Los hechos sucedieron en el tiempo de unos años ya lejanos aunque aún existan quienes de forma tan sibilina como engañosa optan por traerlos a la actualidad. Sucedió cuando en la década de los ochenta, un movimiento sindical que simpatizaba con las raíces cristianas de Occidente, a la vez que no despreciaba al Vaticano al que acogía con agrado en su generosa ayuda, llamado Solidaridad, liderado por un incansable luchador de los de verdad (nada que ver con los actuales “liberados de lujo” -con el “dúo esperpéntico” al frente- de barriga cervecera provistos de unos gaiteros pulmones que utilizan para chirriar por la calles su voz de pito como único argumento y para hacerse oír) un sindicalista llamado Lech Walesa que con su revolución de terciopelo exenta de manipulaciones y de mentiras, tan al uso en la actualidad, fuera quien consiguió que el mundo supiera de la crueldad de un comunismo que un desvergonzado clan de intelectos desde hacía más o menos setenta años se dedicaba a promocionar, tanto en cuanto ensalzaba unas virtudes que ni estaban ni se conocían.
Con su silencio, la miseria se esparcía en una parte del mundo occidental. Pese a ello, aún y en el actual siglo XXI y en su primera década, aún quedan unos pocos de aquellos residuos que “cuatro desgraciados” tratan de ocultar; y por lo que respecta a España son los “con ceja” entre otros con su inquebrantable bandera promocional.
Y, eso sí: manifestado a velocidad de Formula Uno, que para ello si que sirve.
Ignoro los números, pero de obtenerlos, no tengo la menor duda de que el canon pagado a Bernie Ecclestone para que Valencia acoja el aterrador ruido de unos abejorros durante apenas cincuenta horas al año, el que acarrea molestias a un barrio de nuestra ciudad, no alcanza, sin embargo, ni al cinco por ciento de los beneficios que recoge nuestro sector servicios durante los trescientos sesenta y cinco días del año, mal que les pese a algunos, gracias a que la tercera capital de España es cada vez más conocida por su proyección universal.
Y quienes critican la Formula Uno de Valencia saben de esto, aunque lo callan. Son los que se encargan de difamar, a la vez que sembrar inquina por nuestras calles, en especial en torno a la Casa Consistorial, para mostrarla al mundo como un sumidero, pero que, sin embargo, tal ADN es el que llevan en su interior. De ello pues, saben mucho.
Es tal su desfachatez, que se presenten como unos “solidarios” cuando todo lo contrario es lo que están demostrando, en especial y como en tantas otras ocasiones, por su actitud en el conflicto que ellos mismo han generado en la EMT valenciana, donde los salarios domileurista y tremileuristas dominan en su escalafón profesional.
Nada que ver con Lech Walesa; y sí con aquellos incendiarios que tenían poco o nada de republicanos, y sí mucho de aquello a lo que el líder sindical polaco se enfrentó.
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