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02 julio 2012

TÉNGANLO CLARO

tenganlo claro
Dicen, y así debe serlo, que cuando el hombre está sobre el planeta tierra, la velocidad a que éste navega es de treinta kms por segundo. Increíble, algo sorprendente, cuando en realidad no tiene, no tenemos, esa sensación. Sólo se percibe aquella que conseguimos a través de un caminar bien sea lento, bien lo sea a paso rápido.
Son varias las fuerzas interplanetarias al cobijo del universo las que consiguen que esa velocidad no nos sea perceptible, las que consiguen darnos la necesaria seguridad y que gracias a ellas caminemos seguros, libres de cualquier influjo que nos angustie, por lo que podemos movernos a nuestro libre albedrío, sabiendo dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos.
Pero no siempre es así, porque cuando las fuerzas se dirigen hacia nuestras mentes de arriba abajo, dueñas de su poder, nos aplastan, nos producen zozobras, nos desnortan y logran que no sepamos ni de dónde venimos, ni hacia qué lugar vamos. Caminamos hacia nuestra destrucción, confiados en quienes nos dirigen.
Salvo cuando las fuerzas tienen su sentido contrario, de abajo a arriba, que entonces es cuando sabemos lo que somos, lo que queremos y lo que nos produce una felicidad con momentos inolvidables que perdurarán en el tiempo. Sin dudas, sin matices. Instantes impagables, sí, pero en ellos consiste la felicidad. Pues nunca lo es perdurable.
Esto se ve de forma clara y rotunda en los momentos más estelares del deporte rey, dicho sea en su acepción más popular, porque nunca escuché del deporte republicano, pues éste tenía otras connotaciones y se libraba en otras canchas. Indudablemente, no existía la Corte, pero sí la “confección”. (Chiste malo, quizá, pero de matiz incuestionable).
España vibra de abajo a arriba porque tiene un sentimiento nacido en el corazón.
Qué su equipo nacional haya logrado metas inimaginables hace diez años y, sin embargo, lo vea ayer domingo en lo más alto del podio, con laureles de oro y una vez tras otra, le llena de alegría, de sana alegría. Y la exterioriza en idéntica forma, como en anteriores ocasiones, incluso para los menos futboleros, quienes, a la sazón, la comparten en mayor o menor grado, aunque lo disimulen.
Sin embargo, cuando la fuerza es de arriba abajo, dominando al caminante, lo que les decía, “nos desnortan y logran que no sepamos ni de dónde venimos, ni hacia qué lugar vamos”: es decir, nos manipulan, nos hacen infelices, nos producen hastío.
El que cada dos años, al menos, lo tengamos claro, siempre es y será gratificante.
Ténganlo claro.

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