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09 agosto 2012

BLANCO Y DE NIEVE

blanco y de nieve

Hola, buenos días. Os cuento:

Todas las mañanas cuando me levanto mi primer deseo es el de asomarme a la ventana. A su través, veo el mar, allá a lo lejos, pero no creáis que me pierda en el aire como me sucede a ras del suelo, que aunque crea estar en lo cierto con frecuencia me siento aturdida. Y al mismo tiempo que observo la quietud de sus aguas, fijo la mirada en una nube de pájaros que como en muchos otros amaneceres pasan ante mis ojos.

Hoy me ha sorprendido ver entre ellos, que siempre son de un color entre negro y algo verdejo con tintes amarillentos, uno que destacaba porque era de un blanco níveo, límpido como la mañana. Un blanco que lanzaba destellos que le hacían brillar entre los demás. Me pareció algo sorprendente, porque nunca había visto uno igual, salvo que fuera una paloma o una gaviota de esas que planean sobre el mar.

Aquel pajarillo blanco lucía cual copo de nieve caído sobre un pañuelo de seda de vivos colores, mientras que pincelaba el limpio azul que el amanecer me ofrecía. Le fijé mis ojos y seguí su vuelo veloz que parecía huir de mí. Pero como si supiera de mi mirada y en aquel mismo instante, giró su vuelo. De inmediato me dije que sí, que vendría hacia mí. Qué tonta soy, pensé a mis once años; mira que un pájaro y en pleno vuelo venir a mi encuentro.

Sin embargo, efectivamente hacia mi se dirigió la bandada entera. Sobre los árboles de la acera y cerca de mi ventana, como a un par de metros, hay un tendido telefónico que de vez en cuando es lugar de descanso de las aves en vuelo.

Sobre él se posaron. Todos ellos, allí detenidos. Fijaron su pico al mar, menos el blanco, que de un pequeño brinco y sobre el cable, sin tropezar en sus patas, dio media vuelta y buscándome me encontró. Nuestras miradas, al menos la mía y me fascinó que igualmente fuera la suya, se cruzaron plácidas, mientras yo sonreía. Mi nuevo amigo agitaba sus alas, como gesto alegre; creo que como respuesta, aunque no acertaba a ver el guiño de sus ojos que parecían estar quietos, como si nada dijesen.

¿Sería posible que mi imaginación bailara abrazada a la realidad? Me pregunté.

Pero allí estaba tan extraño personaje ante mi ventana, mirándome a los ojos, quietos los suyos, sin descaro, pero bailoteando sus alas.

¿Qué querrá? Me pregunté de nuevo.

Le mandé un beso junto al aplauso de mis frágiles manos y a su chasquido, todos los pajarillos levantaron el vuelo. Todos menos él. Que me buscaba allí quieto, agitando sus alas como muestra de que me hacían caso y que parecía que algo quería decirme. Al final lo entendí.

Aquella mañana me sentí feliz, pues me hallaba correspondida y creo que por primera vez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creía que era la paloma de la Paz, pero demasiado pequeño.
Por otra parte no acabo de entender, y valga la redundancia, lo que la niña entendió al final.
Iván

Julio Cob dijo...

Hola Iván; alguien que por primera vez le hiciera caso.

Un abrazo

Anónimo dijo...

O.K.

Marcos dijo...

A todas las edades es tan importante el compartir, la reciprocidad del afecto, de la comprensión, de la comunicación. Somos sociales por naturaleza, y la soledad es una muerte lenta. Impropia.