Desde aquellos tiempos de los señores en chaqueta de baratillo y pelos largos de los hermanos Guerra y González, hasta los actuales de los Chaves y Griñán de look burgués y adinerado han pasado treinta largos años con más o menos “fortuna”.
Treinta largos años que a semejanza del caciquismo de la Restauración decimonónica, la orientación del voto ha sido en base a una política subvencionada que ha dado el poder en la Junta de Andalucía al PSOE en todo este largo periodo. Lo que les ha sido de utilidad para el enriquecimiento personal de sus próceres y el de unas estupendas pensiones vitalicias para los del segundo escalafón, en la actualidad sometidas al filtro de la Justicia, si ello es posible.
Grado de corrupción que alcanzó sus mayores cotas en diversos municipios de la Costa del Sol, en especial en el de Marbella, ligado a la Junta de Andalucía y a sus despachos, en el que el socialismo español ha estado inmerso hasta las cejas, sin olvidarnos del millonario despilfarro de la Expo: “lodazal” de la capital andaluza convertido en la actualidad en un solar yermo, de hierros retorcidos, como la mejor de las rúbricas de lo que representa el socialismo español.
Un partido intelectualmente finiquitado cuya única ideología es la de sembrar el miedo en la sociedad y en especial en su electorado, por cierto, cada vez más menguado, como la mejor de las artes en aras de la supervivencia.
Así se explica que todo tiene su fin y paso a paso, cachito a cachito, han sido necesarias varias elecciones para que el poder omnímodo del PSOE haya saltado por los aires y su debacle electoral les conduzca hacia el ostracismo.
Sin embargo, el resultado de las elecciones andaluzas tras tres meses de kale barroka les permitirá seguir con la vara de mando, otra vez apoyados en el radicalismo al que tantas veces recurrieron a lo largo de nuestra historia, pero nunca con buen final.
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