ahí sí que no tenemos duda alguna, y los ritos paganos, siglos después tan en boga, se han adueñado de nuestros cuerpos que sólo adoran al vellocino de oro, pero en forma de mujer: la Diosa Primitiva; sin desmerecer al Dios Bonoloto que nos da igual provenga de la mitología griega o romana. Siempre serán bien recibidos por muy creyentes que seamos del Sumo Hacedor, a quien por cierto también se encomiendan, aunque sea con la boca chica, los que en Él no creen.

La agenda del día, llena de tachones, ha cumplido su misión y nada nos abruma más que ver la hoja en blanco del día siguiente. Demos gracias a que el papel carbón ha desaparecido, por lo que tendremos ocasión de imaginar nuevas tareas que presumo serán calcadas.

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