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17 marzo 2012

JOAN BALDOVÍ, SALTO A LA FAMA

baldovi, salto a la fama

Durante un tiempo y en especial cuando aún no se había anunciado la próxima cita electoral, se aseguraba entonces desde el Gobierno su decidida intención de agotar la legislatura, en base, sobre todo, a la presencia de unos brotes verdes, cuya especie, sin embargo, no se atrevían a especificar.

Pero lo que realmente brotaba en el ambiente era la necesidad de su adelanto, por lo que poco después se invitó a los ciudadanos en el 20-N el acudir a las urnas, día, que a la sazón, dio ocasión a múltiples interpretaciones. ZP aseguró que cualquier persona que se fijara en el calendario de aquellos meses, se daría cuenta de que otra fecha no era posible, mientras otros anunciaban que ese día representaría su final por “una muerte anunciada”, en especial, por lo que él mismo se merecía.

Los brotes verdes germinaban bajo tierra, deseosos de encontrar su protagonismo, embutidos de un ego propio de un psicópata esclavizado, por lo que estaban inquietos buscando su luz.

Tras pasar el momento del voto, nuevos personajes ocuparon su escaño en el Congreso dando ocasión a la creación de un grupo mixto que más parecía el “baúl de la Piquer”: pero en sus antípodas.

Unos brotes verdes alimentados por una savia en cuyas células se escondía desde lo más vil de los últimos cincuenta años hasta el portador del ADN más esperpéntico, ansioso de un estrado donde mostrar su viperina lengua.

Todos arracimados en un grupo parlamentario que si en las anteriores legislaturas se representaban nuestra diversidad, en esta ocasión y a su cobijo, se iban a anidar los portadores bien de una cuestionada moralidad, bien de quien por su estandarte estaba dispuesto a mostrar los trazos más grotescos, resuelto siempre a la enjundiosa mamarrachada muy propia del partido a quien representa en cuya lista figuraba.

¿Eran estos los brotes verdes anunciados?

Si Sueca dio a Bernat y Baldoví, el genial y satírico escritor creador del primer “llibret de falla”, aún recordado cuando han pasado más de ciento cincuenta años, desde la tierra del arroz ha brotado un personajillo chiquilicuatre que ocupa un escaño del Congreso de los Diputados y cuyo único objetivo es el de convertirse en el “ninot” de lo grotesco, sin aspiraciones al indulto y propenso al olvido.

El Sr. Baldoví, diputado por CompromÍs, reclama el respeto de quien representa a ciento veinticinco mil valencianos, por lo que bueno sería que se respetara así mismo y al escaño que ocupa en beneficio de lo que debiera dignificar: ser unos de los trescientos cincuenta ocupantes de la Cámara Baja de la Cortes Generales, el Congreso de los Diputados Nacional.

No algo semejante a un vulgar zascandil.

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